"Estamos realmente agradecidos de cómo hemos sido tratados en Zamora, tanto en la calle por la gente de aquí, como en el centro de acogida Madre Bonifacia, donde estamos durmiendo estos días". Son Miguel Ángel Morillas Nieto, de 59 años, y Miguel Ardura Andaloro, de 46. Les une su situación de ser personas sin hogar que van vagando de ciudad en ciudad en búsqueda de una oportunidad que no termina de aparecer y solo quieren agradecer públicamente lo bien acogidos que se han sentido en la ciudad durante estos días.

La vida de Miguel Ángel Morillas, nacido en un pueblo de Cuenca, ha dado muchas vueltas hasta verse definitivamente en la calle. Su currículo laboral pasa de pertenecer al cuerpo de la Policía Nacional en los años ochenta en el País Vasco a conductor de ambulancias en Burgos durante más de una década. "Con ese trabajo salvé muchas vidas, porque entonces no había ni 112 ni uvis móviles", recuerda. Su experiencia profesional también le llevó durante un tiempo al extranjero, trabajando con un camión por Francia. "Hace tres años, antes de quedarme definitivamente en la calle, cobraba 2.500 euros al mes como transportista", calcula con cierta nostalgia al tiempo que subraya que tiene sus estudios de bachiller superior y se desenvuelve con el francés sin problemas.

Por su parte, Miguel Ardura Andaloro finalizó sus estudios de Empresariales en Oviedo, ya que nació en Avilés, y tras finalizar la carrera realizó varios cursos de informática a través de la Oficina de Empleo. "Al poco tiempo me llamaron de una empresa de seguridad y estuve ocho años trabajando en un parking subterráneo, realizando labores de informática y de controlador, hasta que se me terminó el contrato y me vi en la calle", resume. Una trágica situación en la que lleva tan solo dos meses, después de estas acostumbrado a recibir al mes un sueldo de 1.500 euros.

Para ambos, la familia dejó hace tiempo de ser un apoyo. En el caso de Miguel, porque sus padres fallecieron hace una década y se encontró solo, mientras que su compañero tiene hermanos, pero apenas contacto con ellos.

La amistad entre estos dos hombres se forjó hace tan solo dos semanas. Pero la dureza de la calle une e intensifica los sentimientos. "Congeniamos desde el primer momento, cuando compartimos habitación en el albergue de León. Nos pusieron juntos porque los dos roncábamos", recuerdan con una sonrisa. Se han recorrido la ciudad vecina entregando currículos en todas las empresas en busca del ansiado empleo.

A su llegada a Zamora, acudieron a la Policía Local para solicitar una habitación en el centro de acogida Madre Bonifacia, que organiza y gestiona Cáritas. "Han sido muy amables todos, desde la directora hasta los trabajadores", subrayan, encantados con el "exquisito trato" recibido y el compañerismo de los otros usuarios. "Si hay que poner alguna pega, quizá la comida está un poco sosa y no teníamos el salero a mano", pone como único contratiempo Miguel Ángel Morillas, al tiempo que subraya que una entidad como Cáritas "sabe respetar a los que somos transeúntes en el albergue".

Tras abandonar la ciudad, juntos intentarán labrarse un futuro en Oviedo. Allí tienen apalabradas dos habitaciones en una vivienda. "A cada uno nos cuesta 200 euros al mes y, teniendo en cuenta que ambos tenemos una ayuda de 426 euros mensuales, tampoco nos queda tanto dinero para sobrevivir", calculan.

Así que no les da apuro admitir que han pasado muchas noches al raso, "sobre un cartón en la calle", pero todavía reconocen que les da "auténtica vergüenza" ponerse a pedir en la calle. "Es algo a lo que no te acostumbras nunca, pero prefiero mil veces eso antes de tener que robar", apunta Morillas, mientras que su amigo asegura que "todo lo que nos puedan dar es bien recibido. Aunque solo sean cinco céntimos, lo agradecemos igual, porque sabemos que la gente, con la crisis, lo está pasando muy mal".

En estos días a ambos se les ha podido ver en diferentes puntos de la ciudad sentados en el suelo y con una sencilla pancarta de cartón en la que tan solo piden la voluntad. "Vamos por la verdad por delante, no nos queremos aprovechar de nadie", aseguran.

Ese piso compartido en Oviedo será un primer paso, pero su objetivo es poder encontrar una vivienda para ellos dos. "Yo lo que necesito es una llave, para saber que tengo una casa con una cama, un armario y una televisión. Eso es muy importante para mí, aunque me cueste la mitad de la ayuda que percibo", explica Morillas.

A pesar de que subirán hacia el norte en busca de un trabajo, tienen claro que están dispuestos a viajar donde les den una oportunidad. Y Zamora sería una muy buena opción, teniendo en cuenta lo acogedora que ha sido su gente durante la semana que han estado viviendo.