La Opinión de Zamora

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Los incendios asestan un golpe mortal al ovino de Zamora: crece el temor a una gran desbandada

En Escober de Tábara empiezan a retirarse ovejas mientras una joven apicultora representa la esperanza

Demetrio Fernández Santos que perdió 210 animales bajo las llamas. | | ANA BURRIEZA

Ya no humean las brasas en Escober de Tábara. Después del infierno de llamas que acechó al pueblo aquella aciaga noche del 17 de julio, los vecinos intentan volver a la normalidad. No es fácil en un pueblo donde el incendio, aún activo, se llevó a uno de los suyos.

Victoriano estaba con sus ovejas y no pudo zafarse de la voracidad del fuego. Allí quedaron él, su rebaño y los perros.

Nada es igual desde que ocurrió la tragedia. Los tres productores de ovino de Escober aceleran la retirada. Y como ellos, en toda la zona afectada por el incendio se teme “una desbandada”, sobre todo en el ovino, que puede ser un golpe letal para el sector.

“La cosa está mal. Antes del incendio la situación era muy crítica, pero el fuego es un golpe de muerte para el sector”.

El vaticinio de Juan Manuel Rodríguez, veterinario de la zona, transmite el sentimiento de muchos ganaderos que ven en el incendio “la puntilla”.

Demetrio Fernández en la nave de Escober Ana Burrieza

Con una media de edad de 60 años, sin relevo en muchos casos y sin opción de traspasar la explotación, el panorama es bastante oscuro. “Se quedan con las ovejas y no tienen donde llevarlas; los jóvenes pueden desplazarlas pero los mayores dónde se meten a trashumar a estas alturas de la vida”.

“La cosa está mal. Antes del incendio la situación era muy crítica, pero el fuego es un golpe de muerte para el sector”

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Para muestra, un botón. Demetrio Fernández Santos cumplió los 65 años en febrero y no pensaba estar mucho más tiempo con las ovejas, pero “el fuego lo ha adelantado todo”. La tarde del incendio Demetrio pastoreaba 210 ovejas de raza castellana en un valle, a dos kilómetros del pueblo, y las perdió todas. “No las pude salvar, cuando quise darme cuenta lo tenía encima. Eché a correr a un barbecho, me tapé con una chaqueta, pero allí quedó el ganado y los dos mastines” recuerda con la voz entrecortada.

Ovejas de Demetrio Fernández Ana Burrieza

Lo más duro fue contárselo a su madre, a las puertas de los 90 años. No menos desolador fue ir a recoger los restos de una vida. “Se me caía el alma, ver todo aquello hecho ceniza. 210 animales. Tenía pensado vender las ovejas a un precio que nos entendiésemos, pero se adelantó todo”. ¿Y la cosecha?. “Ni un grano ha quedado, no había segado”.

El daño es impagable, pero al menos Demetrio Fernández tenía un seguro que ya le ha puesto el dinero en el banco. Nunca imaginó que terminaría así. Ni en el pueblo se hacen a la idea de que las ovejas –había alrededor de 1.200– no vuelvan a pastorear por los fértiles valles. Más abandono.

La Unidad Veterinaria de Tábara es la que suma más cabras de la provincia y la segunda con más ovejas, entre 25.000 y 30.000. A juzgar por el sentir de muchos ganaderos tras el incendio, los censos pueden bajar drásticamente. “Pinta muy feo” resume con meridiana claridad Juan Manuel Rodríguez.

Laura Fernández Gago, joven apicultora que ha perdido casi la mitad de su explotación. | | ANA BURRIEZA

Por este servicio público pasan los ganaderos. Es un termómetro muy preciso del sentir de un sector que viene arrastrando una crisis gravísima. Los dos fuegos, el de la Culebra y el de Losacio, más un tercero en Losacino, han pegado de lleno a los pueblos que pertenecen a esta Unidad Veterinaria.

En medio de la desolación hay motivos para la esperanza. Y al igual que asoman los primeros brotes verdes entre robledales y encinares, en Escober el futuro lo representa una joven apicultora.

"El día que la gente vaya un supermercado y no tenga qué comer igual valora el trabajo de quienes vivimos en el medio rural"

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Todavía llena de dolor, a Laura Fernández Gago ni se le pasa por la cabeza el abandono. “Si ya empezamos de cero cuando llegamos a Escober, por qué no ahora. Me reciclaré, tengo colmenas para continuar y si hay que trabajar en otra cosa lo haré. Pero seguiremos viviendo en este pueblo porque así lo hemos decidido mi familia y yo. Y si no luchamos los vecinos por el pueblo, no lo va a hacer nadie”.

