Una pareja de cigüeñas aposentada en su morada, en su nido que corona la espadaña de la iglesia de Morales de Valverde, se hallaba ayer ajena al desfile procesional que los devotos de san Blas hacían bajo sus pies.

Las fuertes ráfagas de viento impedían crocotear a las aves, aunque querían hacerse notar y para eso, de vez en cuando, asomaban encorvando su pescuezo como queriendo trazar una raya con su pico en las alturas.

Ya dice el refranero popular, "por san Blas la cigüeña verás. Si no la vieres año de nieves y si la vieres año de bienes". Pero el caso es que muchas de estas aves ya se ven todo el año y en Morales de Valverde no es una excepción.

Ayer eran testigos de una antigua tradición que se remonta al siglo XVIII. Los devotos de san Blas, casi todos los vecinos de Morales de Valverde, arropan a los seis "garroteros" de la cofradía que acuden al templo a venerar al santo.

Portando las varas o "garrotes" rodean la imagen del santo representado en una bella escultura de madera policromada, del siglo XVIII, le rinden pleitesía y desfilan con el protector de los males de la garganta alrededor de la iglesia. Y san Blas que luce sus mejores galas con los atributos de obispo, la mitra, el báculo y el anillo, se siente agradecido porque la fina policromía de su capa pontifical resplandece con los tímidos rayos de sol.

La procesión se hace corta porque también lo es el itinerario y los devotos entran en el templo y participan en la misa del copatrón que durante estos días ocupa el presbiterio dejando su camerino en el bello retablo barroco.

En esta jornada posterior a san Blas el órgano cofrade da paso a los nuevos seis garroteros, hasta la siguiente fiesta de san Blas, que se celebrará ya en el año venidero.