“En la matanza tienen que repicar los dientes”. Ayer no era un día especialmente frío en Figueruela de Abajo, aunque sí el elegido por María Pérez y su familia para sacrificar el cerdo que con tanto mimo han cebado durante el año.
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Es la última matanza en Figueruela de Abajo y una de las pocas que se mantienen en el contorno.
Por eso, a la fiesta que acompaña a la tradición culinaria se suma una aire de nostalgia. “Esto se acaba” concluye Mari, convencida de que cuando ella eche el cierre se extingue definitivamente la matanza en el pueblo.
De momento estaalistana agricultora y ganadera, también alcaldesa del pueblo, se resiste y aguantará “hasta que pueda” criando cerdos –algunos de los que van a al matadero salen de su pocilga– y haciendo la matanza.
“Aquí los cebamos con calabazas, patatas, berzas y algunas bellotas. Te puedes imaginar la carne y los chorizos que salen de ahí. Esto no lo encuentras en ningún sitio” cuenta la mondonguera mientras lava las tripas con ayuda de otras mujeres.
En la matanza de Mari Pérez se han reunido unas diez personas; “estamos celebrando la fiesta del labrador” cuenta con orgullo una vez sacrificado el animal de unos 230 kilos. Serán tres días de mondongo hasta que mañana se cuelguen los chorizos y se llene el arcón con las piezas.
“Del cerdo, hasta los andares” dice el sabio refranero. No por muchos años a juzgar por la caída en picado de las matanzas. En la provincia apenas un millar de sacrificios de los siete mil que se registran en Castilla y León, la mayoría durante este largo puente.
Las matanzas caseras agonizan en Zamora
Muy lejos de los casi 15.000 de hace dos décadas en Zamora. “Los pueblos están como están, casi todo es gente mayor y cuidar al animal tiene su trabajo, son muchos días, es sacrificado” describe María Pérez. Ella, de momento, llena la despensa y se asegura un embutido y carne de cerdo de primera calidad. Trabajo le cuesta.