En un recóndito lugar del reino, Limianos de Sanabria, la proclamación del rey Felipe VI se vivió como una jornada más que no alteró el ritmo de la media docena de personas que viven permanentemente, a los que se suman una decena de residentes estacionales que a las puertas del verano retoman la actividad de jardines y huertos. La visita del médico, hacer pequeñas reparaciones y las faenas domésticas marcaron ayer el ir y venir por uno de los pueblos más bonitos de la tierra sanabresa. Casi pasa desapercibido que entre los invitados hay un sanabrés, José Fernández Blanco, representante en el Senado, que asistirá en directo.

Limianos es un pueblo de los más pequeños integrado en el municipio de Cobreros que vive a su propio ritmo, el que marca la actividad de las personas en su mayoría jubiladas y que cambian el ajetreo de Madrid por la desconexión del paraje urbano por un paraje grato de castaños centenarios y decenas de jardines floreados, que en nada desmerecen al adorno floral desplegado ayer en la Castellana madrileña para la proclamación de Felipe VI.

Un nuevo rey al que las mujeres de Limianos le piden como primer deseo generalizado "paz", palabra que pronuncia una vecina natural de Orense, casada en Limianos y residente en Madrid, mientras barre la puerta de casa y que prefiere el anonimato. "Esperemos que lo haga mejor que el rey -en este caso se refiere a Juan Carlos- que tengamos paz para todos". Recuerda la proclamación del que ha sido monarca durante cuatro décadas aunque "no me preguntes muchos detalles porque casi no me acuerdo". Cuando termina dice que irá a ver la televisión.

Otra de las vecinas, Domitila Ferrero, sí está delante de la televisión en el momento en que don Juan Carlos termina de imponer la banda a su hijo, y hacen su salida al coche que les llevará al Congreso. A ella le parece muy bien la ceremonia y desea "que tengamos paz y trabajo". Esta mujer nacida en Limianos, alterna su estancia en el pueblo con la capital. A nombrar a los nuevos reyes "sí nos tendremos todavía que acostumbrar". Cuando nombraron a Juan Carlos "ya estaba en Madrid viviendo".

Llamar a Felipe rey le resulta más fácil que llamar a Letizia reina. Una calle más abajo vive su cuñada, Amparo Elena, ajena a la televisión cuando se encuentra en Limianos. De hecho ha estado al tanto momentáneamente de la actualidad "cuando he bajado a El Puente que iba escuchando la radio". Para ella Juan Carlos ha abdicado en el momento preciso, más por su deterioro físico. El problema "no es la monarquía, son los chorizos de los gobernantes". Por eso al deseo de paz, añade el de orden. Mientras que a lo largo de la vida del príncipe "ya sabíamos que iba a llegar este momento, con la reina Letizia quizás choque más. Tanto que estaban con la nobleza resulta que tiene la sangre como yo".

Otro vecino casado en Limianos pero nacido en Pías, Aníbal, atiende la finca contigua. No está pendiente del cambio al frente de la monarquía pero deja una reflexión sobre "¿qué cuesta más un montón de presidentes de la república retirados o un rey?". En cuanto al papel institucional "el rey está debajo porque no gobierna". Con la monarquía "no nos ha ido mal. Es un sistema de gobierno más". Aníbal estará ocupado toda la mañana porque tendrá que desalojar de una viga de su casa algún insecto instalado en la madera que ha llamado la atención de un pájaro carpintero que ha taladrado un agujero.

Bar en el pueblo no hay, por lo tanto no es posible encontrar un establecimiento público para el encuentro y una televisión común que ver y abrir debate. Eso sí, es fácil entablar conversación en las calles, junto a las pozas o en la fuente.

En el consultorio médico, alojado en las antiguas escuelas, se dan cita varios vecinos entre ellos Sigfredo Cobreros y Arsenio Puente. Hoy es día de consulta y aguardan en la sala de espera. Estos dos vecinos residen permanentemente en el pueblo. Sigfredo no está al tanto de la ceremonia y le preocupan otras cosas. "A un obrero que se jubile que no le pillen poniendo un ladrillo, pero a un ministro que los jubilen con siete u ocho años me parece mal".

Cuenta que él trabajó en el túnel 12 con 16 años y cotizó durante 46 años. Cuando se retiró "ni me dieron la paga completa, y otro que trabajó 16 años tiene la misma paga que yo". En tertulia con otra vecina se decantan por pedirle al nuevo rey "justicia" y que "controlen a los ricos porque a los pobres ya nos controlan bien".

María Teresa Sastre es la enfermera que atiende a los pacientes del pueblo y no oculta que ella prefiere "un referéndum antes que una monarquía" aún así admite que si como resultado de ese referéndum "el pueblo quiere una monarquía pues nos tocará aceptarlo". Pedirle "yo no le pediría nada". Le parece que es un despilfarro los gastos en la ceremonia. Un pensamiento que bien se puede corresponder con la sencillez al extremo del consultorio médico. A esta enfermera le tocó vivir "el fin del franquismo" y se reconoce "de izquierdas por lo que vivimos" y rechaza la imposición de un rey. Defiende a la mujer y no comprende el conservadurismo de la mujer, ante opciones políticas de derechas que recortan sus derechos.

Socorro Rodríguez observa desde la ventana las labores de Aníbal para espantar la comida del pájaro carpintero que ha hecho astillas de una viga del tejado. Ella sí está interesada en ver el relevo real por la televisión, aunque se entretiene en la conservación. Para Socorro "el rey no tiene la culpa de lo que ocurre. Juan Carlos no ha sido mal rey y todo lo malo que ocurre es por los gobernantes. Nuestra generación ya no está acostumbrada a cambios bruscos".

Sigfredo, que además es el alcalde pedáneo, baja en coche a El Puente a hacer los recados y se para un momento para dejar constancia de su rechazo a que el Ayuntamiento de Cobreros quiera poner contadores en las casas, porque agua en Limianos "hay de sobra", como bien asoma por caños, pozas y pequeñas cascadas. Idea que no comparten todos los vecinos, que creen que es mejor un control del agua. El agua no era ayer precisamente un preocupación en el desfile real.