La otrora cuantiosa población de elefantes en Camboya, que brindó honor y gloria al Imperio Jemer, se ha visto reducida a unos 300 ejemplares, de los que un tercio vive en estado salvaje principalmente en las montañas de Cardamon, un área de 10.000 kilómetros cuadrados.

La remota provincia Mondulkiri acoge al resto. Unos pocos libres en la selva y los demás atrapados en la industria del turismo o empleados por la etnia phnong para desempeñar tareas en el campo o el bosque.

"Los utilizan como si fueran tractores. Cuando enferman o se lesionan no saben como tratarlos. Los atan a árboles, no les dan comida y los obligan a trabajar de todas formas porque, en realidad, los necesitan", explicó a Efe el londinense Jack Highwood, fundador del centro de recuperación en Sen Monorom, la capital de Mondulkiri.

Hasta el hospital solo llegan los casos más críticos, como Princess, una hembra que se despeñó por un barranco cuando tiraba de varios troncos y se rompió una pata que ahora deberá arrastrar el resto de su vida.

"No siempre es fácil convencerles para que te dejen llevártelos porque, muchas veces, de un mismo elefante dependen diez familias que lo utilizan en turnos", añadió el londinense, y agregó que a veces las reticencias se superan con una modesta cantidad de dinero.

El ambulatorio de elefantes es uno de los pocos intentos de varias organización no gubernamentales por salvar una especie que en Camboya se encuentra al borde de la extinción.

"Aquí les enseñamos a ser elefantes otra vez, a caminar libremente, a buscar comida", explicó Highwood, quien dedica parte de su tiempo a recorrer las aldeas para enseñar a la población cómo curar y atender a estos animales.

Hubo un tiempo en el que miles de elefantes campaban a sus anchas por la tupida jungla camboyana o bien servían al poderoso ejército de Angkor.

Según Highwood, los bombardeos "secretos" de Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam mataron a millares y otros tantos huyeron hacía otras zonas más tranquilas en Laos y Tailandia.

La acelerada deforestación que ha padecido Camboya durante los últimos años ha sido la puntilla para la población de paquidermos.

"La mayoría de elefantes es ya muy mayor y, en cambio, hay pocos nacimientos", observó el experto londinense.

Esta situación se complica porque su comportamiento maternal no es instintivo sino que se aprende y el conocimiento se pierde en la población que ha sido domesticada.

"En las mejores condiciones, el elefante tiene una esperanza de vida de unos setenta años y los que quedan en Camboya tienen casi cincuenta. En quince o veinte años, podrían desaparecer por completo", manifestó el director de Fauna y Flora Internacional, Matt Malby.

En el siglo XII, cuando la civilización Angkor controlaba la mayor parte de Indochina, los elefantes vagaban libremente y eran fuente de poder, respeto y prosperidad.

La deforestación, los maltratos y la sobreexplotación, la caza furtiva, sus codiciados colmillos de marfil se venden a 400 dólares el kilo, han sido inmisericordes.

"Quedan tan pocos en Camboya que ya casi nadie quiere invertir para protegerlos", apuntó Highwood.