Juana Pimentel y Enríquez de Guzmán, una noble tabaresa víctima de la revuelta comunera

Fue la madre de Pedro Maldonado Pimentel, capitán de las milicias comuneras de Salamanca, decapitado en Simancas el año 1522

Ejecució de los comuneros de Castila. Cuadro de Antonio Gisbert Pérez, 1860.

Ejecució de los comuneros de Castila. Cuadro de Antonio Gisbert Pérez, 1860. / Congreso de los Diputados

Jose Ferrero Gutiérrez

Jose Ferrero Gutiérrez

No participó, directamente, ni en las revueltas ni en la batalla de Villalar, pero padeció como nadie, en la persona de su hijo, la desgracia de los vencidos. Juana Pimentel y Enríquez de Guzmán fue la tercera de los hijos de Pedro Pimentel y Quiñones, casado en segundas nupcias con Inés Enríquez de Guzmán, hija del 1º conde de Alba de Aliste y nieta del 2º almirante de Castilla y María Teresa de Guzmán; esta última de la Casa de los Medina Sidonia.

Don Pedro, era hermano de Rodrigo Alfonso Pimentel, IV conde de Benavente y, en consecuencia, era prima carnal de Alonso Pimentel, V conde –2º duque (1499-1530), el gran triunfador en la batalla de Villalar. (Libro becerro del marquesado de Tábara, relaciones genealógicas, tronco de la Casa de Tábara. AHPZA)).

Juana casó (1494) con Arias Maldonado, hijo del doctor Rodrigo Maldonado de Talavera, catedrático en la universidad de Salamanca, “doctor en Leyes” y miembro del Consejo Real, entre otros títulos.

La dote que pusieron los padres de la novia, avalada y firmada por el 4º Conde de Benavente, don Rodrigo Alonso Pimentel, fue de dos cuentos (millones) de maravedís, a más de otras alhajas y vestidos […].

El matrimonio se celebró en el palacio real de Tordesillas, hoy convertido en plaza-mirador sobre el Duero, con asistencia de la reina Isabel, La Católica, de la que Juana era Dama de Honor. La decoración de la "Casa de las Conchas" de Salamanca, se debe a este casamiento de Arias Maldonado con Juana. El edificio, con motivo de la boda, fue recubierto con conchas en toda la fachada, porque el escudo de la familia de la novia, los “Pimentel”, consta de cuatro campos; dos de ellos de cinco veneras cada uno.

De don Rodrigo decían sus enemigos que "llegó a Salamanca sin un maravedí y que ahora tenía millones". Pero poco después de la boda comenzó el declive de la familia Maldonado, tan rápidamente como había ascendido cuando gozaba del favor de los Reyes Católicos. Hubo dificultades económicas y pleitos por el incumplimiento de los pagos acordados en las capitulaciones matrimoniales. El 12-2-1509, llegó la "ejecución" del pleito, a favor de los Pimentel; (libro becerro del marquesado de Tábara, AHPZA).

Del matrimonio Arias Maldonado con Juana Pimentel nacieron: en 1495, Rodrigo, y en 1497, Pedro, el líder comunero. Posteriormente nacieron otros siete hijos más: el último de todos (póstumo).

LOS MALDONADO Y LOS FONSECA

En su juventud, Juana Pimentel tuvo un hijo con Alfonso (Alonso) Fonseca y Ulloa (1476-1534), cuando él cursaba "artes" en Salamanca. Para este hijo, su padre, creó un mayorazgo en Galicia.

Llama la atención que, después de haber tenido un hijo con Alonso Fonseca y Ulloa III, Juana viniese a casarse con un hijo de Rodrigo Maldonado, cuyas familias estaban tradicionalmente enfrentadas.

Fonseca siempre estuvo alineado con la causa de Carlos I, lo mismo que los Pimentel, la familia se Juana; no obstante, sin que tenga fácil explicación, Pedro, el hijo de Juana, optó por los comuneros. Y eso fue su perdición. Por esta razón, Jiménez Fernández ha podio decir con acierto que "Pedro, fue degollado por haberse sentido más nieto de letrado (Maldonado) que sobrino de Grande (Pimentel)".

Árbol Genealógico de Juana Pimentel y Enríquez de Guzmán.

Árbol Genealógico de Juana Pimentel y Enríquez de Guzmán. / J. F.

GUERRA DE LAS COMUNIDADES

Pedro Maldonado, el hijo de Juana Pimentel, en agosto de 1520 fue nombrado corregidor por la Comunidad y "jefe de la milicia de Salamanca en el ejército de la Santa Junta".

Pero cuando, en diciembre de 1520, Pedro Girón (de la “Alta Nobleza”) abandonó el partido comunero, se alzaron sospechas contra Pedro Maldonado por su parentesco con el conde de Benavente. Herido en su orgullo, renunció a su puesto, sucediéndole su primo Francisco Maldonado, aunque por breve plazo; pues a instancias del comunero Padilla volvió otra vez Pedro a mandar las milicias de Salamanca.

