Chany Sebastián

La comarca de Aliste y la región de Tras Os Montes ponían ayer el más triste y solitario punto y final al año romero más atípico e incongruente de la historia de convivencia y hermandad de “La Raya” de España y Portugal. La crisis sanitaria global y la pandemia del coronavirus han traído consigo la única primavera y verano de la historia donde alistanos y trasmontanos no han podido celebrar sus encuentros de convivencia y hermandad a la vera de las devociones y el comercio mercantil.

Un rosario romero transfronterizo, que por lógica dura 185 días de primavera y verano, donde en 2020 las procesiones, ofrendas, gracias e intercambio comercial han brillado por su ausencia. Solo hubo misa en la iglesia, pero el pasado sábado.

Manda una tradición de siglos que San Vitero abría y abre las puertas cada año a las romerías con su Cristo de Marzo (día 19), honrando a San José, y las cerraba con el Cristo de Septiembre (día 14), venerando a la Santa Cruz.

Las romerías alistanas y trasmontanas son un casi excepcionales en el orbe cristiano donde han convivido la variante religiosa y comercial, complementándose entre sí, aunque en ocasiones se intentó separarlas por la Iglesia como sucedió en el siglo XVIII cuando el Arzobispo de Compostela prohibió el Sermón del Descendimiento de Bercianos por “algarabías”: en Viernes Santo antiguamente se celebraba también con una especie de feria lúdica que incluía degustaciones gastronómicas.

En el caso de San Vitero los “Cristos” según los más ancianos sirvieron, –en unos tiempos donde las comunicaciones e intercambios entre los pueblos no eran muy habituales–, para el inicio de noviazgos entre forasteros (de dos pueblos diferentes) y también para que muchas familias ultimarán “Matrimonios de Conveniencia” donde más que la atracción física y los valores humanos de cada cual o el amor, lo que mas rimaba era el “capital” (posesiones de tierras).

Las históricas Memorias del Arzobispado de Compostela del año 1607, al que pertenecieron las Vicarias de Aliste y Alba, ya citan la existencia en San Vitero de tres ermitas, una de ellas dedicada a la Santa Cruz y las otras dos a los mártires (Fabián y Sebastián) y a San Andrés.

En el siglo XVIII el Cristo de Septiembre acogía fiestas dos días. El 14 misa cantada y sermón en la emita procesión “que trataba sobre el misterio” siendo la fe ha n que acudían los devotos a ganarse el jubileo y de paso a comprar o vender sus animales en el mercado de la pradera. El 15 había misa y sermón por los cofrades y bienhechores de la hermandad, con responso y procesión. Luego había Cabildo dentro de la ermita y se elegían los cargos: abad, juez, mayordomo y 4 “cabilderos cuadrilleros”

Es a partir de 1697 cuando se comienza a hablar en los manuscritos de manera conjunta del santuario como de la “Vera Cruz” y de Santísimo Cristo de Campo (por su ubicación en la llanura más grande de la comarca conocida como Campo de Aliste.

La hermandad del “Santísimo Cristo del Campo” fue agregada a la de la “Santa Vera Cruz” hace concretamente 329 años, en 1697, mediante la bula pontificia del Papa Inocencio XII con unos objetivos muy claros: “Para mayor veneración de tan milagroso señor y por mejor cumplir las obras de misericordia y ganar los jubileos e indulgencias a la santa cofradía concedidas”. Así mismo contaba con una bula del año 1677 y Letras Apostólicas de Clemente XIII de fecha, día 13 de enero de 1768.

Ya unidas un una sola cofradía, sus primeras ordenanzas conocidas fueron redactadas y aprobadas en un mismo día, el 14 de septiembre de 1715: hace 305 años. Oficialmente no entraron en vigor hasta su aprobación por el Vicario General de Compostela (Arzobispado de Compostela) el día 4 de abril de 1716.

Fue una de las primeras hermandades de carácter comarcal, – ya existían otras como las de San Blas en Rabanales y San Fabián y San Sebastián en la Vereda de Galicia (Valer)–, aunque la de San Vitero era con diferencia las más importante en cuanto a devoción y cofrades. Era mixta, de legos y clérigos, y cada hombre o mujer pagaba por “entrar una limosna (a voluntad) y por salir un falifo o alaja”.

El santuario del Santísimo Cristo del Campo fue considerado siempre el segundo más importante de la Vicaria de Aliste solo superado por el de “El Convento” de la Orden Tercera de San Francisco de Alcañices (1741), dedicado a Nuestra Señora la Virgen de la Salud (Patrona de la Comarca).

No obstante, como todos los de la Vera Cruz, los inicios fueron sencillos y humildes, tal es así que ni existía una cruz para procesionar, se veneraba una imagen del crucificado que estaba pintada en la pared del altar. Sin embargo fue creciendo tanto la devoción y los devotos al Cristo que se pudo levantar actual acarreando las piedras de cantería median de “Carrunas” de devotos de diferentes pueblos desde las canteras de Fornillos de Aliste.

FERIA GANADERA E INDULGECIAS CAMINARON EN ARMONíA A LO LARGO DE SIGLOS

En 1791, Manuel Cid y Monroy, Visitador de Compostela, en su visita a Aliste sentenciaba sobre las ermitas de San Vitero: “La de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián necesita repararse; la de San Andrés se halla arruinada y para que el concejo piensa reedificarla. La de Santo Cristo que comúnmente se denomina del Campo, es la mejor de la jurisdicción”.

Hay “fundada en ella una cofradía a la que están concebidas bulas de los sumos pontífices, muchas indulgencias; se hace función en ella los días de San José y de la Exaltación de la Cruz en los que hay sermón y concurren muchas personas a confesarse a cuyo fin son llamados o ocho o diez confesores, sin contar con otros que voluntariamente y por devoción se dedican en estos dichos días a este santo ejercicio para que la multitud de gentes que llegan de todas partes puedan aprovecharse del fruto y gracias que se le dispensan”.

Considero el visitador muy excesivos los gastos y les fijo una cantidad fija de 400 reales además de 60, treinta para cada uno de los sermones. En esas fechas era cura Antonio Elías que llego en 1780 y murió en 1812, llegado de tierras lejanas, era natural de Soto de los Cameros, en el Obispado de Calahorra. Le ayudada otro cura residente, Santiago Leal, nacido en el Poyo.

Antiguamente los desplazamientos se hacían andando o a lomos de la burra, por escabroso caminos de “Herradura” o de “Rodera”, largos recorridos donde se entonaba la copla: “Bendito Cristo del Campo,/ Santo, humilde y milagroso,/ sednos, por vuestro amor / consuelo, guía y reposo. / Esto, Señor, os suplican,/ humildes, los pecadores. / fiados en vuestro amor, / bondad y en vuestros dolores”.

En el Libro de Cuentas de la cofradía del Santísimo Cristo del campo, de 1820 a 1963, se detallan los cofrades y “cuadrillas” de diferentes pueblos como Matellanes, Ufones, El Poyo, Vega de Nuez, Villarino Cebal Grisuela y Rabanales.

Lo “Cabilderos Cuadrilleros” eran cuatro curas, párrocos o cuando menos eclesiásticos, que supieran leer, escribir y de cuentas, pues cada uno tenía su cuadrilla y recorría los pueblos una vez al año desde la Pascua del Espíritu Santa hasta San Bartolo (24 de agosto) para cobrar los falifos y recoger limosnas a base de lana de oveja Castellana, trigo, lino y centeno que se daba a la cofradía. Se elegían por tres años y estaban divididos en cuatro cuadrillas: “Campo”, “Yermo”, “El Rincón” y “La Ribera”.