Manuel Pérez Rapado, maestro jubilado, nació en Villaseco del Pan. Hijo, nieto y sobrino de molineros, los miembros de esta saga familiar fueron los últimos molineros de la aceña de Villaseco en el Duero que desapareció inundada por la construcción de la presa de Villalcampo. Manuel es un enamorado de los arribes del Esla entre los que creció; diez kilómetros de una belleza agreste extraordinaria que comienzan aguas arriba de la presa de Ricobayo y finalizan donde el Esla entrega sus aguas al Duero. Un paraíso natural a las puertas de Zamora que este maestro sueña con que sean reconocidos y disfrutados como merecen.

–Viniendo de donde viene no extraña su querencia por el río.

–Tengo 68 años y gran parte de mi vida se ha desarrollado en sus orillas. Mis padres, mis tíos, mi abuelo eran molineros, los últimos de la aceña de Villaseco que desapareció al ser inundada por la presa de Villalcampo. Cuando yo tenía 6 años mi padre compró molino en Villalcampo y allí pasé mi infancia y la juventud, hasta los 17 años. Mi abuela materna era de Muelas del Pan y aquí me casé y tengo una casa donde ahora vivimos. Esta zona es una maravilla y en tiempo de pandemia, cuando necesitamos tanto ese contacto con la naturaleza, es un privilegio poder disfrutarlo. Colma con creces todas las expectativas.

–¿Qué recuerdos tiene de su niñez?

–Son muchas vivencias; principalmente me acuerdo de que con apenas cuatro años mi abuelo dejó el molino para que lo cogieran sus hijos y desde entonces él se dedicó a la buena vida. La mayoría de los días nos bajábamos al arribe a pescar en el barco, tenía unas nasas en el río atadas en los troncos y allí entraban anguilas, barbos…. Mi abuelo me armaba la caña y yo pescaba sardas, escallos, y cuando tenía sed me decía, agáchate y bebe agua del río. Se bebía sin problema de ningún tipo. Pasábamos con el barco para el otro lado. En frente de Villaseco estaba la dehesa de Fontanillas, mi abuelo iba a la encina, cortaba la leña y en la otra orilla nos esperaba la burra y para arriba. Como siempre tenía el molino en la cabeza, recuerdo que cuando bajábamos al río cogía los gamonetos (la planta de los gamones) con la navaja, hacía un aspa, luego cogía dos piedritas, las ponía en el arroyo y allí se quedaban dando vueltas todo el día. Son muchos recuerdos vinculados al contacto con la naturaleza.

–Especialmente ligados al agua y a la molinería.

–Claro, en los arroyos de estos pueblos ribereños había molinos de arroyo y de rodezno. Villalcampo llegó a tener hasta veinte y han recuperado dos. En Muelas había ocho y se han limpiado tres. Los de Villaseco están en el arroyo del Moro, que es tributario del Duero. Estos artilugios cumplieron su misión y a la vez embellecieron los arroyos. Pues ahí están también, para el disfrute de los visitantes.

"Cuando era pequeño se podía andar por la orilla del río, hoy la invaden las zarzas"

Manuel Pérez Rapado

–Y ese amor por el pueblo y el arribe ha permanecido intacto a lo largo de su vida, hasta hoy que vuelve a vivir allí.

–Es que es de una belleza extraordinaria, es una pena que mucha gente se pierda unos parajes que están a 20 kilómetros de Zamora. Me encantaría que se recuperara ese paisaje que disfruté en la niñez y la juventud, aquellos caminos, veredas, vaguadas, praderas y fuentes que estaban tan limpios y donde la fauna silvestre podía ser oteada. Muchos fines de semana iba a pescar con mi padre porque yo creo que estaba ansioso por ver el paisaje de Villaseco. Llevabas la tortilla, el tocino y el chorizo, y era un placer. Se podía andar perfectamente por la orilla del río y en cambio hoy está dominada por las zarzas. Ni el perro casi puede bajar a beber agua porque no le deja entrar la maleza. Es una pena; el arribe del Esla está invadido por rosales silvestres, agavanzos, piornos, escobas y la gran invasora es la “Stipa gigantea” o barcego.

–¿Cree posible la recuperación de esos espacios como usted los conoció?

