La Opinión de Zamora

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En memoria de “Manolín”, el legendario Guarda Mayor de la Reserva de la Culebra

Faustino Gallego recoge en un libro, “Lobo matrero”, las vivencias con su hermano Manuel Gallego

Faustino Gallego con el libro que acaba de publicar junto a su hijo Enrique Gallego. | | ARACELI SAAVEDRA

Las largas soledades y silencios por la Sierra de la Culebra que vivieron los hermanos Manuel Gallego Rodríguez “Manolín” y Faustino Gallego Rodríguez se recogen en el último libro de Faustino “Lobo Matrero” publicado junto con su hijo Enrique Gallego Colón.

Una obra que recoge las anotaciones y reflexiones personales que fue escribiendo el legendario Guarda Mayor de la Reserva y que a su hermano pequeño le costó “más de 20 años poder leer y escribir” por la gran emotividad de sus reflexiones.

Manolín tuvo la gran idea “por si acaso” de dejar a su hermano una copia de todos los escritos porque los originales, el legado que debería estar en manos de su familia, están en manos de alguno que “está al mando de muchas cosas”.

El 28 de mayo de 1995 Manolín con 67 años, de los que 42 había estado al servicio de la Naturaleza, tanto de la flora como de la vida y las costumbres de algunos animales, ponía por escrito su deseo de informar y explicar esa vida ligada a la sierra y especialmente de su experiencia en el estudio del lobo “de los que he aprendido mucho, al haber podido vivir entre ellos”.

Faustino resume, todavía en presente, la estrecha relación que tenían los tres hermanos varones Gallego con un “Pepe, Manolo y yo somos tres en uno”, Conchita era la cuarta y única hermana. En sus regresos al pueblo se sumaba a las escapadas por la sierra con su hermano pero “solo cuando él quería, me llevaba con él y no hablábamos”. Un invierno le anunció “tengo un cebadero ahí organizado y vienen buenos lobos, podíamos ir a verlos ¡Lo que yo quería era que me llevara! Y resultó que sí. Esa mañana había nevado y fue al coche, se quitó los zapatos y con los calcetines de lana caminando por la nieve para no hacer ruido. Yo no quería quitarme las botas, pero tuvo que hacerlo que si quería ver el lobo.

"Tenía una memoria privilegiada. Veía lobos, se quedaba con eso y venía a casa y lo escribía"

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Un libro que lleva años en preparación pero con las instrucciones del propio Guarda “Cuando tengas un ratico, lo publicas. Escribe lo que yo he hecho, si quieres corregir algo, lo corriges”. “Tenía una memoria privilegiada. Veía lobos se quedaba con eso y venía a casa y lo escribía. O me decía a ¿“Pingaleches” has filamado eso, has fotografiado eso?”. “Fui muy feliz con él y lo disfruté mucho”. Una felicidad que trasmite en el énfasis de su relato y la profusión de vivencias y expresividad que evidencian su filiación humana y lobera.

Con emoción dice Faustino que “Manolín era un éxito. Todos los hermanos lo admirábamos mucho pero yo le admiro todavía”. Era un hombre de una memoria sorprendente pero “no quiso estudiar” pese a estar en una familia donde el cabeza de familia era Secretario de Primera que se volvió a Villardeciervos para estar cerca de la familia y tener que renunciar para ser Secretario de Tercera. El tira y afloja de Manolín con su padre por los estudios quedó zanjado cuando le recitó buena parte del Código Administrativo del momento y la determinación de que “no quería estudiar” porque capacidad sí tenía sobrada.

De los primeros trabajos que le buscó su padre fue de carpintero. Cuando regresó del servicio militar quería comprar una bicicleta pero la economía de casa estaba muy ajustada y “se puso a trabajar en los pinos, con pico y pala a hacer hoyos de 40 por 40”. Inventó muchas cosas, como una regla dentada para plantar los plantones a línea. Hizo un curso de explosivo cuando le nombraron encargado de una carretera. Con ese conocimiento voló una roca en medio del pueblo que tapó con rachas de leña con “una explosión sorda” la roca se deshizo.

"Ante la desolación de la Reserva tras los incendios, mi hermano no diría nada. Se moriría”

