Tábara ha dado su último adiós a la persona que más ha indagado y divulgado a lo largo de los siglos XX y XXI la historia de la tierra que fuera cuna del insigne poeta León Felipe Camino Galicia y morada de los santos Froilán de León y Atilano de Tarazona (obispos de León y Zamora), así como del maestro Magius: Eugenio Rosado Garrido, el hombre llegado de lejos que inspirada confianza y serenidad, convertido en vecino ejemplar y magnífica persona, ha fallecido a los 74 años de edad.

Eugenio Rosado Garrido nació en la amurallada Ávila en 1946 y allí vivió y paso su infancia, adolescencia y juventud destacando como un excelente alumno para labrarse un futuro, algo que iba a cambiar y dar un giro a su vida hace ahora 52 años.

El día 30 de septiembre de 1958 el entonces director general de Capacitación Agraria, José García Gutiérrez, rubricaba el nombramiento oficial de 60 plazas de agentes comarcales de extensión agraria en España, para quienes habían aprobado la oposición convocada el 8 de julio de 1967. Uno de los sesenta afortunados era Eugenio Rosado Garrido, con categoría administrativa de ayudantes de agentes comarcales y sueldo anual de 16.800 pesetas, más dos pagas extraordinarias por el 18 de julio y Navidad, equivalentes a una mensualidad cada una.

En el otoño del año 1968, más concretamente el día 6 de diciembre, el joven e ilusionado Rosado Garrido iniciaba un viaje de Ávila a Zamora para trabajar en la Agencia de Extensión Agraria de Tábara, y poco podía imaginar él que aquello iba a cambiar su historia y su vida para siempre hasta convertirse en un tabarés más, querido, admirado y respetado por todos sus paisanos.

En su mente y en su corazón chocaban frontalmente la floreciente ilusión como flamante agente comarcal de Extensión Agraria del Ministerio de Agricultura, toda una vida por delante para desarrollar proyectos y sueños profesionales, y por otra parte la añoranza y la tristeza de tener que dejar atrás a su familia y a su tierra de origen abulense.

Emigrar lejos, aunque fuera para progresar, nunca es fácil, más en aquellos años aún difíciles. Atrás quedaba la comodidad y el cariño irremplazables de casa y familia para vivir tras su llegada y en su primera época en Tábara en la antigua pensión situada en la calle “Berdionas”, durante varios años su morada. Tuvo otros destino temporales como agente comarcal como Mombuey en la vecina Carballeda y la lejana Teruel, en Aragón, pero su destino estaba escrito, el amor lo escribió, y era Tábara.

Santiago Andrés Fresno, emigrante en Alemania y jubilado de la Lufthansa, amigo del finado asevera: “Eugenio siempre fue una persona muy participativa en todo lo que se hacía en Tábara para los demás, tratando de ayudar y mejorar cada una de las actividades que se proponían para el divertimiento de los tabareses. Fue Rosado Garrido el gran impulsor de las fiestas que se hacían en el pueblo, desde los juegos que el Ayuntamiento organizaba para los más jóvenes, así como las romerías que cada año se celebran en la Sierra de la Culebra en honor a San Blas y San Mamés y cualquier festejo que estuviera arraigado en Tábara como los entrañables actos para todos los vecinos en la procesión que se hace cada año en septiembre en honor a le Virgen del Carmen” y sentencia: “Era también una persona que trataba de poner en valor cada uno de los activos del pueblo que le había acogido, profundizando en su historia y sus tradiciones”.

A la vera de la paradisiaca, mítica y mística Sierra de la Culebra y la histórica iglesia de Santa María y su Scriptorium Tabarensis conoció a Antonia Romero Pascual “Toña”, una tabaresa de pura cepa de la cual se enamoró, un amor que fue correspondido, y formó una familia armoniosa y feliz de la que nacieron sus cuatro hijos: Felipe, Juan, Salvador y Sonsoles.

El día 15 de agosto de 2016, coincidiendo con el “Día Grande” de las fiestas patronales de Nuestra Señora la Virgen de la Asunción, la Corporación Municipal del Ayuntamiento de Tábara, presidida por el alcalde José Ramos San Primitivo, le nombraba “Tabarés del Año” como reconocimiento institucional y de sus vecinos a Eugenio Rosado Garrido por toda una vida dedicada a Tábara y a los tabareses.

En 2017 Rosado Garrido fue el elegido como pregonero de las fiestas de agosto de la Virgen de la Asunción y dejó admirados a los vecinos desde el balcón de la Casa Consistorial: “La Villa de Tábara es una histórica tierra, una acogedora cuna para nacer y un paraíso para vivir, convertida en una fuente de aconteceres durante siglos”, magnífico pregonero que supo alabar y alabó las grandezas de Tábara y de los tabareses, de cuantos en ella nacieron o la habitaron, algunos de ellos alcanzaron prestigio mundial como San Froilán, San Atilano, Magius, Emeterius, la monja Ende, Sennior y Monnius con sus preciados códices medievales y León Felipe, nacido Tábara el 11 de abril de 1884 y fallecido en México el 18 de septiembre de 1968.Siempre le gustaba recordar a Eugenio Rosado que “allá por las tierras de la Sierra de la Culebra, “La Folguera” y “Palomillo” el territorio tabarés, desde el siglo VI antes de Cristo estuvo ocupado por astures, augustanos, vacceos, romanos, vándalos asdingos y visigodos» así como que “el Monasterio de Salvador fue destruido por las razzias de Almanzor entre el 987 y el 988 y no se repuso de inmediato”.

Hombre honesto y trabajador que llevaba siempre la honradez y la sencillez por bandera. Se autodefinía como “un metódico estudioso de las cosas realmente ocurridas en Tábara”. Y así era, pues tras jubilarse se dedicó en cuerpo y alma a desentrañar entre legajos escritos y compilados en los archivos, y entre la tradición oral transmitida de generación en generación de tabareses, los entresijos de la historia de la villa dando datos y fechas concretas, justificando cada uno de sus descubrimientos. A Eugenio Rosado Garrido se le debe la recuperación y puesta en valor de las rutas urbanas y campestres por el territorio de Tábara donde él hacia las veces de compañero y guía.

Eugenio Rosado Garrido, aquel joven abulense que llegó con sólo 22 años, hace ya 52, a una tierra donde a nadie conocía tuvo una vida ejemplar, allí formó su familia, aunque como de la familia le consideraban todos sus los tabareses por su manera de ser, “era todo corazón”, y gracias a su trabajo, investigaciones y tesón las presentes y futuras generaciones pueden y podrán conocer a fondo la historia de Tábara.