Presentación del libro en Puebla de Sanabria. | Araceli Saavedra

Ecologistas en Acción de Zamora presentó ayer “Ábrete, cielo. 125 voces en contra de la mina de wolframio y estaño de Calabor” en un acto que tuvo dos escenarios, el castillo de Puebla de Sanabria por la mañana y la Plaza de Calabor por la tarde. Calabor es el término donde se ubica el proyecto de la mina Valtreixal, en el Alto de Repilados, que cuenta con el rechazo de diferentes asociaciones de España y Portugal, al estar en el límite de la frontera, en la declarada Reserva de la Biosfera hispanolusa.

La empresa Siencalsa, participada por la Junta, concedió los derechos de explotación e investigación a la firma, asociada con la canadiense Almonty. Los dos derechos mineros abarcan 2.248 hectáreas, aunque la mina a cielo abierto se concentra en 247 hectáreas dentro de la Reserva Regional de la Sierra de la Culebra.

Cristina Zelich abrió la presentación explicando las acciones llevadas a cabo por el grupo ecologista, como la presentación de alegaciones contra el proyecto de la mina a cielo abierto y un coloquio con diferentes colectivos a través de plataformas digitales. “Ábrete, cielo” se suma, junto con las dos actividades informativas de ayer, a esas acciones en colaboración con Ediciones Invasoras, editora radicada en Manzanal de Arriba y dirigida por Julio Fernández.

Fernández destacó la “complicidad” de estos 125 escritores, entre ellos Juan Carlos Mestre, premio nacional de Poesía, la activista Lolita Chávez, o el periodista Joaquín Araújo; sin olvidar escritores zamoranos como Braulio Llamero, Luis Ramos, y de la comarca.

Valentín Chesma explicó las grandes magnitudes de este proyecto y sus repercusiones negativas en el paisaje, las aguas, las comunidades de fauna y flora y a la propia población local. La mina ocupará 247 hectáreas, lo que equivale a 500 campos de fútbol. Chesma puso en evidencia la “falta de rigor” del estudio medioambiental del proyecto que en unos casos señala 19 años de explotación y en otros 17. La explotación arrojará 23 millones de metros cúbicos de residuos mineros y sulfurosos, además de emplear 1.748 toneladas de explosivos.

El número de empleos, 107, se distribuyen entre 77 técnicos y 30 operarios, aunque a medida que se cierre otra mina que está en explotación se irá transfiriendo a los trabajadores. Se prevé el paso de 30 camiones diarios por las carreteras de la zona y la instalación de una nueva línea de Alta desde Cobreros. Todo ello supone “la destrucción del hábitat en una zona con especies protegidas como el lobo, el águila real, el desmán y recientemente el oso”.

Los arroyos de la zona y ríos como el Calabor tributario del Sabor, en Portugal, sufrirá la contaminación con los residuos, entre ellos los sulfurosos, además de realizar cortas y afectar a las carreteras locales. Otro de los problemas reiterativos es la falta de restauración de las minas a cielo abierto, con ejemplos en la provincia como Flecha, Boya y Mahíde.

A ello se suma las consecuencias negativas para las empresas y trabajadores relacionados con el turismo de naturaleza en la zona. Valentín Chesma destacó que “no como una mina antigua de galería, como las que había en la zona”, aludiendo a la desinformación y a la creencia de que es una mina como las que hubo antes en Calabor.

El debate más activo se abrió cuando uno de los participantes, vecino de Calabor, preguntó por “propuestas reales por necesidad de dar de comer a nuestras familias” y “no tener que irnos”, además de reivindicar el papel de los vecinos con la afirmación de “los ecologistas se hacen en la tierra”. Cristina Zelich, señaló su procedencia rural y contestó con que “la despoblación se soluciona con servicios” y “propuestas de defender el territorio” y que “los recursos ambientales como la ganadería extensiva” como manera de frenar la despoblación.

En Calabor la reunión informativa, en la que participaron unas 45 personas, arrancó con cierta tensión por la pancarta, donde no figura el nombre del pueblo. Los vecinos trasladaron las consecuencias “de lo que dejaron ahí” de la última explotación a cielo abierto en los años 80. La principal preocupación es si se cumplirá la restauración. Algunos vecinos se han comprometido a acompañar a Ecologistas a recorrer las minas que se hicieron y los daños. También acudieron personas de Portugal.