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La tecnología más avanzada converge entre las cuatro paredes de una nave del vivero de empresas que regenta la profesional Clara Alonso. Su empresa se dedica a la agronomía, con una labor asesora en gestión integrada de plagas, y a la enología, con un laboratorio en el que analiza uva, mosto y vino. Siempre ha trabajado en el sector de las bodegas, sin embargo, hace dos años decidió emprender y cambiar el timón de su trayectoria profesional. Sus clientes proceden "de varias zonas pero, sobre todo, de Toro y Arribes". La Gestión Integrada de Plagas, conocida por las siglas GIP, es una estrategia para el control de los problemas fitosanitarios de los cultivos. En la práctica, se basa en prevenir la aparición de problemas fitosanitarios empleando métodos culturales o favoreciendo el control biológico. Solo en caso necesario se recurre al control químico. De esta forma la utilización de productos fitosanitarios puede limitarse al mínimo necesario. Desde el 1 de enero de 2014 todas las explotaciones agrarias deben aplicar la Gestión Integrada de Plagas en sus cultivos. En el caso de algunas explotaciones, debe llevarse a cabo bajo el asesoramiento de un técnico habilitado. Por ejemplo, aquellas explotaciones que cultiven más de cinco hectáreas de viñedo deben contar con un asesor. También aquellas explotaciones de regadío que cultiven más de cinco hectáreas de remolacha, patata o alfalfa, o más de dos de frutales u hortícolas.