Preso en Villalar, el 23 de abril de 1521, Pedro debía de haber sido ejecutado junto a Padilla y Bravo; pero el conde de Benavente, intervino en su favor "porque era su pariente y lo tenía por afrenta". Esperaba que el Emperador mostrara clemencia hacia él, pero sólo consiguió que su proceso quedara aplazado hasta el regreso del Rey. Y quedó detenido en el castillo de Simancas.

¿POR QUÉ LUCHABAN LOS COMUNEROS?

El documento programático comunero inicial de Salamanca, que inmediatamente fue asumido por el resto de las Comunidades, Toledo, Segovia, Ávila, Zamora... tenía como reivindicaciones fundamentales las siguientes:

  • Que no se consientan más impuestos que el rey pida al pueblo antes de su partida para Flandes.
  • Castilla no tiene por qué sufragar los gastos del imperio: "no es de razón que Su Cesárea Majestad gaste las rentas de estos reinos en otros señoríos que tiene".
  • "Que no se den dignidades, ni oficios, ni tenencias a extranjeros".
  • Y una advertencia: en caso de que el rey anteponga la opinión de sus consejeros flamencos a las advertencias de sus súbditos, las Comunidades tendrán que intervenir en defensa de los intereses del reino.

Apretad, mañana, los puños a la batería, que los que venzan serán los leales

Juan de Padilla

— Líder comunero

Si nos atenemos a este documento, que es todo un programa de actuación de los comuneros, hay que decir que sí pudo haberse evitado la guerra; porque todos estos puntos de los comuneros, también eran asumibles por los realistas. Todos eran patriotas. Unos y otros querían que los flamencos desapareciesen de la Corte y que los dineros no saliesen de España. Todos eran monárquicos; pues nadie rechazaba al rey sino a los extranjeros que le rodeaban. Si de algo se quejaban todos era de que "el Rey faltase del Reino en tiempos tan revueltos". Todos querían aparecer como "leales". Padilla, la víspera de la batalla de Villalar arengaba a sus tropas diciendo: "apretad, mañana, los puños a la batería, que los que venzan serán los leales".

Y por parte de los realistas, uno de sus miembros más importantes, el Almirante de Castilla, delante del mismísimo Carlos, arremetía contra los "extranjeros, diciendo": "En otra parte que no se aconsejó bien Vuestra Majestad fue en no hacer que sentenciasen los procesos personas con quienes el reino no tuviese suspicacia ninguna, …). Así que en esto no fue el consejo sano y bueno".

UN ERROR MUY GRAVE

Los dirigentes comuneros cometieron un error político muy grave, cuando en el manifiesto de Salamanca, amenazaron (veladamente) con la guerra; y, poco después, comenzaron las hostilidades.

Los Grandes, mejor aconsejados, vieron en ese acto la oportunidad de ponerse al lado del Emperador, parecer los leales, y preparar así el terreno para cuando llegase el momento de cobrar "las mercedes". Se aprovecharon de que los comuneros hiciesen el trabajo sucio y les salió bien.

Si a esto le añadimos las ganas de "pescar en río revuelto", que tenían algunos, y el egoísmo de todos, tanto de un bando como del otro, creo que fue el detonante de unos acontecimientos, que nadie quería, pero que todos (el primero el Emperador) contribuyeron a desencadenar.

LA REPRESIÓN

Tras la derrota de Villalar vino la represión. Víctimas de ella fueron los perdedores, los comuneros, tanto si eran nobles (porque entre ellos había muchos nobles), como si eran del pueblo.

Padilla, Bravo y Maldonado, que pertenecían a la baja nobleza, fueron decapitados inmediatamente. Pedro Maldonado, el hijo de Juana, fue degollado, un año después de lo de Villalar, en Simancas.

El obispo Acuña, fue colgado de una almena del castillo de Simancas, cinco años más tarde.

Don Pedro Girón, otro noble importante, se salvó porque cambió de bando a tiempo.

Y en la lista de los 293 excluidos del perdón del Emperador, con los que no estaba dispuesto a tener clemencia, eran frecuentes los nombres de personas relacionadas con la nobleza o pertenecientes a ella, así como de la alta burguesía.

Decir ahora, que el obispo Acuña, o Pedro Girón o los dos Maldonado luchaban por la libertad, me parece, por lo menos, una "idealización partidista", de la revuelta comunera.

Don Pedro Girón, luchaba por conseguir el ducado de Medina Sidonia. Acuña, por asegurar sus "señoríos" de la "Tierra de Campos". Y de los dos Maldonado sólo cabe pensar que se unieron al "partido" por luchar contra los Acebedo-Fonseca, que eran sus enemigos salmantinos de siempre. Y, así, otros muchos.

