Las dos cámaras acorazadas que custodiaban las reservas del Banco de España de Zamora son, quizás, el principal atractivo de un edificio que lleva abandonado doce años. Pero hay mucho más. Las obras de remodelación para convertir el inmueble en sede de la Policía Municipal y el Archivo han dejado al descubierto el modo de funcionamiento que una entidad de este calibre manejaba cada día, además de incontables dependencias cuyo cometido era ofrecer el mejor de los servicios a quienes hasta allí debían acudir como trabajadores, como enlaces o como simples ciudadanos. La celosía materializada por José Luis Coomonte es, sin duda, parte importante de la riqueza arquitectónica del edificio. No obstante, el interior alberga una gran cantidad de secretos que sufrirán diferente suerte durante la realización de los trabajos de acondicionamiento.

La imponente puerta principal que evoca a los campos castellanos plagados de surcos, obra del benaventano José Luis Coomonte, da paso a un amplio recibidor que tras la reforma pasará a convertirse en zona de atención al ciudadano. Pero, ¿qué era antes? La imagen no deja lugar a las dudas. Una sucesión de cabinas indican que aquello también era zona de atención al cliente entre los años 1985 y 2004. En su interior, en la zona donde los trabajadores desempeñaban su trabajo, se observa un complejo sistema de seguridad para garantizar en todo momento la salvaguardia de las operaciones.

Es muy cerca de allí donde aparece el control de mandos del interior del edificio. Una mesa con primarios objetos tecnológicos da cobertura un amplio operativo que detalla sobre plano cada una de las dependencias del edificio de la plaza de Cristo Rey, así como diversas instrucciones acerca de la seguridad. Un cenicero junto a las teclas se ríe de la Ley Antitabaco promulgada siete años después de echar el cierre al Banco de España.

La escalera localizada al final de un pasillo, a la que solo accedía personal identificado, conduce a las joyas de la corona: las cámaras acorazadas. No es fácil acceder a esta zona, merced a las puertas de varios centímetros de grosor que custodiaban el dinero que cada día salía y entraba del edificio. Estas cámaras están construidas con un sistema de protección perimetral. Es decir, que pueden ser custodiadas desde cualquier punto. Un claustrofóbico acceso por unas escaleras lleva la parte baja de la cámara, dejando los tesoros sobre la cabeza. En cada esquina, una sucesión de espejos. ¿La misión de todo esto? Según indica el arquitecto de la obra, el cometido era "poder tener controlada la cámara en todo momento y desde todos los ángulos para evitar que un butrón pudiera dar acceso a la construcción".

A escasos metros de esta zona se localiza la estancia donde se encontraba el archivo del Banco de España. Se trata de un complejo sistema de estanterías que ocupa prácticamente toda la sala y que será reutilizado para el Archivo Municipal toda vez que se efectúe el traslado en el primer semestre el año próximo. De hecho, en este sótano la intervención será prácticamente de mantenimiento, pues es intención del Ayuntamiento y de los arquitectos mantener estas obras de auténtica ingeniería.

De vuelta al vestíbulo principal y por diferentes escaleras que las que conducen al sótano, se accede a la planta noble del edificio. Un enorme pasillo ofrece entrada a varias puertas que se reparten entre cuartos de baño, vestidores, una inmensa estancia sin acondicionar y el despacho del director. Este último, de tal envergadura y con tantos metros cuadrados que de ahí se sacarán tres despachos para la Policía Municipal. No hubo reparos para el jefe en el año 85.

La otra de las salas grandes, la que permanece virgen, servirá para albergar diferentes dependencias tanto para la Policía como para el Archivo, tales como salas de reuniones o salas de briefing. La ausencia de mobiliario, siquiera de revestimiento más allá del cemento, provoca un inquietante eco en un edificio en el que no existe actividad desde hace doce años.

El regreso al vestíbulo principal da lugar a una tercera escalera independiente a las dos anteriores. La altura del edificio obliga a dar dos vueltas entre piso y piso subiendo escalones. Un largo periplo hasta la zona más alta del inmueble que finaliza en una compleja sala de máquinas con una puerta al fondo que da acceso a la azotea. Allí, tan solo piedras y vistas hacia los institutos de la avenida de Requejo y a la plaza de Cristo Rey.

La visita por los secretos del Banco de España finaliza, precisamente, con lo único que no era secreto para ningún zamorano: la obra maestra de José Luis Coomonte. Una celosía inspirada en un ventanal de la iglesia de San Cipriano que se materializó en el tiempo récord de nueve meses. Su estado de conservación, tanto por el exterior como desde el interior del edificio, aparenta ser excelente, como así lo corroboran los profesionales encargados de actuar en el edificio.

En poco más de seis meses, todo lo que fue banco desaparecerá y se convertirá en servicios municipales. Solo las imponentes cámaras acorazadas recordarán que en este edificio, durante unos años, se manejaba parte importante de la economía de ciudad y provincia. Esas cámaras que, seguro, se llevarán consigo más de un secreto.