El 1 de enero de 1985 Zamora celebraba la entrada de un nuevo año, pero también la salida del último de los ferrocarriles del tramo Plasencia-Astorga dentro de la línea de la Ruta de la Plata. Ese día, varías provincias perdieron la vía de comunicación sobre raíles más importante del oeste español. El gobierno, por aquel entonces en mano de Felipe González, decidió que esta arteria era deficitaria y que la mejor opción pasaba por clausurarla, dejando así huérfano un nudo de circulación que se remonta a la época romana. Han pasado treinta años y un día desde aquello y la provincia, lejos de haber cumplido su pena, continúa pagando el abandono de la línea transversal ferroviaria del país por excelencia.

Poco más de cien kilómetros unían el sur y el norte de Zamora en el transcurso de la Ruta de la Plata. Pero lo que la provincia perdió aquel primero de enero del 85 no fue un simple tramo ferroviario, sino la posibilidad de alcanzar cierto peso en la balanza industrial y comercial del oeste de España. Una línea que han seguido los defensores a ultranza de la reapertura de esta línea. Los empresarios y los sindicatos ferroviarios han pasado años reclamando la puesta en marcha del servicio, que evitaría que para viajar del norte al sur del país en tren haya que pasar obligatoriamente por Madrid.

A lo largo de las últimas tres décadas, los políticos han utilizado la línea de la Ruta de la Plata como arma electoral, a menudo desde la oposición y, a juzgar por los acontecimientos, siempre de boquilla. Apenas dos años dejó pasar José María Aznar desde el cierre del tramo que transcurre por Zamora para lanzar aquella famosa proclama: "Volveré a Benavente en tren". Fue el 28 de mayo de 1987, en plena precampaña para la presidencia de Castilla y León. Se le ha complicado ese viaje.

Igual que se le complicó a José Luis Rodríguez Zapatero su célebre a la par que infructuoso "Plan del Oeste". En él, el presidente socialista aseguró por escrito que su Gobierno consideraba "básica" la unión del oeste de la Península Ibérica por un nuevo corredor vertical de ferrocarril convencional sobre la Ruta de la Plata que una las redes del norte y noroeste (Galicia y Asturias) con el resto del oeste (Castilla y León) y con el sur (Extremadura y Andalucía).

Treinta años de promesas rotas, como las traviesas de madera que a día de hoy se pueden observar en la vía abandonada a su paso por la capital. En aquellos mediados ochenta, la carretera le ganó la partida a los raíles y el convoy de la Ruta de la Plata se diluyó. En todo este tiempo, sin embargo, las instituciones no han conseguido finalizar las obras que unen norte y sur por autovía y, una vez más, es la provincia de Zamora la que paga los platos rotos, manteniendo el último tramo de la vía sin finalizar.