Los escolares del colegio infantil «Juan XXIII» de Zamora y del centro «Sansueña» seguro que no olvidarán durante mucho tiempo la jornada que vivieron ayer en Santibáñez de Vidriales. La visita a la fragua de Manuel Díez Barrigón se enmarca en el programa de giras e intercambios que este centro de enseñanza capitalino mantiene con el centro vidrialés, teniendo como eje central la temática de la Edad Media sobre la que versa el amplio abanico de actividades anuales de ambos colegios.

El avezado herrero ya había preparado todo para que los escolares calentasen el carbón. Eso si, un poco alejados para no recibir directamente las ascuas. Todo un rito agradecido por los asombrados muchachos desconocedores del funcionamiento y operatividad de una fragua. No era del medievo, pero sí se le parecía, porque el proceso de forjado no ha variado en esta fragua.

Manolo el herrero se encargó con maestría de que sus alumnos conociesen la manera de calentar el hierro para permitir ser moldeado, para permitir ser forjado y martillado cuando ya está muy caliente, al rojo vivo. A base de golpear el hierro dulce sobre el yunque o bigornia, a martillazos, los aprendices de herreros ya aprendieron que este proceso se realiza para eliminar tanto las impurezas como escorias del mineral y permitir dar forma al duro hierro que en ese momento al rojo vivo ya no es tan duro y permite su maleabilidad. Rápido, antes de que se enfríe. El asombro para algunos de los escolares logró por momentos contagiar al resto de compañeros del numeroso grupo presentes en la faena del maestro herrero, ya jubilado, Díez Barrigón.

Ya sabían de qué se componía el hogar de una fragua, el rezagal alimentado por el fuelle, el yunque, las herramientas para moldear el hierro, pero faltaba completar la visita a la fragua de Manolo el herrero conociendo muchos de sus trabajos artesanos con el duro material. Todo un conjunto de obras a las que ahora Manolo le puede dedicar tiempo y a la vez que le sirven de entretenimiento, «serán un legado para mi familia», dice el herrero vidrialés quien no duda en mostrar sus piezas artesanas dignas de una colección museística. La precisión y manejo de este herrero en sus obras de arte ha sido ya reconocida públicamente con muestras expositivas en la comarca y objeto de atención y seguimiento por este diario. Manolo el herrero de Santibáñez se halla ahora inmerso en un laborioso trabajo reproduciendo con precisión un escudo de España. Con todo detalle, pieza a pieza, el herrero lleva ya unos meses, «a ratos», fabricando cada una de las partes del emblema, desde sus cuarteles, hasta las piezas más delicadas. Los cuarteles con el castillo, el león erguido, las barras y la cadena orleada, o las columnas en las que se aprecia con detalle en una la corona real y en otra la imperial, el escusón con las flores de lis y coronando el conjunto, una gran corona real. Todo un lujo de detalles trabajados en hierro que solo un maestro puede realizar. Una pieza más de su vasta colección.

Los escolares conocieron también el devenir del oficio de herrero con la actividad que desempeña el hijo de Manolo con la carpintería metálica.