Rabanales de Aliste veneró ayer a su patrono san Blas en la celebración con más solera de las antiguas Vicarías de Aliste y Alba en honor al protector contra los males de garganta. Los devotos llevan ya, como poco, 413 años cumpliendo con la tradición, pues las memorias del Arzobispado de Compostela ya reflejaban en 1607 la existencia de "una reliquia pequeña de san Blas en el altar colateral del lado de la Epístola, que es de su bocación y está puesta en una caxita pequeña".

Una de las probabilidades es que la reliquia llegara medio siglo antes, allá por 1546, cuando se habría construido la capilla del altar mayor de la iglesia. Lo que sí está claro es que, a parte de la protección contra los males de garganta, son ya 308 años en que cada cada primeros del mes de febrero acuden a conseguir las gracias e indulgencias pues estas fueron otorgadas en el año 1714 a la hermandad comarcal de san Blas por el Papa Clemente XI.

La festividad de san Blas coincide con el 3 de febrero pero se adelantaba a ayer domingo para hacerla coincidir en fin de semana y que de esta manera pudieran acudir los emigrantes, esos hijos y descendientes del pueblo que por motivos de trabajo y de estudios residen fuera la mayor parte del año.

Uno de los momentos más emotivos fue la procesión alrededor del templo portando los hombres a san Blas, para continuar con la misa oficiada por el párroco Teo Nieto Vicente, dándose a besar la reliquia a niños, jóvenes y mayores. Los mayordomos del patrono san Blas fueron este año 2020 los señores Manuel Santiago Cruz, José del Prado Gelado y Gregorio Rivas Gago.

La "ofrenda del ramo" se hizo entonando la oda religiosa que se cantó por primera vez el día 4 de febrero de 1874, tras ser terminada por el cura Vicente España el 4 de enero anterior y aprobada por el arzobispo de Compostela veinte días después.

Vicente España, no fue un cura cualquiera para Rabanales. Fue quien construyó la casa rectoral que sobrevivió hasta los años 90 del siglo XX. Llegó al pueblo el 21 de marzo de 1869 (para sustituir a Gregorio Raposo. Permaneció 17 años, hasta que se vio obligado a dejar el pueblo ya muy enfermo el día 25 de abril de 1886. Su precario estado de salud llevó al Arzobispado de Compostela a asignarle un ayudante, Hilario Juan, que estuvo de marzo a diciembre, hasta la llegada en el día de santa Lucía de Martín Piriz.

Las ordenanzas de la hermandad en "reverencia" al bienaventurado de san Blas de 1714 era de carácter comarcal y para entrar en ella había de abonarse tres igualas: una vela de media libra (cera al entrar de cofrade), un alquer de trigo (el día de la recogida del grano dela era en el mes de agosto) y un cordero en Navidad (en Nochebuena regresaban los pastores con las ovejas a las pariciones o a los pueblos para el duro invierno y para cantar la Cordera).

Antiguamente la celebración duraba todo el día. La misa se celebraba por la mañana y tras ella tenía lugar la comida de la hermandad que obligatoriamente había de estar compuesta por "una olla de vaca y canero, con postre de fruta". Cuando un cofrade no podía asistir por estar impedido o enfermo el mayordomo de san Blas estaba obligado a enviarle la convidada a base de carne, pan y vino a su casa como si estuviese sentado a la mesa con los otros hermanos. Finalizada la comida los propios cofrades habían de dar de comer "con cariño" a todos los pobres.

La jornada del día 4 (san Blasico) estaba reservada a recordar a los hermanos difuntos con una misa y se volvía a adorar la reliquia. Para culminar tenía lugar el Cabildo General Anual donde el mayordomo proponía a dos de dos cofrades, uno para relevarle en el cargo y otro para ser abad.

El mayordomo descansaba 365 días "dejando un año hueco" y al año siguiente pasaba a ser automáticamente juez.Estaba obligado a dar las cuentas y entregar los fondos antes del 4 de marzo.

En 1791 la parroquia de Rabanales, dedicaba a la Transfiguración contaba con 96 vecinos y 305 personas de comunión, siendo su cura Fabián Domínguez, procedente de Valer, ayudado en su ministerio por Lorenzo Mezquita de San Juan del Rebollar. Existían cuatro ermitas en las inmediaciones del pueblo.