Mariano García reconoce que le gusta más la palabra inglesa «winemaker» o hacedor de vinos que enólogo «porque parece que es el que lleva la bata blanca», aunque ejerció como tal durante treinta años en Vega Sicilia. Después se lanzó a crear sus propios vinos con Bodegas Mauro, en Tudela de Duero, con los que ha cosechado gran éxito. Defensor de la calidad de la tinta de Toro, vaticina un buen año para los caldos autóctonos y aboga por una mayor inversión para que el producto sea apreciado en el exterior.

-Con la cosecha del último año, ¿qué expectativas hay para 2015?

-El año 2014 ha sido un año muy completo para Castilla y León. Tenemos la suerte, sobre todo en Toro, de tener un clima y situación geográfica privilegiados. Incluso en los años más difíciles para otras zonas, por la falta de lluvia o el exceso de sol, ya que la tinta de Toro se adapta perfectamente en los terruños de esta zona. Creo que son los idóneos.

-¿Los vinos españoles son reconocidos en el extranjero o todavía es un asignatura pendiente su promoción?

-Es cierto que hasta hace ocho y diez años se veían poco, salvo las marcas más reconocidas. Pero ahora el panorama ha cambiado y tenemos nuestro prestigio en vinos. En mi opinión, con respecto a los tintos no tenemos nada que envidiar a los vinos franceses e italianos. Nos ampara una historia de un país eminentemente vitivinícola, pero todavía no estamos a la altura de la de Francia, debido a nuestra situación en los años cuarenta y cincuenta. Por entonces el país vecino ya era un referente en moda, gastronomía y vino. Esto es un poso que lógicamente está ahí, pero creo que en cuanto pasen unos años no tendremos nada que envidiar, sobre todo en terruños y calidad. Incluso podemos tener más diversidad en vinos tintos, porque en cuestión de blancos y champagne es claramente su territorio.

-¿Qué hace falta para llegar a esa meta?

-Hay que viajar más, creernos lo que tenemos, no tener complejos y saber que nuestros vinos pueden estar a su nivel. Además, tenemos la ventaja de que los precios de los caldos en el exterior son infinitamente más baratos que en países como Italia o Francia.

-¿Eso repercute favorablemente en las ventas al exterior?

-Cada año que pasa se está viendo que las exportaciones están subiendo y se valora mucho más el vino español. Lo que hay que hacer es no meternos en precios baratos para vender más. Debemos sobre todo hacernos valer y buscar mercados de unos precios superiores.

-¿Dónde reside el éxito de los vinos de Bodegas Mauro?

-En buscar, primero, un vino con personalidad. Cuando entras en este mundo debes encontrar un estilo, pero sobre todo calidad. Y después empezar las cosas poco a poco, con una filosofía de vino y de empresa. Eso se debe mantener a la larga, con el mismo estilo, pero siempre mejorando. La ilusión y el cariño también son importantes, además de los conocimientos.

-¿Qué papel juega este último aspecto?

-Tampoco hace falta tanto, solo hay que tener sentido común y saber a dónde quieres llegar. Y por supuesto hay que tener las mejores viñas para obtener el mejor producto, del que tienes que estar convencido, sin pensar en las modas. Hay que tener las ideas muy claras, sin dejarse llevar por las preferencias de los críticos. Conozco bodegueros que se han dejado influenciar y al cambiar tanto de parámetros terminan sin saber qué dirección seguir.

-¿Qué es lo que hace diferente a un vino de Toro?

-Si nos fijamos en la historia, el de Toro ha sido el tinto por excelencia y ahora gustan los de color, los potentes. En el pasado la cultura del vino apostaba por caldos más ligeros y además quizá en Toro no se hacían las cosas todo lo bien que se tenían que hacer, porque, por ejemplo, ni siquiera se valoraba la uva y su precio estaba por los suelos. Gracias a una serie de cooperativas que mantuvieron el tipo y el amor por la tierra no desaparecieron más viñedos. Cuando los críticos comenzaron a pedir concentración y volumen, ahí estaban los vinos de Toro.