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Toda la vida la dedicó a la sierra. Ante la desolación de la Reserva tras los incendios del pasado mes de junio “No diría nada se moriría”, asevera su hermano. “Se pasó dos pueblos porque estaba viviendo más con la sierra que con la familia. Son vivencias conmigo. Él al lobo lo quería y fue el que creó la expresión de que “el lobo es la joya de las Sierra de la Culebra”. Y también dejó otra frase lapidaria para la posteridad “la sierra se quemará”. Faustino recuerda que “siempre hablaba de que había que hacer entresacas, que había que limpiar los cortafuegos. Me decía que los cortafuegos que tenemos aquí no valen para nada, solo para caminar. Y yo le decía “pero si es un cortafuegos”… pero es estrecho, es estrecho. El fuego salta de un lado al otro”. Y “lo que dijo salió”. Hubo un momento “en que la sierra era sierra y el lobo era lobo. El de hoy está semidomesticado. Antes cuando la gente decía que el lobo te ataca, la realidad era que el lobo tiene miedo. Fíjate si tiene miedo que cuando yo acompañaba a mi hermano, me avisaba… hay dos lobos mirándonos ¡Estás tonto! ¿No los ves?” le reprendía. “No nos atacaban. Al contrario si hacías ruido se largaban”. Me gustaba ver el lobo en su plena naturaleza. No enjaulado. Verlo correr, uno detrás de otro, la manada junta, uno que va delante de la manada mirando, que se vuelve a mirar… eso lo quería. Eso es lo que da la naturaleza. Si un día lo vieras así, que hoy no se ve, te quedas asombrada”. A lo mejor “hay que estar dos o tres horas para velo”.

Un día le avisó de otro lobo grande “iremos a verlo” pero sin dar momento preciso. Los dos hermanos se escondieron “nos ´agomatamos´ entre las matas y por señas… y yo no lo veía del frío que hacía esa mañana. Y no lo veía. Pero de repente vi aquel cabezón”. Después de un rato mirando hasta que se marchó aquel lobo a pocos metros de los hermanos “y según me fui a levantar, me agacha y me sienta de nuevo. Esperamos diez minutos más. Y me dijo “nunca te levantes cuando veas un lobo porque camina para allá pero para y mira para atrás, mira para atrás. Si te ve, no vuelve… Ahora vamos a ir a ver aquel ganado de ahí abajo que ése –por el lobo que acaban de ver- está vigilando para atacar al ganado”. Encontraron al pastor y Manolín le advirtió en presencia de su hermano con un “ten cuidado que llevo vigilando un lobo y éste va a atacarte el ganado”. El pastor se confió en su vigilancia y en la de los perros.

Cuando Faustino regresó en las navidades “me puse a caminar hacia Torres de Aliste y me encontré al pastorcico, con un saco al hombro…y me preguntó si era el que estaba con el señor Manolín. Y aquí entré yo a filosofar a explicarle cosas del lobo. Al terminar le pregunté si le había entrado el lobo al ganado aquel día y me dijo “Sí. Su hermano tenía razón. Vinieron los lobos, se llevaron a los perros detrás de ellos y los dos que se quedaron me mataron unas cuantas ovejas por muchas voces que di yo”… y quise explicarle cosas del lobo y me dijo “calle, calle que quien sabe del lobo es su hermano y no usted”.

"Mi hermano luchó mucho porque pagara al ganadero los daño del lobo, y lo consiguió bastante"

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Ante la conflictividad actual, un Guarda Mayor como Manolín apasionado del lobo y la Sierra pero inmerso en la comunidad que vive en este ecosistema, “él siempre pensó que el lobo hay que protegerlo pero había que dominarlo. Era otra historia. Cuando el lobo mataba una oveja, siempre decía otra cosa. No mataba una oveja que valía 1.000 pesetas o 1.500 pesetas, mataba una oveja y como mínimo dos crías o tres, como mínimo la lana, como mínimo el abono que se perdía con la muerte de esa oveja. Sacaba una retahíla de las cosas que había que pagar que era demasiado y que había que pagarlas rápido. No había que esperar dos años, un año. Luchó mucho porque se hiciera y lo consiguió bastante”.

Faustino ahonda en las reflexiones de su hermano “estaba en contra del ambiente este de que mira que hay muchos lobos. Lo que falta es vigilancia en los ganados, faltan pastores, faltaban mastines. Él crió mastines y los regaló a los pastores y no los querían porque comían demasiado. Les daba una norma, el mastín cuida el ganado pero el mastín tiene que vivir con el ganado y, si es posible, parir entre las ovejas”.

A raíz de los incendios “El lobo no se ha muerto. En Villardeciervos no se ven lobos, están engañando a la gente, se ha ido a Sagallos a otros sitios pero aquí no se ve un lobo. Bueno, sí, hay uno y el excremento que deja es de ciervo. No se puede hacer propaganda de que vengan a ver el lobo. Es engañar al turista”. En una ocasión una de las personas que tenía una empresa de avistamiento lamentaba que en verano no se vieran los lobos “¿Tú quieres ver el lobo? ¡Vamos!”. Y ese agosto lo vieron en su hábitat de verano.

Solo hay dos nubes en su vida, el restarle tiempo a su familia por ir a la Sierra y exhibir por los pueblos un lobo como si lo hubiera matado allí, cuando el mismo lobo viajaba de pueblo en pueblo para evitar que se tomaran la justicia por su mano lo que le acarreó entre los ecologistas una fama inmerecida de “matalobos” cuando precisamente trataba de evitar su exterminio. Un dato interesante es que en los países “civilizados” como Inglaterra, Francia o Suiza se exterminó la especie y el único lobo “auténticamente autóctono que se había criado en la Sierra”, como su guardián.

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