–Para ello, en primer lugar hay que hacerlos transitables. ¿A quién corresponde?. Todos somos responsables, pero quienes tienen que tomar las decisiones son los ayuntamientos solicitando ayudas y sino intentarlo con recursos propios porque estoy seguro de que les compensaría. Y si los caminos sirvieron para los modos de vida de hace 50 años, habrá que adaptarlos a los tiempos actuales, hacerlos transitables para vehículos y por supuesto para las personas que quieran visitarlos.

–Existen restricciones, en la naturaleza hoy no se puede hacer todo lo que se quiere.

-Sí, en Medio Ambiente por norma tienden a limitar, pero no sería tan difícil aplicar el sentido común como se ha hecho durante siglos de vida cotidiana en el medio rural. Se trata de hacer un poco de pedagogía. Como llevo viviendo toda la vida en la zona de los arribes del Esla puedo asegurar que cuando estaba habitado por personas y multitud de animales domésticos, la fauna silvestre era mucho más abundante. A la fauna le encanta controlar a los visitantes de del arribe; tenemos el ejemplo de las márgenes del Duero en la ciudad de Zamora donde ahora se pueden ver sin problema garzas, cormoranes, fochas, patos, incluso rapaces.

"Muelas, Villaseco y Villalcampo deberían hacer un frente común para promocionar toda la ribera"

Manuel Pérez Rapado

–Pero las aves siguen siendo abundantes en este territorio arribeño.

–Están las alondras, terreras y cogujadas, que te acompañan un buen trecho y parece que quieren jugar al escondite. Petirrojos, más territoriales, se quedan tan a gusto cuando te alejas. Aviones roqueros, a los que tengo un cariño especial y cuando me acerco al punto más alto del arribe revolotean muy cerca de la cabeza. Chovas piquirrojas, abundantes y muy ruidosas. La presa de Ricobayo es su lugar favorito, junto con un pizarro en Villalcampo. El quiá, quiá, quiá de su parloteo me recuerda a la película de “Los Santos Inocentes”. Cucos, abubillas, abejarucos, mirlos, collalbas, garzas, cormoranes, palomas bravías, alcaudones o las currucas, muy abundantes pero escurridizas que habitan en zarceras, tomilleras, carrasqueñas o capirotadas.

–Sin olvidarse de las rapaces.

–De alimoches llegué a contar hasta diez nidos en esta zona, imagino que se ha reducido a la mitad porque su comida ha desaparecido ahora no tienen animales muertos para nutrirse, igual que les pasa a los buitres. Aunque su hábitat se encuentra en los arribes del Duero, se acercan muchas veces a los del Esla.

Manuel Rapado delante del arroyo de Los Molinos. | M. P.

Manuel Rapado delante del arroyo de Los Molinos. | M. P.

–¿Por qué dice que en Portugal las cosas se hacen mejor?

–Un ejemplo muy claro está en las buitreras, ¿dónde están las que rondan el Duero y el Esla?. En Portugal. En los pueblos portugueses frente a Fariza y Mámoles tienen varios caminos que bajan al Duero y los buitres no se han ido, por tanto no están equivocados.

–Hablando de otros animalillos no es raro escuchar a lugareños cómo los lagartos eran familiares y fuente de alimentación.

–De chaval salíamos a cazarlos, sus madrigueras preferidas eran las rendijas de las rocas. Debajo de cada piedra te encontrabas uno o dos ejemplares, para mi es un animal especial por su belleza. Si se va despacio ahora todavía se pueden encontrar tomando el sol sobre las peñas. También están las lagartijas que, a falta de lagartos, ayudan a recrear la vista. Los galápagos son muy abundantes en las riberas de Sayago. Y las culebras también se dejan ver, principalmente bastardos o las que se acercan a los pozos de la rivera en busca de ranas, otra especie a punto de desaparecer.

–Entre la flora, antes hacía alusión antes a los gamonetos, singulares de Sayago.

–Es que esta planta da nombre a Gamones y Torregamones. En primavera echa una especie de vara delgada de un metro aproximadamente y al final le salen las flores de color blanco. Como soy mayor y pertenezco a la España profunda vi hacer barcados con ellos y colocarlos debajo del escaño de la cocina. Servía para alumbrar cuando si iba a “dar posturas” a las vacas, porque en aquellos años había solo una bombilla en toda la casa. Abundan también tomillos, piornos, lavanda, santolinas, escobas blancas y amarillas que tantos usos han tenido, rudas, torviscos, lentiscos y cornicabras, arces de Montpellier, enebros….

