El pasado viernes 20 de marzo se inauguraba una esplendorosa XIII edición del Festival de música Pórtico de Zamora, en la que, a diferencia de otros años, la gran protagonista no era la música barroca o la música antigua. El siglo XIX ha reinado en una edición en la que el hilo conductor lo constituía la idea del viaje, como plasmaba tan acertadamente la imagen creada por Jorge Martín para esta edición. A las nueve de la noche del viernes, el numeroso público congregado en San Cipriano (en el que, como es habitual, no faltaban algunos de los nombres más célebres de la crítica y la programación musical de nuestro país) asistía al estreno en tiempos modernos de dos partituras que han dormido durante cerca de doscientos años en archivos o bibliotecas hasta reencontrarse con nuestros oídos. Fue una recuperación emocionante, que se merecían tanto la "Lectio Tercera" de Nebra como el dúo "¿Por qué, Pedro?" de Billoni. Al público zamorano más arraigado a la tradición le atrajeron especialmente las Siete Palabras de Cristo en versión de García Fajer, con sus textos piadosos y frecuentes citas de la homónima obra de Haydn. Gustó el equipo comandado por el soñador Luis Antonio González, emocionó la imaginación de fraseo de Eugenia Boix y, de Olalla Alemán, su dicción impecable, la mágica expresividad que nacía del contenido de cada palabra.

La segunda cita tuvo lugar el sábado 21 por la mañana. El trío Wanderer (palabra alemana que significa caminante) marcaba un hito de calidad instrumental en su viaje hacia el duelo y la tristeza, especialmente a través de su rotundísima versión del Trío elegíaco de Chaikovski, uno de los más difíciles jamás escritos. Más allá de su perfección individual, fue la conexión absoluta de los tres intérpretes lo que llamó la atención, pues era la base de una cohesión formal sin fisuras, de una versión rotunda, épica, sólida, compacta, con una gama dinámica descomunal.

A las seis de la tarde tuvo lugar en el Museo Etnográfico una experiencia nueva para el Pórtico: el tenor Mark Padmore y el musicólogo zamorano Pablo Rodríguez conversaron acerca de la pieza que reinaba en la tarde: el "Winterreise" o "Viaje de Invierno" schubertiano, uno de los monumentos más sagrados del Lied alemán. Era la primera vez que el Pórtico acercaba las canciones alemanas a su fiel público y lo hacía con todo el mimo necesario: ayudaron tanto la presentación de la obra (en la que Rodríguez supo preguntar con acierto y Padmore responder con cordialidad e inteligencia) como aportar a los oyentes los textos originales acompañados por una cuidada traducción. Quienes esperaban un canto más lírico o poético quedarían tal vez defraudados: la versión de Mark Padmore, a ratos más recitada que cantada, más alucinada que real, era fiel al trágico recorrido emocional sobre el que música y texto dibujan una desoladora imagen. En este contexto, la metáfora del hielo es un espejo en el paisaje exterior de la indiferencia con la que el protagonista intenta ocultar sus sentimientos, cálidos y doloridos. Como es frecuente en el Lied, el canto de Mark Padmore daba vida a las emociones del protagonista, mientras que los cuadros descritos, las meditaciones interiores y los elementos simbólicos (el cuervo, el arroyo, el tilo) iban representados en un piano imaginativo, elocuente y admirable: James Baillieu demostró ser un magnífico pianista de este género. Tras una pausa expresiva, los aplausos inundaron San Cipriano en el que, posiblemente, fuese el concierto más valorado de esta edición. Pocas horas más tarde el piano que tan arrolladoramente había inundado a los oyentes con la furia instrumental de Chaikovski alcanzaba la máxima suavidad con la escritura de Federico Mompou traducida para los zamoranos por el extraordinario pianista Javier Perianes, el rey de las atmósferas soñadoras, de la introspección. Su viaje por la obra del catalán nos llevaba a un íntimo encuentro con nosotros mismos.

En la mañana del domingo 22 concluía la fiesta con la celebración del cumpleaños de Juan Sebastian Bach, "nacido hace 330 años y un día", como recordó en tono cordial la creativa y vibrante violinista Lina Tur Bonet, quien se presentaba en el Pórtico junto a un amigo muy querido para los asiduos del festival: El luminoso clavicembalista brasileño Nicolau de Figueiredo. Juntos plantearon un viaje en el que la despedida sagrada no era otra que la Crucifixión, una de las más célebres sonatas del Rosario de Heinrich Ignaz Biber. Juntos plasmaron también afectos y efectos sonoros: pájaros, un caminar cansado, palabras, la cruz, el terremoto. Los oídos atentos encontraron en el primer adagio de la sonata en do menor de Bach ecos de ese "Erbarme dich", cumbre de la Pasión según San Mateo, y recibieron dos maravillosos regalos: el primero, por parte de los músicos, habría de ser una segunda versión del adagio de la sonata en Sol mayor. El segundo, el solemne anuncio, por parte de un emocionado Alberto Martín, de la ilusionante XIV edición del Pórtico de Zamora en el año 2016. Sin duda vendrá cargada de grandes nombres y muchas alegrías, pero parece difícil elevar el nivel instrumental de la extraordinaria edición de este 2015.