Carlos Nuñez regresa al Gran Teatro Reina Sofía esta noche un año después de pasar por Benavente. Será el primer concierto de su nueva gira que inicia con La hermandad de los celtas, el libro que acaba de publicar, debajo del brazo. Esta noche volverá a tocar la canción que interpretó con The Chieftains y The Who en el Carnegie Hall de Nueva York y compartirá escenario con gaiteros sanabreses.

—Vuelve a Benavente esta noche un año después de actuar en el Reina Sofía pero esta vez con libro publicado. ¿De qué trata La hermandad de los celtas?

—Necesitaba hacer este libro porque creo que la gente tiene una visión de la música celta muy superficial, muy de los años en que se puso de moda, y la verdad es que ha avanzado muchísimo. Hoy conocemos muchas más cosas y ha sido un gran trabajo en equipo durante más de tres años junto con arqueólogos, musicólogos, lingüistas y estoy encantado. Este libro nos ha abierto cantidad de puertas y ha resuelto cantidad de preguntas que nos hacíamos. En resumen, lo que tenemos delante es de un poderío increíble. La música celta no es un invento de los años setenta o del romanticismo del siglo XIX, sino que como dicen los arqueólogos es una longue durée, una larga duración, un largo proceso ininterrumpido desde hace miles de años y eso es algo que la hace único.

—¿Con qué se queda de este trabajo, con qué conclusión o conclusiones principales?

—Una de las formulaciones estrella y seguramente de las que está teniendo más repercusión pues es que encontramos ya en las liras de los bardos y de los celtas, de aquellos que describían los romanos y los griegos hace 2.000 años, encontramos digo en aquellas liras y aquellas músicas elementos que siguen en activo en las músicas más contemporáneas de hoy. Como por ejemplo el rock and roll, el pop británico, americano€ Son elementos armónicos y cantidad de elementos musicales a través de la tradición y de la oralidad. Por eso muchas veces nos preguntamos porque el pop británico suena a música celta. Hasta a veces el heavy metal suena a música medieval. Pues por esta razón. Son formas musicales que han continuado vivas hasta hoy. Por eso desde el libro hago un llamamiento a los jóvenes creadores de este país para que conecten con las raíces, para que conecten con nuestras músicas tradiciones. Es muy fácil copiar a los americanos, a los ingleses, pero como aconsejó Bod Dylan a los jóvenes cuando aceptó el Nobel: antes de hacer música comercial bebed de vuestras raíces.

—La cultura celta caló en la península y en Zamora también hay vestigios de ella. Cómo cuajó aquí la música celta. ¿Qué herencia, qué influencias musicales celtas ha percibido de aquella etapa sobre la música de tradición oral zamorana?

—Zamora es el punto neurálgico más importante de las músicas, seguramente más profundas y más antiguas de toda la península. Y que los celtas venían de fuera y llegaron hasta aquí, esa era la visión que teníamos antes. Pero hoy los arqueólogos como Barry W. Cunliffe y lingüistas como John T. Kock, que son los que referenciamos en el libro, le han dado la vuelta a todo. Hoy se cree que el fenómeno celta no viene del centro de Europa como nos dijeron, como se pensaba, sino que nació en la propia Península Ibérica. La península era el contacto entre el Atlántico y el Mediterráneo. Todas las cosas que llegaban del Mediterráneo entraban en contacto con el Atlántico en la Península Ibérica, y fruto de ese contacto de esa sinergia de energías tan diferentes nacían cosas nuevas que luego seguían su camino hacia el norte, hacia las Islas Británicas, hacia Bretaña. Así ha pasado con las lenguas celtas. Las más antiguas las encontramos en la Península Ibérica. Están escritas en piedra y son lenguas muertas y no se siguen hablando como en Escocia, Irlanda o Gales, pero las más antiguas que se conocen están escritas en esquelas de guerreros, en escritos en la península.

—¿Cómo se plasmó esta sinergia en la música?

—Al igual que pasó con las lenguas pasó con las gaitas. Se reinventó la gaita en la Península Ibérica hace mil años. Se inventó digamos una nueva gaita que se terminó convirtiendo en la gaita atlántica, que sube después también siguiendo el camino y llega hasta Escocia, Irlanda y Bretaña. La reciben desde la Península Ibérica. También pasó con las liras. Las que hoy conocemos, como aquellas de Astérix y Obélix, tenemos muchas en la península, en Bretaña. Hace un año se ha descubierto una a las puertas de Zamora, en Portugal. Liras de la Edad de Bronce, de hace 3.000 años que ya no son mediterráneas, ya son atlánticas, y se han celtizado, y también siguieron su viaje hacia el norte. Había una cosa que llaman los especialistas el corredor atlántico que unía nuestras tierras con todo el oeste del Atlántico, estaba todo unido a través de la navegación. Ese es nuestro papel. Es fascinante porque de repente el British Museum o los propios arqueólogos y lingüistas no están concediendo a España un papel casi fundacional de todo este movimiento.

