“Cookie Monster”, un gato persa, se escapó de casa el 14 de noviembre. Sus propietarios, un matrimonio con dos hijos de siete y dos años, lo buscaron sin éxito, así que sin perder la esperanza decidieron colocar carteles por las calles más próximas con la imagen del felino y un número de teléfono bajo cuyos guarismos ofrecían una recompensa de 100 euros.

Esta especie exótica de felino suele ser muy casera y al parecer “Cookie monster”, haciendo honor a la casta, no se distinguía por lo contrario, así que la familia confiaba en recuperarlo prontamente con o sin ayuda externa. Sin embargo, no fue así del todo, aunque esta historia tiene un final feliz.

Lejos de aparecer con el mismo sigilo con que había desaparecido o de que alguien lo encontrara y lo hiciera llegar sano y salvo en pocos días, lo que comenzó a ocurrir con frecuencia es que sonaba el teléfono y se sucedían las bromas. “Llamaba gente que pedía que preparáramos el dinero y nos traían el gato”, explica el cabeza de familia. Fueron varias las llamadas de ese tipo, y “Cookie” seguía sin aparecer.

Lo hizo tras estar diez días y diez noches callejeando. Una pareja de unos treinta años lo divisó en una casa abandonada próxima al toril, a no muchas manzanas de su hogar real. “No aceptaron la recompensa. También tenían un gato”.

Al felino le había puesto el nombre su criador. A la familia le gustó la referencia al monstruo de las galletas y decidieron no cambiarle la identidad, aunque como todo nombre largo, “Cookie monster” se quedó en la versión corta. “Cookie” regresó “muy contento”, con el pelo sucio y lleno de esas garrapatas vegetales que se pegan al pelaje. “No nos explicamos que pudiera estar sin comer ni beber, aunque sacaría el instinto”, supone el padre. Un baño de una hora arregló el desaguisado en el pelo. Agradecido, “Cookie” persigue ahora a la familia por toda la casa.