"Iniciativas como un campo de regatas o un rebaño de cabras que limpiara el monte serían muy buenas y enriquecerían la zona"

Manuel Pérez Rapado

–Si algo singulariza a la orografía de los arribes son las formaciones graníticas.

–La comarca de Sayago está dominada por el granito, la igual que todos los arribes, incluidos los de Salamanca y su continuidad a la sierra de Gata, especialmente en Portugal. En Muelas y Ricobayo está la frontera que separa el granito de la pizarra y la cuarcita. Aunque todos los pueblos de Sayago tienen rocas singulares, en estos 10 kilómetros de arribes se concentran multitud de peñas y berruecos con formas especiales. Podemos divisar formas de lagartos, caracoles, tortugas, delfines, búhos o setas. No hay una formación granítica tan amplia y espectacular como la de estos arribes del Esla.

–Seguro que muchas son desconocidas incluso para los habitantes más próximos.

–Y es una pena. Son formaciones caprichosas que la erosión ha moldeado a lo largo del afloramiento granítico. Y yo me pregunto, ¿cómo es posible la fama de la Ciudad Encantada de Cuenca?. No vamos a quitarle valor, pero que se acerquen multitud de excursiones para ver un pequeño conjunto cuando en estos arribes del Esla tenemos cientos. Y luego están los “pizarros” (farallones) que se suceden en un tramo tan corto y todos con categoría para ser miradores. Solo en los 4 kilómetros del arribe de Muelas del Pan hay diez pizarros con sus correspondientes vaguadas. E igual sucede en Ricobayo, Villaseco o Villalcampo. Ya los hombres de la Edad de Hierro utilizaron varios de ellos como asentamiento por la fácil defensa y la abundancia de pesca y caza. Por ejemplo, Fallangosta y Peñalcarro en Villaseco; el Castrillón en Ricobayo; Castillo de los Pueyos y Vandinguila en Villalcampo. Pozocincho, Castilacabra y Cueva de la Mora en Muelas.

–Las cascadas (estacionales), cuando las lluvias y el deshielo son generosos, constituyen un atractivo añadido.

–El arroyo de Los Molinos de Muelas cuenta con una cascada espectacular y tan llamativa como las vecinas de Abelón o Mámoles que son las más populares. Es muy poco conocida porque la vaguada de bajada al río está intransitable.

"La naturaleza ha recuperado fuerza con la pandemia, es el momento de disfrutarla a tope"

Manuel Pérez Rapado

–Con semejante espectáculo de naturaleza usted sostiene que habría que sacar rendimiento.

–Yo creo que los alcaldes ribereños de Muelas, Villaseco y Villalcampo deberían hacer un proyecto común para establecer una red de miradores de los lugares más representativos y espectaculares del cañón, con sus caminos de acceso. La unión hace la fuerza y sería mucho mejor que ir individualmente. Hay un piragüista y técnico de la Federación de Castilla y León que vive en Muelas y tiene un estudio para hacer un campo de regatas y meter piraguas. Yo he bajado el Sella con los niños, he ido al cañón del Río Lobos, por qué aquí en el Esla no se puede hacer un campo de regatas para que vinieran todos los castellano-leoneses con sus escolares en una zona tranquilísima y privilegiada por estar al abrigo de los vientos. Sería un kilómetro largo entre las desembocaduras de los arroyos del Vedal y de los Molinos. Por qué no se podría poner aquí un barco recorriendo los arribes del Duero y el Esla que son de una belleza impresionante. Qué pasó con ese proyecto del rebaño de cabras para limpiar los arribes, sería una idea buenísima y un reclamo turístico. Lo mismo que el Ayuntamiento tiene jardineros, por qué no un cabrero para que los animales limpiaran el arribe. Igual que el Ayuntamiento de Almaraz tiene una ganadería de vacas, por qué no un proyecto en común entre los ayuntamientos y que se rotaran el rebaño de cabras. Son iniciativas que crearían empleo, fijarían población y atraerían turismo a una zona espectacular.

–Parece que la pandemia no ha hecho mirar más a la naturaleza y, como dice, esta zona está “a un paso” de Zamora.

–Totalmente de acuerdo. La naturaleza ha recuperado tanta fuerza que es el momento apropiado para disfrutar de los arribes cercanos a la ciudad. Ese contacto directo con la naturaleza alivia el estrés que ha producido la pandemia y el arribe es impresionante.