El "mikve" o baño ritual judío ocupaba "una estancia aneja a la sinagoga, cubierta con una bóveda, y consistía en un pequeño, aunque profundo estanque de agua al que se descendía por unos escalones o peldaños". La definición corresponde al profesor Enrique Cantera Montenegro y describe parcialmente un pequeño espacio adosado a la Muralla en los Barrios Bajos. ¿La cavidad de agua natural con varios peldaños es realmente uno de estos baños? La historia de este pequeño, aunque singular, espacio "encerrado" en la Hostería Real es compleja y, de momento, no tiene una respuesta fácil.

En 1992 la historiadora Fuencisla García Casar identificó en su libro "El pasado judío de Zamora" diferentes espacios de origen hebreo gracias a las fuentes documentales. Piedras, lo que se dice piedras, no aparecen en las páginas del volumen, un trabajo de referencia. De edificios y establecimientos de "la vida comunal de aljamas y juderías medievales castellanas" solo aparecen documentados "la sinagoga, la carnicería, la alberguería y el cementerio", refiere la profesora. Es decir, que hace tres décadas no había rastro de ningún "mikve".

Pero eso no quiere decir que no existieran, tan solo que no han salido a la luz. El más importante de estos baños judíos se encuentra en la localidad gerundense de Besalú. Fue creado en el siglo XIII, pero descubierto hace no tanto, en 1964.

El relato sin evidencias materiales de la cultura mosaica da un giro cuando el delineante Alfredo del Cueto adquirió en los años noventa un edificio de viviendas en la cuesta del Pizarro que había pertenecido en tiempos al último inquisidor de la ciudad. Cuando los arquitectos impulsaron un proyecto para recuperar el inmueble, comenzaron a surgir sorpresas como los muros levantados en sillares e incluso un artesonado. Pero el mayor de los desconciertos quedaba reservado a un pequeño espacio situado en un vértice de lo que después sería Hostería Real. Cuando Del Cueto se encontró con aquella cavidad tallada manualmente en la roca, provista de unos peldaños y bañada con agua de un manantial interior de la Muralla no tuvo duda: se trataba de un baño ritual.

El nuevo propietario del edificio quiso contrastar su impresión con una experta, precisamente Fuencisla García. "Acudió a verlo y no tuvo duda alguna de que se trataba de un baño judío", rememoraba en 2014.

Y ahora que la Hostería Real ha reabierto sus puertas, el supuesto baño hebreo se ha convertido en una de las atracciones del inmueble junto al claustro. Fácilmente, se puede constatar que el lugar cumple el canon que describen los especialistas. Está adosado a la roca de la gran peña que sostiene el recinto amurallado, su bóveda ha sido tallada de forma manual y a él se accede a través de varios peldaños. El agua acumulada procede de un manantial interno, aunque también de la lluvia, ya que carece de cubierta. El nivel puede superar los 70 centímetros, algo que permite que una persona pueda sumergirse parcialmente.

Precisamente, los ecos de la vieja historia del "mikve" de la Hostería Real han atraído a los primeros judíos que han querido comprobar si se trataba realmente de un antiguo baño. Y de hecho, los viajeros -varios israelíes en una misión comercial en Zamora- no dudaron en bajar los peldaños y dejarse cubrir por las aguas naturales alojadas en la cueva.

Aunque en realidad, la función del baño ritual ha ido cambiando con el devenir de la historia. Antiguamente, estos espacios eran utilizados indistintamente por hombres y mujeres. En tiempos, ellas utilizaban sus aguas para purificarse tras la menstruación, para limpiar los utensilios de cocina o incluso para bautizar a quienes se convertían a la fe mosaica. Quizá uno de aquellos baños ha sobrevivido hasta nuestros días, aunque aún no figura en los libros.