Primer sábado de julio, la mañana más esperada del año en Fuentesaúco. Un buen rato antes de las diez el paseo de acceso a la localidad ya era un hervidero de personas llegadas desde todos los puntos de la provincia, y desde las vecinas Valladolid y Salamanca, que se agolpaban tras los muros del prado de la Reguera esperando el inicio de uno de los festejos taurinos más singulares de la región: los espantes saucanos.

La bomba que marca el inicio oficial del encierro fue respondida con júbilo por el público, que a partir de ese momento seguiría con atención cada movimiento de los encerradores. Los caballistas realizaron hasta cuatro intentos de espante a lo largo de hora y media, desde el entrante de la parte alta del arroyo de San Pedro, pasando por el centro de la pradera, hacia la salida a las calles.

Entre espante y espante la música de charanga amenizaba las esperas con clásicos de las fiestas populares como Francisco Alegre o "Qué bonita es la amapola", entre muchos otros temas que iban sonando desde uno de los remolques que se apostaban en los extremos del prado, notas musicales que ponían banda sonora a las conversaciones de la afición, algunas versaban sobre los lances de la jornada, y otras servían para ponerse al día de las vicisitudes de la vida entre esos conocidos que vuelven al pueblo por las fiestas y que solo se reencuentran cada mes de julio.

Mientras los espantadores esperaban a pie firme en el prado los encerradores lograron conducir la manada de bravos y mansos tres veces hasta la línea de espantes, y los mozos pudieron hacer volver a los toros al menos en dos de las ocasiones.

En la cara negativa del festejo, la velocidad de las cuatro carreras y la elevada temperatura que iban creciendo a lo largo de la mañana acabaron por provocar la fatiga de los toros de Montecillo, hasta el punto de que uno de ellos acabó muriendo como consecuencia de un golpe de calor sin siquiera haber participado en el tramo urbano del encierro.

Los otros tres bravos sí comenzaron la carrera urbana, pero también acuciaban el cansancio que traían de la pradera, sobre todo uno de ellos. En general, la afición criticó el desarrollo de la segunda parte del festejo, a diferencia de lo sucedido durante los espantes que sí se resolvieron con dignidad.

Una vez recogidos los toros la jarana continuaba por las calles, peñas, bodegas y bares de la villa guareñesa, combatiendo el calor con cervezas, limonadas o simple refrescos. El caso es tener un brebaje bien frío con el que combatir los calores propios del mes de julio. Hoy habrá una nueva oportunidad para presenciar los espantes de Fuentesaúco, también a las diez de la mañana en el prado de la Reguera, con otros cuatro toros diferentes.

Por la tarde, a partir de las ocho, habrá un "encierro corto" con astados de las ganaderías El Pilar y Barcial y a continuación una capea gratuita en la plaza de toros. Por la noche, la última verbena correrá a cargo de la orquesta La Huella.

Mañana, lunes, llegará el turno, como cada año, de los espantes de vaquillas, que están programados para las once de la mañana, y la posterior subida de los animales hacia las calles saucanas. Para finalizar, los dulzaineros de la villa pondrán el broche de oro a las fiestas de La Visitación con un baile popular en el prado.