Villalpando se adelanta este año para pregonar la pasión, muerte y resurrección de Cristo una semana antes del Domingo de Ramos responsabilidad que este año recaía en Ana Isabel Miranda Riaño, quien ante una abarrotada iglesia de Santa María del Templo -hoy reconvertida en Casa Consistorial-, repasó los puntos más importantes de la liturgia propia de los días de Pasión tal y como el expárroco don Tomás se la enseñó a ella y a tantos otros villalpandinos de su edad que escucharon emocionados esos y otros muchos recuerdos de su infancia.

Unas memorias que evocaban, para la pregonera "una sensación de nostalgia que está hecha de agradecimiento y de dolor por todo lo vivido aquí, junto a mis seres queridos y aquellas personas con las que comparto esta historia de amor, que ya no están entre nosotros". El amor, como en el Evangelio, estuvo presente a lo largo de todo el discurso que Mirando Riaño ofreció a sus convecinos.

Amor y emoción, aquella que sentía cuando era niña y se acercaba la Semana Santa: "llegaba el Viernes de Dolores, eran vacaciones y el pueblo se llenaba de forasteros", procesión tras procesión, culto tras culto, la emoción de esa niña iba in crescendo a lo largo de la Semana, con los vestidos que su madre le tejía para el Domingo de Ramos, con los juegos en la calle con sus amigas -"¡Qué suerte haber crecido en un pueblo donde cada rincón, cada calle, son tu casa!", y con cada reflejo de la Pasión, esos elementos que no ha cambiado en Villapando: "Nuestras calles se llenarán de cofrades, cruces y velas que acompañan a nuestras tallas, a veces con el único sonido de una campana, otras del tambor, otras de la banda de música. Al finalizar cada procesión, siempre una poesía, un canto, 'Dolorosa de pie junto a la Cruz', 'Tierra firme', 'La hora de Nona' que expresan con palabras y música lo que sucedió hace más de 2000 años", evocó Ana Isabel Miranda.

Y es que el Evangelio era el tema de reflexión del pregón de la Semana Santa de Villalpando. La anunciadora se preguntaba qué habría hecho ella en la situación de san Pedro, qué pensaría maría al ver sufrir a su hijo, que lo único que había hecho era sanar a los enfermos y predicar el amor, y recordó que la Resurrección de Cristo es la "la fiesta de la vida, con mayúsculas" en la que "celebramos que la vida vence a la muerte, que para siempre el amor tendrá la última palabra" y que "cuando Jesús Resucita comprobamos que el amor es generador de luz, alegría y esperanza, incluso en las situaciones más difíciles, Porque donde hay amor está Jesús resucitado, está Dios".