Abejera dio la bienvenida al Año Nuevo en silencio y soledad, sin el ruido, las persecuciones y las peleas de Los Cencerrones. Juventud y asociación cultural “El Castro” decidieron a última hora suspender la mascarada de invierno para garantizar la salud de los vecinos ante el avance de Ómicrom. “Mejor prevenir porque la cosa esta mal” aseveraba su presidente, Oscar Río.

Cencerrón y Filandorra solo salieron a la calle de manera muy fugaz para inmortalizar la estampa más triste de las mascaradas de 2022 en la Era Covid-19: calles desiertas, sepulcral silencio y tenebrosa soledad. La organización cita a vecinos y forasteros el 1 de enero de 2023 marcándose como objetivo que los Cencerrones vuelvan a salir por la tarde y recuperar por la mañana la ancestral costumbre de la mascarada de visitar todas las casas del pueblo para felicitar el año a las familias y pedir el aguinaldo, una tradición perdía en la memoria de los más ancianos desde hace muchos años.

En Abejera, Los Cencerrones confinados

Un anciano recuerda tiempos mejores y sentencia: “Los Cencerrones eran alma, corazón y vida del Año Nuevo en Abejera. Es una pena que se perdiera la costumbre de pedir el aguinaldo. Salíamos a felicitar el Año Nuevo casa por casa, a todas las familias, visitábamos primero la casa del cura y después la del alcalde. Nos daban media cuarta de longaniza a cada uno. Cuando era conocida la necesidad en alguna casa en vez de ir a pedirle aguinaldo eran los cencerrones quienes se lo daban. Solidaridad pura. No éramos un pueblo, éramos una gran familia. Si había fallecido algún vecino o vecina todos juntos con el Alcalde de los Mozos íbamos a la casa, sin las caretas, y se rezaba por ellos”.

En Abejera, Los Cencerrones confinados

La petición de aguinaldo la presidía el Alcalde de Mozos que como autoridad portaba la Capa Parda Alistana de Honras y Respeto. Era él Juez y Parte: cada diez casas se pesaban los aguinaldos para evitar suspicacias. ´

Mandaba la tradición que los personajes no podían encontrarse en la misma casa: primero Cencerrón y Filandorra, seguidos de Ciego y Molacillo, luego el Gitano, para cerrar la comitiva el Galán y la Madama. La entrada se daba con el “Buenos días de Años Nuevos en salida de Años Viejos” y la despedida con el “¡Que de hoy en un año!”.

El aguinaldo se pedía de una particular manera: “De año en año aquí venimos / a buscar lo que pedimos. / Corten largo, corten gordo, / cuidad no corten un codo. / Corten cueiro, / cuidado no corten un dedo. / Cuchillos sentimos rugir, / linguanicicas nos van a partir”. Por la noche se hacía la cena a base de un suculento guiso con patatas en pote.

Tras desaparecer en la Guerra Civil, en 1940 resurgieron siendo Cencerrón Francisco Andrés Ratón “Lires”, acompañado por Andrés Ferreras Palacios (Filandorra), Gregorio Ferreras (Gitano), Gabriel Mezquita (Ciego) y Vicente Ferreras Ratón (Molacillo)

En Abejera, Los Cencerrones confinados Chany Sebastián

El Ayuntamiento de Riofrío de Aliste iniciará este año el protocolo con vistas a solicitar a la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León la declaración de Fiesta de Interés Cultural para “Los Cencerrones” de Abejera de Tábara y “Los Diablos” de Sarracín de Aliste.

Los niños y niñas fueron los protagonistas ayer y, tras una noche en vela, salieron a la calle desafiando al frío, conscientes y sabedores ellos que en Aliste, ni Papa Noel ni los Reyes Magos, allí los mejores presentes les dan abuelos y padrinos, lo que se tercie, juguetes y billetes para la hucha, además del aguinaldo de longaniza de la última matanza casera para mantener viva la tradición, no sin antes desearles y de corazón Feliz Año Nuevo. Antonio Rivera estuvo visitando a la señora Avelina.

La longaniza del aguinaldo es la primera propiedad para un niño alistano: un tesoro culinario guardado por ellos como oro en paño. Nietos y ahijados mayores mantuvieron la tradición de visitar abuelos y padrinos, degustando el sabroso chorizo asado a la brasa acompañado de buen vino. En Alcañices el aguinaldo reunió a tres generaciones de los Castaño Fernández: Tomás y María (abuelos), Andrés (hijo) y Sergio y María (nietos) al calor de la lumbre y la sabrosa longaniza asada.

Desde 1750 con la llegada a los pueblos de tabernas se instauró entre taberneros la costumbre de “La Convidada” a los vecinos de la primera “Pinta” de Año Nuevo, antaño aguardiente y fiyuelas y maragatos; hoy licor, café y dulces: muchos de los bares mantienen la costumbre de convidar.

Nuevas tecnologías e Internet propiciaron que los abuelos que viven solos en sus pueblos pudieran verse y conversar con hijos y nietos gracias a la ayuda de algún adolescente que se prestó a llevar a su casa teléfono móvil, tablet u ordenador portátil para sembrar la felicidad entre los mayores.