El Ayuntamiento de Madrid dedicará una calle al grafitero y músico Juan Carlos Argüello (1965-1995), alias Muelle, el cual dejó parte de su obra -tanto musical como pictórica- en el local zamorano "La Cueva del Jazz".

Cuando se habla de arte y cultura durante la época de la Transición la Movida siempre sale a relucir de forma inmediata. Aquel movimiento artístico, urbano y juvenil supuso el derrumbe por bombardeo de los pilares de la sociedad acoquinada y miedosa en la que la dictadura y la religión católica había convertido a los españoles. Todo aquello que estaba prohibido, mal visto o era pecado capital había que hacerlo. Y si era multiplicado por tres aún mejor. El grafiti fue una muestra más de aquella desobediencia libertaría que trajeron los años ochenta. No está claro cuando comenzó esta corriente en España, aunque los primeros indicios nos retrotraen a 1982. Hoy, cuando el grafitis se han convertido en una constante en nuestras urbes, rendimos homenaje a uno de los precursores de esta modalidad en España.

La impronta de Muelle se extendió fuera de las fronteras capitalinas, con tal fortuna que dio a parar a la ciudad al lado del Duero. Llegó a Zamora a finales de noviembre de 1991, al ser contratado por Miguel Sotelo, dueño del ya mítico local "La Cueva del Jazz". Y es que a veces se olvida al narrar la historia del grafitero que también era músico, batería para ser más exactos, primero de rock en el grupo "Salida de emergencia" y ya en los años en los que se acercó a nuestra ciudad como batería del grupo "Blues Sharks"

Muelle fue uno de aquellos pioneros que se atrevió a despojarse de los fantasmas de la dictadura y tomar la calle como suya. El artista callejero comenzó a dejar su firma a lo largo de la ciudad que le vio crecer: Madrid. No obstante, Muelle no era un vándalo más, y si lo era al menos era un vándalo con ética: no firmaba en fachadas de casas, ni en trenes ni autobuses. Su estilo fue definido como "flechero" al cerrar todas sus grafías con una flecha. Esa característica, que le identificaría y marcaría un estilo propio, dio pie a multitud de leyendas; la más extendida fue que la flecha indicaba la dirección de la casa del camello donde poder adquirir la droga, que por otra parte, en esos años exterminaba a nuestra juventud.

Sotelo lo define como "un joven tranquilo, no bebía, ni fumaba y tampoco se drogaba". El dueño del bar fue a buscarlos a Madrid y durante el trayecto entabló amistad con el conocido grafitero, el cual le regaló un par de firmas en el establecimiento que se sitúa en la plaza del Seminario de san Atilano. Actualmente solo se conserva una de las firmas, pues la otra la realizó en la puerta de uno de los servicios que actualmente guarda la familia dueña del local.

De esta visita se destacan tres hechos: los grafitis, el vhs que grabó Miguel Sotelo de la actuación del grupo, y que después sería emitido por Antena 3, y el enfado que agarró el batería madrileño al ver que por la zona de la Catedral habían plagiado su firma. "Es que si al menos me hubieran plagiado bien", lamentó Muelle, tal y como rememora Sotelo.

Juan Carlos Argüello murió en 1995 de un cáncer de hígado. Ahora el Ayuntamiento de Madrid -la ciudad que le vio nacer a él y a su arte- le rinde homenaje dedicándole el nombre de una calle en el barrio de Campamento, donde vivió y creció.

Por su parte, en Zamora a través del garfiti que dejó en "La Cueva del Jazz" siempre podremos evocar ese espíritu rebelde que lo convirtió en un ser inmortal.