La abuela de la comarca, la señora Vicenta Prieto Santos, tiene ya 109 años. Que no son pocos. Una rosa de 109 pétalos como le gustaría a ella denominarse, porque cuando ahora hace 9 años, al cumplir el centenario, aseguraba ya encontrarse así, "como una rosa".

La venerable señora Vicenta Prieto Santos nacía en Santa Croya de Tera el 23 de febrero de 1908 y ha pasado a gozar del exclusivo privilegio de ser la segunda persona más longeva de la provincia, tras la residente en el centro de mayores de Roales del Pan y nacida el 14 de febrero de 1908 en Puebla de Sanabria, Pilar García San Román.

Coincidiendo con el lunes 22 de enero, festividad de San Vicente, la abuela de la comarca, la señora Vicenta, recibía el reconocimiento de sus compañeros internos en la residencia San Tirso de Santibáñez de Tera, donde vive desde hace seis años. Ni que decir tiene el reconocimiento de sus familiares y convecinos de Santa Croya de Tera, donde nacía Vicenta hace 109 eneros y donde ha vivido hasta estos últimos años. Hasta que se partió la cadera y se cayó.

La celebración festiva se organizaba el pasado domingo, en la jornada previa de su cumpleaños. En el centro de mayores de Santibáñez de Tera se instalaba un cartel recordando a todos los residentes y personal que era el longevo cumpleaños de Vicenta. Pero la misa en su honor fue lo mejor de la jornada. Hasta se atrevía, un año más, a recitar una poesía en la celebración. Igual que lo hizo ante el obispo Juan Antonio Menéndez, en una visita que realizó el pasado verano el prelado de Astorga a la residencia. Y los parabienes no dejaron de llegar hasta esta venerable abuela que no se separa de su cuñada Enedina, mucho más joven que ella, y ya tiene 93.

"Y que no le falte una pasta a nadie". Porque Vicenta no ha parado de contar los días del calendario para la llegada de su cumpleaños y ella tiene que estar atenta a que a todas su cumpañeras y compañeros de la residencia no les falte un dulce. Como siempre hizo con sus vecinos en su casa de la calle Romero de Santa Croya. En su anterior casa familiar en la que nació, la de la calle Jamontes, fueron años aciagos pero el pan no les faltó nunca en casa, a ella y sus hermanos porque los padres sacaban varios días del horno las hogazas de pan, las de 3 kilos. El pan y el tocino que tanto le gustó siempre a Vicenta. "¡Ah! y las berzas", se acuerda. Tantos son los recuerdos vividos para esta venerable abuela que parece que todavía le suenan en los oídos, aunque ya le fallan, los sonidos de la flauta y tamboril que le hacían mover las piernas y con el ojo avizor a los mozalbetes. Esas piernas que ahora tienen que permanecer inmóviles. Uff, qué tiempos aquellos.