Cincuenta y cinco kilómetros separan Zamora de Miranda do Douro por un itinerario que sigue el trazado de la calzada romana utilizada desde la antigüedad, cruzando el suroeste de la provincia a lo largo de la comarca sayaguesa. Es la Calzada Mirandesa, una vía de comunicación perdida durante años hasta que el montañero Evaristo Alvarez se puso a desmenuzarla tramo a tramo para rescatar, con la máxima fidelidad posible, la senda que comunicaba Ocelo Duri (Zamora) con Miranda do Douro a lo largo de Tardobispo, Pereruela, Arcillo, Abelón, Moral de Sayago y Torregamones.

Producto de aquel trabajo de campo es la primera Guía de la Calzada Mirandesa, que salió a la luz en el año 1999 en una edición de cuatro mil ejemplares, ahora agotada. Tal aceptación da idea del atractivo del camino para los amantes de la naturaleza, senderistas, ciclistas o caballistas, pues se trata de un trazado «muy apto» en cualquiera de las tres modalidades, como afirma el propio autor de la guía. La creciente demanda de información ha llevado a Evaristo Alvarez a proponer la reedición de la guía, un proyecto que ya tiene sobre la mesa el grupo de acción local Aderisa, el Proder de Sayago que promovió la primera. La guía actualizada de la Calzada Mirandesa se publicaría en español y portugués para atender también en emergente interés que al otro lado de la frontera se ha observado con respecto al camino histórico que comunica España con Portugal.

«El paisaje es sugerente y de gran atractivo para el excursionista», indica en la propia publicación Evaristo Alvarez, sin olvidar la abundancia de vestigios históricos que enriquecen la Calzada Mirandesa, desafortunadamente invadido por particulares en algún tramo. El recorrido «es una idea que combina el deporte con el conocimiento de la realidad cultural», incide el montañero. Y las muestras de tan enriquecedor camino son infinitas. Por ejemplo, los cuatro puentes de piedra por los que se pasa a lo largo de la ruta -Alcamín, Judiez, Urrietas y La Albañeza-, muestras singulares de la arquitectura civil y exponentes de la importancia social de las viejas calzadas construidas bajo el imperio romano.

Hoy, gracias a la recuperación del camino, son cada vez más los amantes la naturaleza que eligen la Calzada Mirandesa para sus escapadas. Si es en bicicleta bien se puede realizar la ruta en una jornada para llegar a buena hora a la siempre sugerente ciudad de Miranda. Y si se hace a pie es posible cubrir el trayecto en dos días pernoctando en alguna de las casas rurales abiertas a lo largo de la ruta, una oferta que se ha ido ampliando con los años. Es otro estímulo de un camino que compatibiliza la adaptación a los nuevos tiempos con la conservación de pueblos «bellos en su abandono pero alejados de la modernidad de una época de grandes adelantos», explica Evaristo Alvarez.

Zamora es el punto de partida de un trayecto salpicado de riberas, regatos, idílicas praderas, dehesas, tesos y hasta restos de calzada perfectamente señalizados. A la naturaleza se suma una profusa muestra de arquitectura popular de Sayago, con fuentes, portaladas, cruceros, cortinos, estelas funerarias o las no menos interesantes chiviteras, pequeñas construcciones de piedra en cuyo interior se protegía a los cabritos de lobos y zorros. Entre la abundancia de vestigios destacan los puentes. El de las Urrietas, en el término de Pereruela, lo describe el autor de la guía como uno de los «maravillosos tesoros»; o el de La Albañeza, sobre la dehesa del mismo nombre, con el aspecto de un puente romano y enclavado en uno de los parajes más atractivos de la ruta. Una vegetación salpicada de roble, encina o enebro; la diversidad faunística que aporta el cañón de los Arribes; y los no menos sugerentes pueblos situados en las proximidades de la Calzada -Fariza o Fermoselle, por ejemplo-, coronan el ramillete de razones para confirmar el atractivo de la Calzada Mirandesa.

Una oferta de senderismo que se ha visto fortalecida con la señalización de una ruta de Gran Recorrido (GR) entre los espacios naturales de las Riberas de Castronuño y Arribes del Duero que penetra en Portugal a través de la antigua vía romana. Por ello, a lo largo del camino se observa la doble señalización, que en algunos puntos es coincidente. En los espacios singulares existen carteles que no se han salvado de las gamberradas de algún desaprensivo haciendo blanco con la escopeta y dejando en la señal el inconfundible agujero del tiro.

Y así como a lo largo de años el desconocimiento de la vía -toda la vida utilizada por los lugareños para usos agrícolas y ganaderos- la ha preservado de la malquerencia humana, en la actualidad existen señales que lamentablemente muestran la escasa sensibilidad con el recorrido histórico. Ultimamente no es extraño que senderistas y ciclistas se tropiecen con quads y motos que encuentran en parajes de la Calzada un espacio ideal para circular con los vehículos a motor. «El camino es una maravilla, muy agradable para recorrerlo, hay que aprovechar lo que tenemos en Zamora, por eso pero debemos ser sensibles y tener respeto con la naturaleza», advierte Evaristo Alvarez tras recibir quejas de ciclistas y senderistas que frecuentan la Calzada Mirandesa.