Avileno y Pelayo regresan a casa tras una aventura que les ha llevado hasta la Casa del Poeta en Triufé de Sanabria. Durante una semana, caminos y pueblos entre Puente Quintos y la comarca sanabresa han recibido la visita de estos dos ejemplares de raza asnal zamoranoleonesa.

Las dos cuidadoras, junto a uno de los burros. | A. S.

Junto con sus acompañantes vallisoletanas, Sonia Núñez Álvarez y Beatriz Quintana Vega, han recorrido varios tramos de caminos de Santiago en el interior de la provincia. Los dos ejemplares han tenido que vivir una etapa de aprendizaje, ya que viven felizmente, sin necesidad de aventurarse, en una finca de la Asociación Nacional de Criadores de Raza Asnal Zamorano Leonesa (ASZAL). En este viaje también ha participado Chopo, un cachorro de 8 meses.

Sin ninguna experiencia previa Sonia, experta en proyectos de economía circular, y Beatriz se unieron por casualidades de la vida para compartir una experiencia con el mundo animal. Aunque en un primer intento fue con caballos, es un animal más difícil de llevar. Y en una visita a Asturias surgió la idea de compartir la experiencia con burro y contactar con la asociación y su presidente, Víctor Casas. Son dos ejemplares de 11 y 17 años.

Para Beatriz “siempre quise tener un burro y ésta ha sido una gran oportunidad”. Ella ha sido la organizadora de la parte logística, aunque “quieras planificarlo todo hemos tenido que ir adaptándonos, por ejemplo para dormir o establecer la distancia de las etapas, según se encontraran los burros”. Reconocen haber recibido un curso inesperado de “psicología animal”.

Una aventura diaria. Empezando porque uno de los animales con los que comenzaron el camino tuvo que ser sustituido por Pelayo, tras sufrir un problema en las pezuñas. Así comienzan las dos jóvenes el viaje. El primer tramo del camino, salvado Puente Quintos, fue la etapa más complicada porque “no sabíamos por dónde meternos y pasamos por cortafuegos y caminos rurales” relatan las dos aventureras.

El segundo día, desde Tábara, ya pudieron dar con el camino, y a veces con tramos de carretera. La cuadrilla era bien recibida en los pueblos e incluso se sabía anticipadamente su llegada. Los niños, los más felices porque algunos no han visto un burro, otros porque les recordaba el burro que tenían los abuelos. Y los adultos porque echan en falta a estos animales tan ligados al campo y la vida de los pueblos. En el camino se han encontrado una mujer que todavía usaba el burro porque le ayudaba mucho a cargar la leña o arar.

Ni Beatriz ni Sonia han cabalgado a lomos de Pelayo y Avileño, bastante han hecho con cargar las mochilas y aliviar el equipaje. Los animales se han tenido que acostumbrar, en el aprendizaje previo, al ruido de coches, tractores, peatones, las alcantarillas etc. Uno de ellos, explica Beatriz “es muy miedoso y está alerta permanentemente de cualquier cosa”, una habilidad que avisaba de algo raro en el camino, como por ejemplo anticiparse a la presencia de fauna, como los ciervos. Son animales que han estado en un entorno del que no han salido “y podemos decir que es la primera vez que ven el mundo”, de ahí que este viaje haya sido toda una aventura. Los tramos de carretera han sido pocos pero sometía a los animales a una gran tensión y en general en los cruces con las carreteras nacionales. Pese a eso destacan que los conductores “nos han respetado”.

Dentro de esta planificación del viaje destacan la colaboración de todas las personas que les han permitido dejar sus sacos de pienso, a lo largo de la ruta, ante el desconocimiento de los lugares donde podían pastar. Aunque tenían previsto que habría agua por el camino, llevaron cubos para garantizar que faltara agua, especialmente en el primer tramo de la Dehesa zamorana. Han echado en falta los albergues abiertos, solo el de Rionegro del Puente les dio pernocta y más de una noche durmieron al raso, aunque en el camino alguna casa les permitió ducharse.

A lo largo del día hay un momento donde los animales se relajan, es el momento del cepillado “se establece un vínculo mutuo y receptivo, muy bonito” entre cuidadora y el animal.

No han sido pocos los vecinos que han ofrecido sus fincas para pastar. Ahora “no hay aparcamiento para burros” una frase para resumir la desaparición de este animal de la estampa de los caminos.

El sentimiento de afectividad del poeta “tan blando por fuera que se diría de algodón” es el mismo que describen Beatriz y Sonia.