Aunque, si se camina por sus calles, a veces parece que en Zamora el tiempo se detuvo hace siglos, son muchas las cosas que han cambiado en la ciudad a lo largo del tiempo. Para conocer mejor cómo era la ciudad en una de las épocas más importantes de la Historia de España, el Museo de Zamora ha preparado, entre los meses de junio y septiembre, una visita guiada gratuita en la que se desvela cómo eran nuestra ciudad y sus monumentos y edificios entre los siglos XVI y XVII. "Una mirada al Siglo de Oro" es un breve recorrido por algunas de las piezas de ese periodo que se conservan en el centro y que son, entre otras cosas, el testimonio de la importancia de edificios que ya no se conservan, como el palacio del Marqués de Villagodio -del que solamente queda una esquina del edificio en el Museo-, el Hospital de Sotelo o el monasterio de San Jerónimo. Por suerte, otros inmuebles como el palacio de los Momos, La Encarnación o el propio palacio del Cordón sí que aún pueden contemplarse.

Se trata de una de las actividades organizadas como conmemoración del V centenario de Santa Teresa de Jesús que se celebra este año y que ya ha contado con una pieza del mes en el Museo. Durante alrededor de treinta minutos, la guía del Museo, Lourdes Espinazo, fue desgranando alguna de las piezas que se conservan en la entidad y que sirven para entender mejor el paso del tiempo por la ciudad. Entre las piezas más destacadas se encuentra un grabado de Joseph Augier que, pese a ser elaborado en el siglo XVIII, pasada ya la época del Siglo de Oro propiamente dicho, sirven para hacerse una idea de cómo podía ser Zamora entonces. En este grabado se puede apreciar una vista de la ciudad desde el sur y en la que aparecen edificios ya desaparecidos como los monasterios de San Jerónimo y San Benito, o casi perdidos, como el convento de San Francisco, actual sede de la FRAH.

Pese a no tener restos arquitectónicos, el Museo sí que conserva restos patrimoniales que permiten hacer una idea de la importancia de aquellos centros culturales, especialmente del monasterio de San Jerónimo, que fue trasladado desde Montamarta y que fue derruido tras las desamortizaciones. Parte de sus columnas aún pueden verse en el Castillo, pero, gracias a las piezas que albergaba y que hoy se han repartido en distintos centros, se puede conocer que era un lugar a tener en cuenta. También lo era entonces el monasterio de Granja de Moreruela, siguiente parada de la visita, debido a que el Museo conserva algunas piezas, como una copa de bronce, mientras que de la zona de San Miguel de Gros, en la zona de Toro, se guardan unas piezas de cerámica encontradas en unas excavaciones en el año 2008.

Tras un breve vistazo a unas esculturas procedentes del desaparecido al Hospital de Sotelo y de la Encarnación, la última parada de la visita es la sala que acoge algunas importantes obras pictóricas procedentes del monasterio de San Jerónimo. Entre ellos destaca la obra anónima hispanoflamenca del siglo XV, una de las grandes joyas del centro, así como otros cuadros realizados desde entonces hasta el siglo XVIII. Estas visitas se prolongarán durante dos lunes alternos de los meses de agosto y septiembre para recordar, durante un rato, el ocaso de un imperio donde nunca anochecía.