De igual forma que la plenitud del siglo XX no se entendería sin la acometida de agua o electricidad en las viviendas, hoy es inconcebible una sociedad desconectada de las redes digitales. Fornillos de Fermoselle, uno de los pueblos singulares del Parque Natural Arribes del Duero “bendecido” también con la figura de Reserva de la Biosfera, padece los males de una España vaciada (hay quien prefiera hablar de España de interior) donde la ecuación población-servicios quiebra el principio de igualdad. “Somos pocos y no contamos” vienen a decir sus vecinos. No es el único pueblo atrapado en la brecha digital y sí un espejo donde, por desgracia, se ven reflejadas muchas zonas rurales condenadas al ostracismo mientras el “primer mundo” viaja por las autopistas de la información.

"La comunicación por Internet es nefasta"

Ángel Alcántara, funcionario en el Ayuntamiento de Murcia y originario de Fornillos de Fermoselle, no limitaría su estancia en el pueblo a las vacaciones de verano si las nuevas tecnologías le permitieran hacer teletrabajo desde su casa en Sayago. Ni él ni su mujer, profesora en la Universidad de Murcia, se pueden permitir el “lujo” de vivir, o al menos prolongar más tiempo la permanencia en Fornillos, porque “la comunicación por Internet es nefasta”, imposible para teletrabajar. “Esta casa podría estar abierta casi todo el año y lamentablemente no puede ser”. No son los únicos. Profesores, funcionarios o ingenieros, también emprendedores y ganaderos que residen en el pueblo se confiesan “hartos” de escuchar palabras rimbombantes en defensa del mundo rural o de la trascendencia de la banda ancha mientras cada día ven más lejos la tecnología punta.

José y Victoria con tres de sus cuatro hijos. J. L. F.

Junto a las alabanzas sobre un entorno natural “maravilloso”, los alojamientos de turismo rural manchan su buena hoja de servicios con un “pero”: la pésima conexión a Internet, lenta y deficiente cuando no nula. José y Victoria viajan hacia Portugal tras pasar cinco días en una casa rural de Fornillos con sus cuatro hijos de 6, 4, 3 y 1 año. “Nos vamos encantados; si nos vuelve a pillar el confinamiento alquilaremos una casa y nos iremos a un pueblo, pero la prioridad es Internet; sin una conectividad con garantías es impensable salirnos de Madrid” cuenta él. “Yo soy profesora y durante todo el confinamiento he dado las clases sin problema, hay alumnos que se han cambiado a un pueblo y no hemos notado nada, pero aquí hubiera sido imposible” cuenta Victoria tras la “pelea” por navegar por la red durante la estancia en los Arribes del Duero.

El móvil en Fornillos, sin conexión a Internet. J. L. F.

“Para que haya población tiene que haber servicios y hoy se depende prácticamente al cien por cien de Internet, es clave” argumenta Víctor Casas, propietario de alojamientos rurales en Fornillos. Las constantes caídas de la red en el último mes provocaron la visita de los técnicos a ciertas viviendas y empresas de la comarca de Sayago. “Dicen que no pueden hacer más, la antena se calienta, el sistema de refrigeración está obsoleto y a la mínima te deja colgado. Nosotros ponemos los mejores medios y no nos sirve de nada. Esto afecta a los pequeños negocios, aquí hay emprendedores que hemos apostado por el pueblo y tenemos unas dificultades tremendas; no podemos soportar no tener red”.

"Para que haya población tiene que haber servicios"

El confinamiento ha acelerado el teletrabajo y la opción por habilitar la oficina desde el pueblo ha abierto muchas casas y sobre todo una oportunidad por revitalizar el medio rural. “En junio nos ha llamado mucha gente pidiendo quedarse en las casas pero con la condición de poder navegar por Internet en buenas condiciones, entonces les tienes que decir que mejor no vengan porque no les podemos asegurar el servicio. Ahora mismo Internet es como tener agua potable en casa, un servicio de primera necesidad que no podemos ofrecer en condiciones mínimas” lamenta Víctor Casas.

Emprendedores en Fornillos de Sayago. J. L. F.

“En este pueblo siempre hemos ido por detrás en las nuevas tecnologías, en su momento no teníamos ni Iberbanda, ahora ni siquiera 4G, sales a la carretera apenas unos kilómetros y ya la hay. Hemos intentado el servicio con varias operadoras y te tienes que dar de baja porque es pésimo, ahora tenemos la conexión por satélite y además de ser caro y lento, también falla” describe Sara Groves-Raines, al frente de una quesería y una bodega y asentada con su familia en Fornillos desde hace 26 años. “Nos sentimos discriminados. Este pueblo tiene varios negocios, las casas rurales, dos bodegas, la mermeladería, la quesería, la ganadería, hay vida. Cuando venía el médico, porque ahora tampoco, muchos días no podía conectarse, la gente esperando. Carecer de Internet ahora es una condena”.

"Carecer de Internet es una condena"

Para un negocio la venta “online” es una opción hoy irrenunciable, por eso los problemas para dar salida a los productos a través de Internet compromete la viabilidad de las pequeñas empresas en tiempos especialmente complicados. “La rapidez es fundamental, la gente quiere tener las cosas ya y ahora mismo carecer de una buena conexión es el mayor freno para teletrabajar; la gente quiere venir al pueblo, es salud, pero si no tenemos la herramienta estamos perdidos” apunta Patxi Martínez.

Teresa (Piki) Cotorruelo, al frente de una mermeladería, teme especialmente los días de tormenta, excesivo calor, lluvia o viento porque “fijo que se cae la cobertura y para un negocio pequeñito es un fastidio. En mi caso, no siempre tengo el mismo producto y ni siquiera puedo ir renovando la página web o hacer tutoriales. Si tengo un stock de mermeladas y las quiero vender, mucha gente te llama que ha intentado comprar pero que es imposible”.

Judit Martín y Ángel Alcántara, junto a su perra, en Fornillos de Fermoselle. J. L. F.

Esta emprendedora “sufre” las desventajas de la caída de la red o un Internet a pedales y en estos tiempos de pandemia lamenta cómo “muchas personas tienen que renunciar a quedarse en el pueblo porque en estas condiciones es imposible teletrabajar. Más que nunca y si queremos futuro para los pueblos se necesita una cobertura decente”.

El joven profesor Carlos Galende escapa a Fornillos desde Madrid en cuanto puede, al igual que su padre, ingeniero obligado a desplazarse a Madrid de lunes a viernes en lugar de quedarse en el pueblo porque desde Fornillos no es posible teletrabajar. “Yo viviría aquí, la cuarentena hubiera sido mucho más llevadera pero en estas condiciones ni te lo planteas. Ya no te digo subir una foto, es que no hay calidad ni para mandar un Whatsapp ni para hacer una llamada de teléfono cuando el pueblo de al lado tiene 4G. No estamos pidiendo una fibra óptica de 300 megas, simplemente lo mínimo para poder estar conectados en condiciones”.

Judit Martín, maestra, apuesta también por Fornillos pero la experiencia, navegando mejor a través de la cobertura portuguesa, le dice que no es posible. “Me conecto mejor con el roaming que desde el centro del pueblo; estamos aquí en un hoyo, en el medio de la nada y no nos hacen ni caso”.

Manuel Bárbulo, ganadero, acaba de instalar una aplicación en el móvil que le permitirá saber si los corderos pasan el filtro de la IGP. “Para nosotros es necesario Internet porque cada vez hay más trámites por el móvil. Pero, tal y como estamos, me temo que no podamos hacer nada”.

Teresa, en su tienda de Fornillos de Fermoselle, junto a Carlos.