—La gente se podría preguntar que ha heredado la jota o que similitud tienen la música de tradición oral zamorana con la música celta. ¿Existe y se puede explicar esta conexión?

—Existe una diagonal que va desde la zona de Tartessos, desde la zona de la Andalucía Atlántica, que es donde hemos encontrado esas lenguas celta más antiguas, que llega hasta los Pirineos. Y dependiendo de los instrumentos incluso toma parte de Cataluña, las Baleares. De ahí para arriba es el mundo de la gaita y sus amigos, las flautas entre otros instrumentos antiguos, instrumentos con bordones. Y de la diagonal para abajo es el reino de la guitarra. Lo más increíble es que esa misma diagonal la encontramos hace 3.000 años con el nacimiento de las lenguas celtas. De la diagonal para arriba era el territorio más fuerte de las lenguas celtas y de la diagonal para abajo más de los íberos. 3.000 años más tarde encontramos la misma diagonal en el mundo de la guitarra y en el mundo de la gaita. En el fondo es el Atlántico y el Mediterráneo.

—¿Cuál sería el vínculo entonces con la música de tierras como esta?

—¿Existía la jota hace 3.000 años? No lo sabemos, pero lo que sí es cierto es que los instrumentos que tenemos ya estaban en activo hace miles de años. Sabemos también que lo sistemas armónicos que existían en la música del norte estaban activos en ese tiempo. Se han encontrado manuscritos con las músicas de los bardos de las gaitas de las Islas Británicas, manuscritos de 1.600 que los bardos estaban apuntando cuando la tradición de las liras y las gaitas comenzaba a desaparecer. Son como códigos de un programador informático, de ceros y unos. Códigos binarios. El 1 quería decir paz, bordón o tónica, o sea calma, y el cero era tensión. Era un sistema binario, una especie de yin y yang que increíblemente sigue activo en la mayor parte de las músicas de ese noroeste de la península. Son sistemas muy antiguos pero que al mismo tiempo se ha mantenido en el rock y también incluso en las blue notes. El rock and roll, el blues y el flamenco nos los han vendido de una forma intelectualizada y han valorizado esas desafinaciones entre comillas, esas notas misteriosas, esas blue notes del jazz pero sobre todo del blues.

—¿Esas desafinaciones son la herencia entonces?

—Y resulta que Zamora es la reina de las blue notes en estos instrumentos. Porque las notas que encontramos con esta música de Zamora no se corresponden con el piano, son escalas más antiguas, sistemas que pertenecen a un mundo anterior, a una teoría de la música anterior a la tonal que ha impuesto la música clásica con Alemania al frente. Es una teoría musical más antigua que nos ha llegado viva a través de la oralidad. No teníamos las herramientas para estudiarla científicamente. La música clásica y la musicología siempre se han basado en la escritura como las universidades, en las columnas grecorromanas, aferrándose siempre al latín. Y todo lo del norte parecían brumas, misterios, magia. Bueno pues con este libro he tratado de darle una perspectiva científica a tanta bruma y a tanta magia.

—Hace un año estuvo en Benavente. ¿Cómo fue aquel concierto?

—Fue una experiencia y por eso volvemos. Yo no sabía que en Benavente había un teatro tan, como dirían los franceses, charmant. Es un teatro precioso y el público nos encantó. La gente se lo pasó súper bien. Le encantó la parte de investigación, la parte cultural, y luego la fiesta por supuesto. Nos dio tan buena onda que decidimos hacer tradición y repetir este año.

—¿Qué ofrecerá esta noche, qué novedades ofrecerá con respecto a su última actuación?

—Pues vamos a tener muchas novedades porque hemos publicado el libro y vamos a poner en la práctica muchos de los descubrimientos de los que hablo. Por ejemplo vamos a demostrar a la gente como esos ceros y unos de las liras de las arpas llegaron hasta el rock, e incluso vamos a tocar una canción que grabé cuando tenía 23 años con The Chieftains y The Who en el Carnegie Hall de Nueva York. Entonces The Chieftains entendían que había raíces irlandesas en aquel rock and roll y hubo una especie de hermanamiento entre las dos músicas en ese concierto. Bueno, pues vamos a estrenar esa canción en el concierto de Benavente que es el primero de la gira. Además hemos hecho un llamamiento y vamos a tener con nosotros en el teatro a gaiteros y gaiteras de los valles de Sanabria.