«Lo último que hago aquí es ser párroco», confiesa con una sonrisa que siempre está en sus labios Francisco Díez García, quien atiende a los feligreses de nada menos que cinco barrios de Zamora: La Alberca, Alto de Arenales, donde está ubicada la parroquia, La Villarina, Las Llamas y la urbanización Siglo XXI. Llegó a esa iglesia en 1994 y lo que pensaba que iba a ser un destino «de paso», tras ejercer en Carrascal y San Lorenzo, se ha convertido en su hogar, ganándose el cariño de todos los fieles.

Y se lo ha ganado a pulso, gracias a su afán por mejorar la situación de los vecinos de la zona, no solo en el plano espiritual, sino también en el social. «No todos tiene la misma participación en la vida de la parroquia, lo que pasa es que esta iglesia tiene dos signos muy importantes: es sencilla y acogedora», califica, separándose así de otros templos. «Nosotros tenemos que mirar en un línea de acercamiento a las personas, no es como en las parroquias del centro, que se reducen más a la iglesia, al culto y a la sacristía», reconoce.

Uno de los logros de los que se siente más orgulloso, además de la puesta en marcha de una pequeña guardería junto a la iglesia, es de haber conseguido poner en marcha el curso de auxiliar de servicio en restauración, de la rama de hostelería, que ha ayudado ya a muchos jóvenes de esa zona a labrarse un futuro. «La gente acoge bien las iniciativas de la parroquia porque entienden que lo que se hace va totalmente en su beneficio», reconoce, pero nada de eso sería posible sin una actitud como la suya. «Hay que tener una psicología especial, porque cada familia que viene aquí lo hace con un problema distinto y atendemos sus necesidades, desde darles comida o ropa hasta una formación», enumera.

De esta manera, el aspecto social y religioso es imposible de desligarse en la parroquia, que «tiene que tener una presencia en la problemática del barrio, para que se llegue a ese compromiso cristiano, aunque la iglesia no puede perder su identidad, si no seríamos tan solo como una filial de una gran superficie, dando comida, ropa y calzado. Se trata de una tarea lenta, de día a día», argumenta Francisco Díez.

La confianza que desprende con los vecinos es la clave para haber logrado tantas cosas en los casi 17 años, los cumplirá en octubre, que lleva al cargo de la parroquia. «He logrado que se acerquen y me expongan las necesidades en las que se encuentran», confiesa con satisfacción.