Una vecina de Vime de Sanabria presentó en el cuartel de la Guardia Civil de Puebla una denuncia por la ocupación de su finca por parte de un centenar de jóvenes que participaban en una fiesta y una acampada ilegales, en el paraje de El Gargallón, sin permiso. La afectada se personó en el Cuartel de la Guardia Civil con la documentación que acreditaba la titularidad de una de las fincas, en concreto un prado, ocupada desde la tarde del viernes.

A esta denuncia se sumaron un número todavía indeterminado por las denuncias tramitadas por la Guardia Civil por tenencia de estupefacientes, entre otras presuntas infracciones administrativas, entre los jóvenes que participaban en la fiesta ilegal procedentes de diferentes lugares. La fiesta no cesó en toda la noche y continuó a lo largo de todo el día, a las tres de la tarde la música seguía a todo volumen. El dispositivo policial conminaba a abandonar voluntariamente el lugar a los jóvenes que estaban en El Gargallón.

El control policial implantado en el camino de acceso, además de proceder a la identificación de todas las personas que salían, impidió que regresaran de nuevo. Algunos de los participantes se marcharon voluntariamente a lo largo de la mañana. Unas idas y venidas que salieron caras porque se procedió a tramitar la denuncia administrativa a algunos de los jóvenes por presunta tenencia de estupefacientes, en otros casos por no llevar puesta la mascarilla y a todos por superar el máximo de 10 personas en una reunión, vigente como medida preventiva para evitar propagar el coronavirus.

Los jóvenes que la noche del viernes al sábado no pudieron subir por la presencia vecinal, un grupo de 10 ó 12 vecinos, se quedaron “haciendo botellón en la plaza y la puerta de la Iglesia” denunciaban en el pueblo. A lo largo de la mañana “aparecieron en el pueblo preguntando por la tienda”. Algunos vecinos no llegaron a conciliar el sueño en una madrugada de insomnio e incredulidad por la situación que se había desencadenado en el pueblo.

“No hay derecho. Nos hemos pasado muchos meses en casa para no contagiarnos y que ahora tengamos a esta gente aquí” denunciaba una vecina pendiente de un familiar mayor y dependiente. “Hay que echarlos” continuaba la afectada por la situación.

Mientras el trasiego de guardias y coches patrulla en el relevo de la vigilancia del camino de acceso, daba cierta confianza al vecindario, aunque iba a ser inevitable que se cumpliera el fin de semana de quedada. 

Todo comenzó hace una semana cuando un joven de Madrid, que veranea en el pueblo, trajo a un grupo de amigos y comenzaron a acampar y organizar sus fiestas, como señalaron algunos de los vecinos al percatarse de la presencia de jóvenes que no eran del pueblo. Algunos de los jóvenes entraron en fincas y corrales para llevarse algunos palés de madera, con la consiguiente llamada de atención. Iban a la fuente a coger agua en garrafas “algunos desnudo integral, otra con la teta fuera. No pude dejar de mirar que una iba descalza. Todo muy hippie”, describían dos vecinos.

A través de una red social se convocó una quedada para este fin de semana que atrajo a un centenar de jóvenes de Galicia, León, Madrid y Valladolid. La quedada fue de tal calibre que además de coches, furgonetas y hasta una caravana cargada con tiendas de campaña, instalaron un generador para poner en marcha un equipo de sonido y de luces. Una discoteca en medio del monte.

Poco antes de las doce de la noche, tras las llamadas de varios vecinos, se presentaron varias patrullas de la Guardia Civil. Responsables del coto de caza también fueron avisados y accedieron a las inmediaciones “si no lo ves no te lo crees. Han subido hasta un generador”. El alcalde de Palacios también fue informado pero no actuó a la espera de acontecimientos. Hacia la una de la madrugada hubo cierta tensión entre los agentes que trataban de identificar a los participantes, que cerraron con palos el entorno del lugar de reunión. A esas horas el personal iba ya algo perjudicado por el alcohol y el posible consumo de sustancias ilegales. Los responsables del dispositivo policial quisieron evitar cualquier altercado que complicara la situación.

Al filo de las dos de la mañana, un reducido grupo de vecinos se acercaba hasta el lugar donde estaba la Guardia Civil, entre ellas la persona denunciante, para recriminar al joven del pueblo que había ocupado unos prados propiedad de tres vecinos y de hacer una acampada ilegal y poner en riesgo a los vecinos. Los afectados reconocían su miedo a que provocaran un incendio, que se espantaran las yeguas que hay en la zona, además del riesgo de contagio por coronavirus “y toda la mierda que nos van a dejar”. Una vecina lamentaba “lo peor que nos van a dejar aquí después de haber estar confinados, de llevar mascarilla y que cuando ha venido la gente que siempre a pasar el verano nos hemos respetado, sin acercarnos y sin saludarnos”.

La llegada de más gente a horas intempestivas ocasionó algún intercambio de descalificaciones y algún insultos cuando se le recriminó a los jóvenes que no llevaran mascarilla, llegando incluso a reconocer alguna de las jóvenes forasteras que había pasado el COVID. Lo que encendió aún más los ánimos de alguna de las vecinas. Otro contestó “soy Frodo y tengo entrada” cuando la propietaria de una de las fincas lo conminó a marcharse cuando accedía a pie por el camino. La madrugada del sábado fue de insomnio en el pueblo y de vigilancia para los huertos y los coches, ante el rechazo vecinal a la presencia de este centenar de extraños que ni mascarillas, ni distancia social.