DECEPCIÓN DE DOÑA JUANA

Lo más extraño en este caso, que tuvo que herir mucho a doña Juana, es que su hermano, Don Bernardino Pimentel, 1º marqués de Tábara (concedido por Carlos V en 1541), del que se decía ser "el hombre más cabal de su tiempo"; amigo del Emperador y del papa Adriano VI, (con los que tenía un trato directo); amigo de los miembros del Consejo Real y conocedor de todos sus entresijos; inexplicablemente, parece que no hizo nada por su sobrino Pedro.

Así es que todo siguió adelante. La familia de doña Juana (ya viuda desde 1511), se quedó sin el mayorazgo de los Maldonado, que a la muerte de su marido, Arias Maldonado, había pasado a su hijo Pedro Maldonado Pimentel, el comunero, y le fue confiscado tras la batalla de Villalar.

Junto con el mayorazgo perdieron otros muchos bienes; incluso algunos que no procedían de don Pedro Maldonado.

Casa de las Conchas de Salamanca.

Casa de las Conchas de Salamanca, regalo de bodas de Arias Maldonado a Juana Pimentel. / Cedida

Y para mayor desgracia, tuvo que ver cómo la mayoría de esos bienes eran adquiridos, a muy bajo precio, por el "clan" de los Acebedo (condado de Monterrey) y Fonseca (arzobispo de Santiago desde 1507 y de Toledo desde 1517); de quienes varios historiadores creen que fueron los "delatores" de su hijo ante el Emperador.

Ella, Juana Pimentel y Enríquez de Guzmán, que lo había tenido todo, decepcionada del "mundo", ingresó en un convento de monjas, de Zamora, "donde llegó a ser “priora” varios años”. No se sabe con certeza en cuál de los muchos conventos de la ciudad; pero se puede pensar que se trata del de Santa María la Real de las Dueñas (dominicas); ya que el título de "priora" es la denominación común que se da a la superiora en la orden dominicana.

Por otra parte, algún historiador (Buscando Montsalvatge. Salmanca. Palacio de las Conchas. PDF) habla del convento de "las Claras"; lo cual también parece verosímil, ya que su hijo primogénito, Rodrigo, en 1518, (libro becerro del marquesado de Tábara), había renunciado al mayorazgo e ingresado en la orden franciscana.

Vae Victis (¡Ay, de los vencidos!)

En (1525), en el sermón de celebración por la victoria de la batalla de Pavía, fray Antonio de Guevara, le decía al Emperador, intentando moverlo a compasión: «Más seguro es a los príncipes, ser amados por la clemencia que ser temidos por el castigo. Los que a Vuestra Majestad ofendieron en las alteraciones pasadas, de ellos unos son muertos, otros son desterrados, otros están escondidos, y otros están huidos: razón es, Serenísimo Príncipe, para que en este momento de alegría por la victoria obtenida, se alaben de vuestra clemencia y no se quejen de vuestro rigor. Las mujeres de los infelices hombres están pobres, las hijas para perderse, los hijos huérfanos y los parientes afrentados; por manera que la clemencia que se hiciere con pocos redundará en remedio de muchos ...»

No parece que el Emperador reaccionase ante estas palabras pronunciadas desde un púlpito, delante de toda la Corte.          

Como no podía ser de otra manera, don Alonso Pimentel, el 5º conde de Benavente, a quien tanto le debía Carlos V, escribió al Emperador en estos términos: «Muy alto e muy poderoso Señor: Ya Vuestra Majestad sabe, cómo don Pedro Maldonado está preso en Simancas […] él conoce muy bien el deservicio que hizo a V. M. […} suplica se haga con él lo que se ha hecho con otros que han tenido la misma culpa y más, que es soltar sus personas e darle toda libertad […], además de hacerse lo que con muchos se ha fecho, especialmente con don Pedro y don Antonio Quiñones e Quintanilla e su hijo e Gómez de Ávila e Suero del Águila, yo recibiré muy señalada merced con ello, e para esto mande enviar cédula […]

Pero la clemencia nunca llegó, y un año después de estar detenido en la cárcel, Pedro Maldonado fue degollado (1522), en la plaza pública de Simancas.                

Algunos atribuyen esa actitud del Emperador a que no había olvidado del desplante que le hizo el Conde, cuando al ofrecerle, Carlos, el Toisón de Oro, le dijo que «había en Castilla otras órdenes más importantes».

La vida azarosa de Juana Pimentel, trae a la memoria la de otras mujeres de su tiempo, curiosamente todas llamadas «Juana»: Juana Pimentel, «la Triste Condesa», casado con Álvaro de Luna; Juana, la Beltraneja y Juana «la Loca», hija de los Reyes Católicos. Las cuatro nobles, todas ricas, las cuatro casadas con maridos importantes y algún tiempo poderosos y todas víctimas de los avatares de la política. 

            

Suscríbete para seguir leyendo