Desde que se presentó Zamora 10 todo han sido beneplácitos para sus mentores, principalmente, claro, para Caja Rural de Zamora. Eso sí, las enhorabuenas y palmaditas en la espalda han sido en público porque en privado uno ha escuchado de todo. Por resumir: que ese es un camino muy trillado; que dónde van estos ahora; ¿pero es que quieren descubrir América?; que ya ha habido mil planes, iniciativas a porrillo y que todas han ido al mismo sitio, a la nada; que es muy bonito hacer una relación de proyectos, pero que el problema es la pasta, la financiación, que ese es otro cantar. Todo esto y más, incluso entrando en nombres, en personas.

Ese, este es el gran problema, que no creemos en nosotros mismos. Que nos cuesta la vida empujar todos el mismo carro. Que nos gusta segar la hierba del vecino: pero ese que se cree, un muerto de hambre, ahora va de listo, pero si su padre era... Y ahí sigue la retahíla alimentada, sobre todo por la envidia, que de eso sabemos un rato.

Así somos y así hemos actuado mil veces con lo que los proyectos colectivos en esta provincia de interior, de sequía, suelen ser una quimera y se quedan en papel (mojado). Los grandes proyectos que han salido adelante como Caja Rural o Cobadú, por ejemplo, han tenido que sortear mil zancadillas, bulos y maledicencias varias.

Pero ahora no hay otra. O empujamos todos a la vez los proyectos de Zamora 10 u otros que puedan ir saliendo por el camino o esta provincia desaparece en pocas décadas. Desde hace 30 años, la pérdida de población se ha repetido de forma inflexible cada año: 3.000 habitantes. Suma y sigue. Hace cien años, la provincia tenía más de 330.000 habitantes, ahora 180.000. ¿En el año 2050? No habrá provincia porque no habrá gente.

O sea que o dejamos a un lado ese sentir tan propio y miserable de gentes de interior o nos vamos como proyecto colectivo por la gatera. Si coincidimos en que tenemos mimbres suficientes, ¿por qué no vamos a ser capaces de hacer la urdimbre?