Madre de una niña de corta edad, ella y su marido se establecieron en Escober y comenzaron en 2016 con las abejas. Seis años después contaban con una estimable explotación de 500 colmenas, acaban de recibir dos premios internacionales por su labor. “El día del incendio de la Culebra me dijeron lo de los premios. No lo pudimos ni disfrutar”.

Laura Fernández, apicultora Ana Burrieza

Empezaban a ver la luz, pero nadie dijo que fuera fácil. El incendio ha abrasado 200 colmenas, casi la mitad de la explotación, y las que han sobrevivido tienen que salir de Escober porque no ha quedado nada donde comer.

“No me puedo ir muy lejos con las colmenas porque todo lo tengo aquí, el fuego no me va a echar del sitio donde quiero vivir con mi familia” reivindica Laura Fernández mientras recorre con la mirada el paisaje completamente abrasado.

“No me puedo ir muy lejos con las colmenas porque todo lo tengo aquí, el fuego no me va a echar del sitio donde quiero vivir”

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“Si me dices hace 15 años que voy a vivir en Escober no me lo creo, pero es de las mejores decisiones que he tomado, independientemente del paisaje de ahora”. Es mirar alrededor y emocionarse.

“Ha sido impresionante la respuesta de la gente. Nos han llamado desde Barcelona, del País Vasco, de infinidad de pueblos para ofrecernos fincas. Se están volcando, incluso gente que no me conoce” agradece la joven apicultora.

Asentamiento de colmenas salvado milagrosamente por las llamas Ana Burrieza

De los diez asentamientos que Laura y su marido tenían por el término de Escober, el fuego ha pasado por 9. Milagrosamente algunas colmenas se han salvado, otras han quedado reducidas a ceniza. “El incendio era tan brutal que no podías hacer nada, estuvimos toda una noche viendo arder las hileras de colmenas. Pero al final es económico. La mayor pérdida ha sido Victoriano”.

El incendio era tan brutal que no podías hacer nada, estuvimos toda una noche viendo arder las hileras de colmenas

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Laura es consciente de la batalla que tiene por delante. Después del shock en el que permanecieron durante los tres primeros días, a medida que pasa el tiempo comprueban la magnitud del desastre. “Las personas mayores están desoladas y nadie se ha acordado de ellos para recibir ningún tipo de apoyo. Nadie ha venido a preocuparse por ellos, tan solo el cura”.

Para Laura y su marido tampoco ha sido fácil volver al tajo, sacar a lágrima viva la miel de las colmenas que se han salvado. “El fuego me echa del pueblo, pero no me voy” asegura Laura, quien durante unos años trabajó en una cuadrilla para apagar incendios.

Demetrio Fernández, ganadero de Escober de Tábara ANA BURRIEZA

¿Ayudas?. “Hasta el momento la única ayuda que he recibido ha sido un bidón de alimento de mil litros para las abejas. Y esperamos tarta proteica en estos días. Lo demás, palabrería” dice sin miramientos.

“¿Ayudas para la creación de nuevas empresas?, pero si están exentas la agricultura y la ganadería. Qué pasa que nos quieren echar del todo. Las placas, las madereras y las grandes empresas son las que se van a beneficiar de esta tragedia” denuncia Laura.

Laura Fernández, apicultora de Escober de Tábara ANA BURRIEZA

El peor sentimiento para esta joven ganadera es “el abandono”. “Cuando te sientes abandonado es horrible; pagas impuestos como todo el mundo y no tienes servicios, pero te exigen como si los tuvieras”. La apicultora tabaresa denuncia que “esto viene de antes del fuego. No nos querían oír, se daban la vuelta cuando planteábamos los problemas y todas las carencias que tenemos”.

Opina que “el fuego ha aflorado la situación real del mundo rural. El día que vayan a un supermercado y no tenga qué comer igual valoran el trabajo de la gente que hemos decidido vivir en el pueblo”.

Laura no espera demasiado de los que toman decisiones. “Sabían cómo estaba todo, el abandono, las necesidades, la falta de servicios y no han hecho nada. Cuando pasen los meses nadie se acordará de lo que ha pasado, taparán unas cosas con otras, pero el problema seguirá estando ahí”.

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