Conocedor de la dificultad de sobrellevar la muerte de un familiar tras su labor como párroco en Aliste, Florencio Gago impulsó en 2007 un centro de escucha para personas «desorientadas» por el fallecimiento de seres queridos ligado a la diócesis. El centro San Camilo nació un año más tarde y ha atendido a un centenar de personas. La experiencia rompe mitos, como la soledad de las zonas rurales. Y es que Gago sostiene que «las personas que habitan el mundo rural tienen más compañía a la hora de afrontar el duelo que los vecinos de las ciudades, donde la gente se aísla en su propio piso».

-¿Cómo ha respondido la ciudadanía ante el ofrecimiento de apoyo del centro San Camilo?

-Después de presentarnos a los zamoranos hace tres años. Desde entonces, la experiencia nos muestra que se puede superar el duelo por la muerte de un familiar. Las personas que participan en los grupos de ayuda mutua se sienten mejor, pese al reconocimiento de la cicatriz que queda para siempre. Hemos atendido a cien personas y, actualmente, acabamos de configurar un primer grupo de voluntarios atendidos por un psicólogo. Los grupos de ayuda mutua, por su parte, están coordinados por Sara Castro, una psicóloga preparada en el ámbito del duelo.

-¿Cuál es el perfil de las personas que acuden a San Camilo?

-Para nosotros todas las pérdidas son iguales porque las personas son únicas, pero está demostrado que el duelo que genera una mayor desorientación es la pérdida de un hijo. La cicatriz de la que hablaba antes es más difícil de cerrar y provoca un mayor dolor.

-¿De qué tipo de desorientación habla?

-Nos referimos a una desorientación a todos los niveles. Las personas se plantean el sentido que tiene la vida y por qué ha sucedido esto. A nivel religioso, hay afectados que rompen su relación con Dios y otras, sin embargo, se agarran a sus creencias personales para salir adelante. Supone también una ruptura en el ámbito de las relaciones personales, ya sea porque se esconden o porque las personas que les rodean les esquivan al no saber qué decirles.

-¿La pérdida de un familiar puede afectar al ámbito físico?

-Esa es otra de las posibilidades. Los afectados son más susceptibles de sufrir enfermedades y como se trata de un duro golpe psicológico, también tienen más facilidad para sufrir accidentes, ya sea con el coche o de tipo doméstico, porque uno está despistado.

-¿Una apatía general?

-Es una quiebra tan grande que supone una ruptura en todos los niveles personales. Todos estos aspectos se trabajan en los grupos de ayuda mutua, sabiendo que el difunto no va a volver, pero al mismo tiempo, estará ahí siempre.

-Según lo que dice, hay creyentes que culpan a Dios de no haber amparado a su ser querido...

-Sí, porque muchas veces tenemos una visión tal de Dios que no sabemos por qué consiente el mal y le hacemos la guerra.

-Cuando alguien acude a ustedes y les dice que su vida no tiene sentido, ¿cómo les ayudan?

-Nosotros somos monitores en los grupos de ayuda mutua, pero son ellos los que se ayudan entre sí. Realmente, son muchos los que recuperan el sentido de la vida en la ayuda a otras personas que acaban de pasar por este trance, porque la escucha tiene una propiedad terapéutica.

-La labor que hacen, ¿tiene una repercusión directa en la recuperación de ese centenar de personas que han tratado?

-En la mayoría de los casos, creemos que sí, pero no en todos. Es un proceso largo, porque incluso hay personas que parecen superar la situación y, más adelante, experimentan recaídas. Sobre todo en fechas especialmente significativas...

-¿Cuáles son las peores?

-La navidad es el momento más duro, junto con fechas como Todos los Santos o el aniversario de la persona. Perder a alguien es tan duro que hay familias que no se juntan durante años para evitar recordar al fallecido. Hay casos muy difíciles y nuestra meta está en evitar un duelo patológico que hace que la vida degenere hasta situaciones muy complicadas.

-Cuando recaen, ¿vuelven?

-El Centro de Escucha San Camilo se da un plazo limitado, con el fin de evitar dependencia con el grupo. Tenemos dos cursos y en algunos centros se fijan periodos inferiores. Prolongarlo no sería bueno.

-¿Se dirigen sólo a creyentes?

-Cuando vienen, no les preguntamos por sus creencias. Es cierto que se trata el tema de la fe, pero debemos decir a los zamoranos que no es centro para rezar, es un grupo abierto a todas las personas. E incluso, somos nosotros los que vamos a los domicilios, si nos lo piden.

-Usted conoce de cerca el mundo rural, ¿cree que la soledad de los pueblos perjudica la superación de la muerte?

-Al contrario. En el pueblo está el acompañamiento de la familia y hay más ritos para poder expresar el duelo, mientras que en las ciudades la gente está metida en sus pisos y los que viven al lado ni se imaginan lo que pasa ahí.