Los tatuajes son heridas superficiales que recuerdan un buen momento del pasado o la cura de una llaga psicológica. O simplemente una cicatrices que hacen que la piel cuente una historia. Sea como sea, la forma en la que se deja una huella imborrable en el cuerpo es algo, no solo personal, sino único de cada uno. No hay dos tatuajes iguales, por mucho que se asemejen.

Cada vez son más los zamoranos que deciden someterse al arte corporal, haciéndolo común en la sociedad y sin distinguir sus posibles clases sociales. "Tatuarse tal y como lo conocemos apareció hace un siglo. Ahora, ha pasado de estar reservado a minorías para convertirse en algo más elaborado presente en lo cotidiano. El tatuaje ya no está renegado a la gente de "mal vivir"", explica Jesús Villarino, tatuador del taller Amor de Madre, que lleva más de una década en la ciudad.

Cuando la aguja entra en acción penetra la piel entre unas 50 y 3.000 veces por minuto, soltando una gota cada vez que llega a la segunda capa de la piel. Es un proceso que, contado, asusta, pero es cierto que el miedo al dolor se ha reducido y que la mayoría de las personas lo describen como una "simple molestia".

"No existe una zona del cuerpo donde duela más. El daño está en la percepción personal de cada uno. Cuando alguien se tatúa siempre sabe que va a pasar una prueba del dolor, proporcional al tiempo de trabajo", añade Jesús Villarino, quien señala que las mujeres soportan mejor el proceso.

Lo que sí debe molestar es arrepentirse de un tatuaje al cabo de unos años. Parece ser que la advertencia tan repetitiva de que grabarse la piel por alguien no siempre acaba bien ha hecho mella en los zamoranos. El amor eterno se queda en la literatura medieval.

"La gente se ha ido dando cuenta de que no es práctico. Cada vez piden menos el nombre de su pareja, y en cambio, incrementa el número de tatuajes con los de un padre, una madre, un abuelo o un hijo", señala Jesús. "Si todavía alguien se tatúa por amor, es con un símbolo que recuerde a algo común de la pareja".

Hay varias técnicas para eliminar tatuajes: el estiramiento de piel, la eliminación por abrasión, el borrado por escisión y el láser, aunque Jesús no trabaja en la eliminación de tatuajes.

Lejos de decorar, las agujas también pueden resolver ciertas enfermedades. Entre los trabajos más comunes es posible encontrar el pintado permanente en zonas de la cabeza donde el pelo ya no crece. También existe la aplicación de tinta permanente en aquellos que deseen mantener su maquillaje para siempre.

Volviendo a los clásicos, los lugares favoritos para clavar la aguja varían según el sexo. Las mujeres tienen preferencia por el tobillo, la muñeca o la cadera mientras que los hombres prefieren los bíceps, hombros, el pecho o el costado. En cuanto a diseños, colores y negro están empatados.

"Ninguno brilla más que el otro porque siguen el mismo proceso. Una vez cicatriza la piel, se ven de la misma manera sin depender de los pigmentos", explica Jesús, que asegura trabajar únicamente con tintas homolagadas. Por ello, se muestra reticente ante las nuevas modas de tatuajes que brillan en la oscuridad.

"Eso no está homologado. A parte, no creo que sea algo muy sano porque los pigmentos naturales no tienen componentes que las hagan fluorescentes", afirma Jesús Villarino.

Para asegurarse de que un tatuaje no va a suponer problemas mayores, siempre habrá que hacerlo en un entorno con la correcta higiene, tintas permitidas por la ley, agujas esterilizadas y unas manos expertas.