La mañana era soleada el martes así que toparse a primera hora con una caja registradora abandonada en medio del acceso al cementerio municipal no es una cosa que se ve todos los días. Cuando el empleado del camposanto benaventano iba a comenzar su jornada se encontró con la máquina. Llamó a la Policía. Los agentes acudieron poco después, tomaron fotografías y cargaron con la caja en el vehículo para dejarla en el Puesto Principal de la Guardia Civil. Aunque en ese momento, las nueve menos cuarto, nada lo parecía indicar, el hallazgo resultó premonitorio de lo que pasaría después.

Pasado el mediodía, una patrulla de Policía detectó que la puerta trasera de acceso a un establecimiento hostelero de la avenida de Maragatos estaba abierta. Presentaba signos de haber sido forzada y los agentes sospecharon que durante la noche alguien había intentado entrar. Se lo comunicaron al propietario para que denunciara el suceso.

La alarma del mismo bar comenzó a sonar pasadas ya las cuatro de la madrugada. Alguien alertó al Servicio de Emergencias 112, que dio el aviso a la Policía. Agente de la Policía Local y de la Guardia Civil se personaron en el establecimiento. Comprobaron que había un cristal roto y el hueco era lo suficientemente grande como para que una persona se hubiera podido colar en el interior. El propietario fue localizado para que inspeccionara el interior. A pesar de que en este establecimiento hay diversos productos de venta al público, el dueño solo echó en falta la caja registradora, que contenía una pequeña cantidad de dinero.

Con los antecedentes de lo ocurrido durante la jornada, la caja registradora abandonada en el cementerio, la puerta trasera forzada de un bar, y el robo consumado en el mismo establecimiento horas después, la Policía y la Guardia Civil patrullaron las calles de la ciudad observando los establecimientos hosteleros y otros negocios.

No pasó mucho tiempo sin que se detectara un caso similar. Esta vez en las proximidades de la rotonda de La Soledad. La puerta de otro bar con servicio de comida para llevar parecía estar abierta. La patrulla de la Policía inspeccionó el acceso. La cerradura parecía haber sido forzada violentamente. En el interior del recinto, sin embargo, todo parecía estar en orden. Todo salvo que no había caja registradora y el enchufe en el que supuestamente debía estar conectada, estaba desocupado.

Como habían hecho poco antes, los policías intentaron contactar con el propietario del bar, aunque esta vez sin éxito. El establecimiento, con la puerta cerrada, quedó precintado hasta poder informar del incidente a los propietarios del negocio.

En apenas dos días la aparición de una caja registradora abandonada posiblemente durante la madrugada en un lugar poco concurrido, y otras dos sustracciones de máquinas similares en dos bares diferentes hacen sospechar de una acción premeditada previamente. La Guardia Civil está investigando los casos.

Aunque no son descartables otras hipótesis, no es la primera vez que durante una o varias madrugadas se producen oleadas de robos en comercios, bares y otros negocios. En este tipo de acciones el “modus operandi” suele ser el mismo y su planificación se vincula a delincuencia más o menos organizada que se desplaza desde otros núcleos de población y asesta sus golpes con los objetivos previamente ojeados. En este caso, llevarse las cajas registradoras para no exponerse a ser sorprendidos.