Lo sencillo y natural es lo más insólito y rebuscado. Ha vuelto a suceder. Ahora en el devenir colectivo, en la política, uno de los aspectos humanos que se ha tornado más artificioso, que vive y respira en los despachos. El protagonista que ha servido de modelo se llama Francisco, mejor, y en la transformación del nombre está una de las claves del misterio, Paco Guarido. Andan competidores de la cosa pública y sociólogos al uso explicando por ahí el efecto Guarido. ¿Pero qué efecto ni efecto? La naturalidad, el hacer lo que de uno se espera, sin aspavientos, sin molestar demasiado, ese es el efecto. Actuar como uno es y no usar trajes -jajaja- de quita y pon para cada una de las cosas que hacemos, para cada uno de los papeles que interpretamos a lo largo del día.

Porque esa es la clave de que Paco Guarido haya ganado las elecciones locales por mayoría absoluta en Zamora capital y se haya convertido en el Astérix de la aldea gala (jajaja) en la Hispania de las incongruencias. Que ha hecho lo que prometió (o lo ha intentado), que ha cobrado de alcalde lo mismo que percibía en su trabajo anterior (ya ven, un hecho milagroso en el caso del regidor de una capital de provincia), que ha abordado los trabajos que podía hacer y ha gestionado el ayuntamiento con honestidad, como su casa. Y que sigue yendo a comprar pan o lo que sea a la tienda del barrio. Ya ven que mérito, pues a eso lo llaman efecto.

Guarido ha maravillado sin hacer nada extraordinario a gentes de derechas, centro e izquierdas. Y hasta ha hecho olvidar sus pequeñas contradicciones, que como todo el mundo tiene, pero que han sido las mismas como mandatario que como persona. Se ha comportado como un ser humano y no como un político al uso. Ese es el misterio, que no ha engañado a nadie, que todo el mundo ha reconocido su búsqueda de la coherencia, su naturalidad y ha sabido encontrar su propio hueco al margen del multipolar Podemos. Ya ven, a cualquier cosa llaman efecto.