Cada año de San Pedro (29 de junio) a La Natividad (8 de septiembre), desde la noche de los tiempos, pastores y zagales de rebaños alistanos de oveja Castellana –en sus variedades blanca, negra y jarda– viven la mágica experiencia de la trashumancia buscando en pleno verano de calores y sequías los verdes pastos de las sierras de la Alta Sanabria. Son ellos los últimos nómadas ibéricos, una raza en peligro de extinción.

Sabino Esteban Lorenzo, más conocido cariñosamente por todos desde su infancia como “Sabinín”, nació allá por el año 1979 en Pobladura de Aliste, pueblo tan bonito como acogedor de la ribera del río Aliste, entre las llanuras del “Campo de Aliste” y las laderas llenas de urces de la Sierra de la Culebra, en el seno de una familia humilde de agricultores y ganaderos.

Como todos los rapaces de la contorna de primeros de los 80 estudió la EGB en el Colegio Comarcal Santa María Egipcíaca de Mahíde y allí, de mano entre otros de Ascensión de San Vitero, Antonio de Pobladura y Roberto de Zamora, aprendía las cuatro reglas más importantes de las matemáticas, las conjugaciones verbales y la historia de España. Sin embargo, su fuente de mayor saber ha sido, sentencia, “la universidad de la vida” donde “terminé de aprenderlo todo para ser feliz”.

Desde siempre Sabinín tenía muy claro que cuando llegaran los 14 años y obtuviera el graduado escolar él quería ser pastor de ovejas en su pueblo.

Nunca en la vida los comienzos fueron fáciles, más cuando eres campesino en un mundo rural como el alistano, aunque de sueños e ilusiones él iba sobrado. Era solo un adolescente camino de los quince años y armándose de valor y con la colaboración económica de la familia se hizo con su primer “atajo” (rebaño) compuesto únicamente por 7 ovejas y 7 cabras, un pequeño ganado que gracias a su tesón creció al año siguiente al medio centenar de reses.

Solo tres años más tarde, con 17, iniciaba su aventura como pastor trashumante. Sin saber nada del mundo de la trashumancia, ni hacia dónde se dirigía, se pudieron en marcha él y sus ya 200 ovejas hacia las tierras de la Alta Sanabria.

Pero no estaba solo, y él lo sabía. Al contrario, iba muy bien acompañado por la “cabaña de Valer”, compuesta en 1996 por cuatro rebaños de Valer, tres de Flores, dos de Pobladura, uno de Fradellos, uno de San Cristóbal, uno de Lober, uno de Tolilla y uno de Mellanes. En total 14 rebaños reconvertidos con 10.000 ovejas en la cabaña trashumante que en 1990 dio origen a la película y documental “Los churreros de Aliste”, magistral obra dirigida por Luis Miguel Domínguez Mencía.

Con semblante tranquilo, sereno él, y serio, inundado por la nostalgia de otros tiempos mejores, Sabinín, siempre con la capa parda alistana como fiel compañera de viaje, bajo le sol, la nieve y la tormenta, recuerda que por aquellos años en Aliste había hasta cinco cabañas trashumantes diferentes: las de Valer, Riofrío, Palazuelo de las Cuevas, El Poyo y Bercianos, y todas ellas subían a las sierras sanabresas

En el caso concreto de la cabaña de Valer, la de Sabinín, se arrendaban los pastos de “El Vedul”, durante muchos años, situados en el término de Lubián, cerca ya de Galicia”.

Sabino Esteban Lorenzo, sereno, sencillo y agradecido, reconoce que “todo lo que soy hoy y lo que sé como pastor se lo debo al señor Antolín, de Valer, que era el pastor jefe de nuestra cabaña trashumante, un experto, y fue mi mentor durante quince años, hasta que se jubilo en 2011. Le voy a estar eternamente agradecido: él me lo enseño todo en este oficio de pastor trashumante en Sanabria y sedentario en Aliste”. De aquellas cinco cabañas hoy solamente quedan haciendo la trashumancia dos, la de Pobladura (Sabinín) y la de El Poyo: “De los catorce rebaños de la “Cabaña de Valer” solamente suben a la sierra cuatro: dos de San Vicente de la Cabeza, uno de Pobladura y otro de Gallegos del Campo.

