«Cuando el vino entra, sale la verdad». Con una copa de tinto en su única mano René Lavand, se dirigió anoche unas cuantas veces al público del Reina Sofía pronunciado aforismos como este con su peculiar deje porteño. Entre número y número de cartomagia, entre historia y relato de su experiencias vitales. Así transcurrió hora y media de ilusionismo, poesía, humor y ternura. «El Mago Manco», como se le conoce también a René Lavand, cautivó anoche al público benaventano, mayormente adulto pero también nutrido de niños. Dos cámaras que dejaban constancia de cada movimiento de su única mano y dos voluntarios sentados a la mesa de las cartas, mujer y varón, se convirtieron en las referencias del espectáculo de Lavand, que con su siniestra izquierda realizó fundamentalmente números de cartas. Sólo después y para expectación de los más pequeños utilizó una taza con tres bolitas que aparecían y desaparecían generando el asombró del respetable.

Lentidigitación, poesía, pausa, asombro. Las palabras que Lavand utiliza para describir el ilusionismo y las crónicas repiten sin cesar sobre su obra, encontraron acomodo anoche en el teatro benaventano.

Lavand, con 83 años, relató historias de su infancia mientras sonaban Mozart o Bach, historias de sus viajes, historias de artistas conocidos, como Picasso. Sus relatos arrancaron risas y lágrimas furtivas entre el público mientras los cinco dedos de su única mano no cesaban de mover las cartas ante sus dos voluntarios. Al final, ella se llevó las flores y él el mazo de cartas. Lavand quedó en la memoria del público.