Más allá de ilustres familias de abogados o médicos, tan habituales durante generaciones, se afianzan las que continúan con una profesión que también tiene tradición en la provincia, como la hostelería o algo tan artesanal como la panadería. El auge se debe a que los pequeños de estas familias viven con pasión la ocupación de sus padres y abuelos, que han sabido transmitirles su amor por el oficio. Hacer un juego de la elaboración de alimentos también ayuda, pues es el sueño de muchos niños.

Dos ejemplos de estas nuevas generaciones de cocineros están en Fermoselle, donde el restaurante España y la panadería del pueblo tienen asegurada su continuidad si los pequeños Eloy y Celia Mateos Marcos por un lado, y Lucía Elizande Díez por otro, continúan con la pasión por los fogones que tienen en la actualidad , con tan solo siete años.

Difícilmente se podía imaginar Pilar Ramos hace cincuenta años, cuando abrió en Fermoselle su restaurante para dar de comer a los trabajadores de la obra de la presa de Almendra que el negocio iba a continuar con su hija y su nieta María del Mar Marcos. Ahora son sus hijos, los mellizos Eloy y Celia quienes empiezan a trastear en la cocina. «Son ellos los que me piden estar aquí y lo ven como una recompensa, por ejemplo, si hacen los deberes durante toda la semana. Este es su premio». Los pequeños son especialistas en hacer galletas y pizzas sobre todo, aunque en la actualidad hay que añadir a la lista la pasta fresca. «Yo les he inculcado a que aprendan todo esto como su fuera un juego», reconoce su madre.

Otro negocio con tradición de más de medio siglo en la localidad es la panadería. Paloma Díez continúa con el local de su padre y ahora es su hija Lucía quien siente verdadera pasión por las masas. «Le encanta desde que era bebé, porque yo me la llevaba a trabajar y dio sus primeros pasos entre harina. Lo que más le gusta hacer son los roscones de Reyes, sobre todo decorarlos y meter dentro los regalos», asegura.

Eloy, Celia y Lucía son admiradores reconocidos de los últimos programas de cocina que las televisiones han puesto de moda. Y no solo la versión infantil de las pasadas navidades. «A mi hija le tengo que grabar el nuevo programa de repostería que hay las noches de los martes para que lo vea al día siguiente, después de que haya hecho los deberes», explica Paloma Díez. «Celia y Eloy no solo veían el programa de MasterChef Junior, sino que opinaban sobre los platos que hacían. Al ver a los niños hacer tantas cosas, ahora me están pidiendo avanzar también. En este caso Celia, que es mucho más lanzada, ya ha hecho sus primeros huevos fritos esta misma semana», relata la madre de los mellizos.

Dando plena libertad a la elección futura de sus hijos, tanto María del Mar Marcos como Paloma Díez tienen muy claro que si sus hijos optan por tomar su mismo camino, la formación será algo esencial. «Quiero que tengan una buena base y que se formen en Hostelería si deciden seguir adelante, porque esta es una profesión muy bonita, pero muy dura, aunque creo que no hay nada tan agradecido ni lugar donde te puedan echar más piropos si la comida que les sirves es del agrado de los clientes», reconoce María del Mar Marcos. Por su parte, la panadera Paloma Díez reconoce que su hija «no se tiene que conformar con lo que nos vea hacer a nosotros en el horno, tiene que salir del pueblo, porque ahora hay muy buenas escuelas en las que poder formarse. Todavía es pronto para saber lo que quiere hacer en un futuro. Esto le gusta mucho, pero a veces también nos dice que quiere ser veterinaria».

La mejor escuela, en casa

«¿Qué vas a hacer? Yo te ayudo» es la frase más repetida en los hogares zamoranos cuando los progenitores se meten en la cocina y en casa tienen a un niño con verdadera pasión por los fogones. Pelar la fruta, batir los huevos, cortar el fiambre o estirar una masa suelen ser los primeros contactos de estos futuros cocineros, aunque sea solo a nivel doméstico. Unos pinches de lujo para los padres y que poco a poco van aprendiendo recetas básicas del día a día y algún que otro plato para ocasiones especiales.

Es el caso de Sergio López Saavedra. Con seis años recuerda que la primera vez que entró en la cocina con su madre «fue con dos años, cuando batí huevos por primera vez». La estatura no fue obstáculo para esa primera misión importante en la cocina. «Se subía al taburete y así llegaba a la encimera sin problema», relata su madre, Esperanza Saavedra, quien tiene un blog de cocina (www.espesaavedra.com), aunque reconoce que ella no ha tenido nada que ver con la afición de su hijo. «Ha sido un interés propio», apunta.

Una de sus especialidades es hacer pizza casera. Ayuda a su madre a preparar la masa y, una vez dada la forma, él es el encargado de poner los ingredientes. «Le pongo el tomate bien extendido, el queso y por encima el jamón», da los detalles de receta estrella. Del último plato que se siente más orgullo es «de un pastel de salmón que ayudé a preparar a mi madre en navidades, para una comida familiar».

En casa de los Barroso Prieto es fácil ver a su hija Jimena, de siete años, remangada hasta los codos y solícita con lo que pueda ayudar a su madre. «Me pongo el mandil y me lavo bien las manos antes de empezar a cocinar», explica. Los dulces es lo que más le gusta preparar, de hecho, aprovechó las pasadas vacaciones de Navidad para asistir a un curso de decoración de cupcakes para niños. «Lo más complicado que he hecho hasta ahora ha sido el roscón de Reyes hace unos días». Pero lo salado tampoco se le resiste, desde empanar hasta preparar las albóndigas. «Me gusta ayudar a mamá cuando hacemos cenas para los amigos que vienen a cenar», reconoce. Una pasión que traspasa la cocina, porque en el colegio, con sus amigos juega a imitar el programa de «MasterChef Junior. «De mayor me gustaría ser cocinera y maestra», desvela.

Originales son las propuestas con las que se atreve el pequeño Martín Carlos Centeno Veloso. Con seis años, le encanta hacer de pinche para su padre cuando preparan la comida en casa. No le importa para nada meterse en la cocina a trastear entre cacharros y cubiertos y más de una vez ha sorprendido a sus padres con algún plato propio, de elaboración sencilla, pero con grandes dosis de imaginación.