El alistano, con una de sus ovejas. | Chany Sebastián

También los tiempos han cambiado: “Cuando empecé yo, solíamos salir por San Pedro y volver por La Natividad. Hoy en día se sale hacia mediados de julio y se regresa por el Cristo de San Vitero (14 de septiembre)”, rememora con nostalgia.

Las siempre frondosas y abundantes en comida sierras de Lubián dejaron de ser arrendadas ya hace una década, pues “desde que se prohibió la quema a matarrasa del matorral la sierra se fue llenando de piornos, de escobas y de carqueisas que invadieron los frescos pastos”. Ese fue el motivo por el que en los últimos años los ganaderos y pastores alistanos optaron por arrendar los pastos de las localidades de Santa Cruz de Abranes y Rihonor de Castilla. Si a Lubián se tardaba en subir desde Valer siete días, a Rihonor y Santa Cruz se tarda solo cinco.

A pesar de su juventud Sabinín ya es fuente de saber y sentencia: “El oficio de pastor en sí es duro, y si encima eres pastor trashumante aún lo es más. Antes con tantos rebaños te podías permitirte el lujo de irte a tu casa unos días, generalmente por las fiestas patronales, en mi caso de la Virgen de la Asunción en agosto, o para ayudar en casa con las labores agrícolas de la cosecha. Hoy a si quieres bajar algún día a casa tienes que contratar un pastor para que te sustituya”.

La trashumancia coincide con las labores de la cosecha y ahí radica uno de los grandes problemas: “Las cosa de casa, cosecha de cereal y forraje, lo tienes que hacer y al ser pocos pastores apenas te puedes escapar. La trashumancia, tal y como la conocemos hoy, terminará desapareciendo pronto, calculo yo que tan solo le quedan un par de años de vida, justamente los que tenemos aún de contrato con Santa Cruz y Rihonor, porque ya no hay ni queda gente que quiera ir a la sierra”.

Todo tiene su explicación y Sabino pone el dedo en la llaga: “Antiguamente era casi obligado, pues por las ancestrales costumbres comunales de los pueblos los mejores pastos había que dejárselos para las vacas porque eran las que hacían las más duras faenas del campo, todo el año, pero muy en particular en verano tirando del carro para el acarreo, del trillo en la parva. Pero hoy en día apenas quedan vacas, hay pueblos donde ya no hay ninguna, se siembra menos y sobran pastos por todos lados y no sería necesario subir a la sierra, lo que pasa ses que es un modo de vida al que estamos acostumbrados y no nos cuesta nada subir”.

Lo reconoce: “Soy feliz con mis ovejas, pastoreando en los valles y montes de mi pueblo. No envidio para nada a la juventud, a los que estudiaron conmigo en la escuela de Mahíde que hoy trabajan en Madrid, Barcelona o Bilbao, porque puede que ganen más dinero que yo, pero la calidad de vida que yo tengo al cabo de un año no se paga con todo el dinero del mundo. Me puedo permitir el lujo de salir de fiesta, de divertirme por ahí, de comer fuera o ir a pasar el día a Zamora, Salamanca o Valladolid, pues la vida de pastor de hoy no es tan esclava como la que tuvieron mis padres y abuelos. Los ganaderos de hoy disponemos de grandes adelantos que hacen nuestra vida más fácil y llevadera”.

La Asociación para la Promoción y el Estudio de la Capa Parda Alistana que preside Andrés Castaño Fernández ha reconocido con un documental la labor de Sabinín: el último trashumante de la Raya.