En esta edición se cumplen 340 años desde la fundación de la Cofradía de Santa Águeda en Pajares. Más de tres centurias cargadas de historia y rancio sabor antañón: de reparto de castañas y bollos; de trajes típicos y de mantones de Manila; de miajas, cánticos y música; de "Baile Grande" y de "La Pelegrina"; de Banderas, Capitanas y Rabichas; pero sobre todo, del entusiasmo de unas mujeres, las de Pajares, que han sabido mantener viva una tradición en el rico y variado acervo cultural de esta Villa de las parameras de la Lampreana.

Santa Águeda vivió en el Siglo III, Hacia el año 251. Doncella de gran belleza y perteneciente a una familia de la nobleza siciliana. Poseía simultáneamente valores humanos, que muchas veces ahora no sabemos apreciar. Antes estas circunstancias tan atractivas, suele ocurrir, que por ser hermosa el gobernador romano Quinciano se encaprichó de ella. Le pidió que renegase de su fe.

La negativa de Águeda resistiéndose a las indicaciones del emperador hasta el punto que prefirió sufrir el cruel martirio de ver sus pechos cercenados y ser quemada viva, antes de ceder a los caprichos de Quinciano perdiendo su dignidad.

En los tiempos en que vivimos, y en los que muchas mujeres son maltratadas por hombres y consideradas seres inferiores, Santa Águeda es un ejemplo a seguir, porque las mujeres son seres humanos que dan vida.

La iglesia celebra la festividad de Santa Águeda el día 5 de febrero, sin embargo en Pajares las fiestas de las "Águedas" se han venido celebrado tradicionalmente entre el 31 de enero y el 2 de febrero, festividad de Las Candelas. Actualmente, ante la imposibilidad de que muchas hijas del pueblo se encuentran ausentes por los motivos de emigración, verdadero azote del medio rural de nuestra comarca, esta festividad se ve trasladada al fin de semana más cercano, que esta ocasión se celebrarán entre el 4 y 5 de febrero

En nuestra vasta geografía son muchos los lugares donde las mujeres honran a su Patrona, Santa Águeda. Cada una con sus tradiciones, matices culturales y costumbrismo que las hace diferentes.

Tres son las mayordomas de las Águedas en Pajares de la Lampreana: la Bandera, la Capitana y la Rabicha. Para tal dignidad en la presente edición lo son: Trini López, Amelia Miguel y Geri López. Ellas serán las responsables de organizar un completo programa de actos protagonizados por las mujeres donde reinará la algarabía y la música.

Según manda la tradición de antaño, en la tarde del 31 de enero ya se salía en "pasacalles" en busca de las Mayordomas y junto con el párroco para celebrar las vísperas, el Rosario y la novena de Santa Águeda en la Ermita de la Virgen del Templo. Después en el Ayuntamiento el regidor entregaba el "bastón de mando" a las mayordomas y se daba rienda suelta a la alegría que habría de reinar a lo largo de toda la fiesta.

Las mujeres visten sus mejores galas, sus trajes típicos y lucidos mantones de Manila. Todos hemos visto "correr el bollo" a nuestras abuelas, madres y hermanas. De pedir la "miaja", que es una propina para ayudar a sufragar los gastos de la fiesta, y pobre de aquel que sea haga el remilgado, el "pillao" como decimos en Pajares, porque acabará ridiculizado y burlado, cuanto menos. Al que colabora se le invita a dulces y a bailar. ¡Pero qué dulces! Revueltos o de hojaldre, pastas, ...¡una delicia! Cualquier hora y lugar son buenos, ora una calle ora la plaza para entonar el baile del "Que lo baile" cuyo estribillo dice así:

El señor...

ha entrado en el baile, que lo baile,

que lo baile, que lo baile.

Y si no lo baila,

medio cuartillo pague,

que lo pague, que lo pague,

que lo pague.

Que salga usted...

que o quiero ver bailar,

saltar y brincar,

dar vueltas al aire...

Antaño y hogaño es el acto más importante de la fiesta de Santa Águeda, el más concurrido, el más esperado, y el más comentado. A pesar de las gélidas noches propias de este tiempo, se celebraba en la plaza, porque no se cabía en otro sitio. Dos grandes filas enfrentadas: una de mujeres y otra de hombres. El baile lo habría el alcalde y su mujer, seguido por todo el pueblo.

En este sentido Peregrín González explica como se desarrollaba éste: «Por el medio de las dos filas entraba "el redoblante" ( mi hermano Ángel) seguido por el alcalde y los demás hombres y mozos. Al llegar al final se daban la vuelta y se posicionaban frente a su correspondiente pareja. En ese instante mis hermanos: Avelino, Fabio, Amós, mi sobrino Isaías y el mencionado Ángel (Los Pelegrines) comenzábamos los acordes de "La Pelegrina", seguidos de una jota castellana, y finalizábamos con un pasodoble. No hay palabras para describir aquellos momentos».

Pero si grande era el baile, proporcional era la música. Toda buena fiesta que se precie tiene que estar amenizada por la música tradicional. El protagonismo musical de gran parte del siglo XX ha recaído sobre una familia dedicada al folclore y a la cultura musical de nuestra tierra: Los Pelegrines.

Nada tienen que ver con la canción "La Pelegrina" aunque no hay quien les ha adjudicado su autoridad, pero el último "Pelegrín", Peregrín González así lo asegura: «no somos los autores de ese romance: ni de su letra ni de su música. Es algo del patrimonio cultural de Pajares, de toda la vida, que ha pasado de generación en generación».

El estribillo dice así:

Iba la pelegrina

con su esclavina,

con su cartera y su bordón.

Lleva zapato blanco,

media de seda,

que es un primor...

Hay otras canciones típicas, que igualan en protagonismo a las anteriores: como esa que dice:

Ya no hay más chiriví

ni más chirivaina,

ya no hay más chiriví

que el que aquí se baila"

Es una verdadera lástima que los escritos de hoy no puedan reproducir el sonido de la música de "Los Pelegrines" y la entonación de las mujeres de Pajares cantando éstas y otras romanzas típicas, impregnadas de nostalgia y de cariño.

El "Baile Grande" no se podría recordar sin la aportación musical de "Los Pelegrines" y sin el tesón y la voluntad de las mujeres de Pajares: juntos han formado un binomio que ha contribuido a la reciente historia de Pajares de la Lampreana. Pele González recuerda, no sin nostálgica emoción, pero con memoria indeleble y verbo ágil: «...el Baile Grande sólo era superado por el de la Feria. La plaza se llenaba de gentes, tanto de parejas bailando, como de mozos y niños expectantes. Era todo un acontecimiento. Nosotros, como músicos también sentíamos algo especial, había que superarse a nosotros mismos. En honor a la verdad hay que decir que todo se hacía a pulmón, sin electrónica y eso hay que valorarlo, y recordar que antes de los metales había las maderas, la dulzaina, la flauta y el tamboril...».

En este orden de cosas Pele González añade: «?a los "Pelegrines" nos encantaba el Baile Grande, era muy sacrificado, nos entregábamos plenamente y nos dábamos una paliza de aquí te espero, pero la música siempre es agradecida. Las mujeres y Pajares siempre nos trataron muy bien, era y es nuestro pueblo, con eso queda todo dicho...».

En la actualidad el medio rural lucha contra muchos elementos para no sucumbir a las injusticias que los condenan desde las grandes urbes al ostracismo y a una calidad de vida inferior, por lo que debemos reconocer y alentar el esfuerzo realizado por estas mujeres, y por Pajares en general, así como el de otros muchos pueblos para sobrevivir así mismos.