-¿Es un futuro esperanzador entonces el de estos caldos?

-Creo que incluso subirá el vino de Toro, aunque todavía está costando más en el mercado nacional que en el internacional. Todavía hay gente que piensa que es muy vasto, con demasiado color. Pero ya se está valorando más y se puede ver en los restaurantes de prestigio. En el exterior hay menos prejuicios, con lo que hace que se valoren más estos vinos y no tengan ese recuerdo de lo que se ha dicho sobre él en el pasado.

-¿Qué lección aprendió en sus treinta años en Vega Sicilia que todavía sigue cumpliendo?

-Sobre todo filosofía y un respeto al producto. Después, intentar siempre obtener la calidad.

-Naciendo donde nació y rodeado siempre de vino, ¿estaba predestinado a este oficio?

-No lo sé, pero la verdad es que como alumno no me gustaban los estudios sesudos y profundos, yo era más un chico de pueblo al que le gustaba moverse. Junto a mi personalidad, estaba claro que me iba más algo con lo que estuviese en contacto con el campo y la naturaleza. Y una cosa llevó a la otra.

-¿Qué se puede hacer para que la cultura del vino atraiga a los más jóvenes, que, en su mayoría, no parecen muy interesados en esto tipo de bebida?

-Y no entiendo por qué. Si vas a Suiza o Estados Unidos, los jóvenes de entre 20 y 30 años consumen habitualmente vino, incluso piden una copa en las discotecas. Puede deberse a que nosotros siempre hemos tenido vino, hemos sido un país culturalmente vitivinícola y ha sido algo habitual en todos los pueblos. Pero no hemos sabido darle esa dimensión que tiene el vino, ese glamour. El vino es historia y cultura y no le hemos dado ese toque que sí existe en otros países, donde se le ha valorado más. Para ellos es un producto que es distinta a todo lo demás. Pienso que ahora se está comenzando a valorar, afortunadamente.

-¿Quién debe abogar por ese cambio para promocionar la cultura del vino?

-Hay que ponerse manos a la obra y realizar esa labor de difusión, para que la recojan las nuevas generaciones, una labor de dar al vino esa dimensión de un producto distinto que aglutina todos esos valores. Quizá aquí en España con las campañas contra el alcoholismo se ha hecho mucho daño, porque se ha asociado sobre todo al vino, sin hablar de otras bebidas, como por ejemplo la ginebra. Entre todos, bodegas, instituciones e incluso prensa, hay que hacer algo para que se tome conciencia de que el vino no es una bebida alcohólica sino alimenticia y saludable, que tiene algo más.

-¿Qué hay que saber para entrar en el mundo del vino y poder disfrutar de una buena copa?

-Quien entre en el mundo del vino tiene que estar en todos los sentidos abierto a ello. Es imposible tomarlo como algo sin poner un cariño, hasta llegar a apreciar que estás tomando algo distinto. Para eso además hay que tomar muchos vinos, con el objetivo de conocerlos. Luego, si estás al lado de alguien que te va informando un poco mucho mejor. Pero no demasiado, sin saturar, porque el vino es mucho más simple que todo eso. También se debe intentar buscar una dimensión al vino, que cuando se tome se sepa de dónde viene, su personalidad y su estilo. Hay que empezar a tomar distintos vinos, no tener ningún complejo aunque estés rodeado de gente que sepa de vinos, porque al final va a ser lo que a ti te produzca mayor placer. También uno mismo debe tener su personalidad, saber sus vinos favoritos, tomarlos e informarse. De los expertos solo hay que coger lo justo, porque cada uno tiene su registro. Hay que descubrir los caldos con más personalidad y definidos, de todos tipos y zonas, para entrar en este mundo.