Las experiencias que Ramón Manuel Carnero vivió durante su infancia en Pereruela han dado origen al libro «Guardianes de recuerdos» que el escritor zamorano presentó anoche en el Foro Cultural del Periódico. «Durante los años de la postguerra, cuando no había ni radio ni televisión, los niños pasaban las noches de invierno escuchando las historias que contaban los abuelos. Después, a través del juego, esas mismas historias las trasladaban al campo de la fantasía y eso es lo que he reflejado en este libro. Como ha señalado el sociólogo zamorano Amando de Miguel se trata de "antropología fantástica" porque son relatos basados en hechos reales, recopilados a través de la memoria oral, que han sido trasladados a la fantasía», explicó.

-¿El «País de los recuerdos», donde se desarrolla la trama del libro, es el pasado?

-Si y no. Es ese lugar donde podemos revivir nuestros sueños y donde está recluido el pasado a salvo de la manipulación humana. Es por eso que los protagonistas son niños.

-¿Y quienes custodian ese lugar?

-Los «Guardianes de recuerdos» son los Oriles, personajes fabulosos de la mitología sayaguesa. Ellos son los que se encargan de recoger y conservar las historias transmitidas a través de la memoria oral para que no se pierda.

-¿Los abuelos son parte importante del relato?

-Si, porque son los encargados de transmitir la memoria oral. Están los que tienen nietos que los escuchan y otros que la familia tiene olvidados y están apartados en un rincón. Esa distinción se hace porque en el libro existe una "sesmeroteca" donde están recopilados los recuerdos y vivencias de los abuelos del planeta. Cuando el protagonista la visita pregunta donde están los recuerdos de su abuelo y los Oriles le responden: «no están aquí porque están vivos en ti y eso es bueno porque continúan en la realidad». Con esto quiero decir que es importante que la memoria oral permanezca y no quede en el olvido.

-¿Por qué es tan importante no olvidar?

-Porque en la historia, en la cultura, en las tradiciones está la base de todo. No concibo que se pueda aspirar a la modernidad, al futuro olvidando las raíces.

-¿Qué queda de ese mundo de su infancia en el que se basa el libro?

-Es una pena pero todo se ha perdido y se ha suplantado por cosas que no tienen una raíz cultural. Los juegos tradicionales se han perdido y hoy en día lo normal es ver a los niños enganchados a la televisión y las videoconsolas. Hoy no se enseña a los niños a que desarrollen su propia fantasía y creatividad, todo lo que juegan se lo dan hecho.

-¿De dónde se nutre, cuáles son sus fuentes?

-Cada vez es más complicado llegar a la fuente oral. Aún se pueden encontrar referencias en residencias pero no es lo mismo que encontrarlas en su propio entorno.

-¿Por qué se decidió a escribir una historia dirigida a los niños?

-Porque hace años, cuando mi hijo era un crío me dijo que no entendía lo que yo escribía y me preguntó porque no hacía un libro para niños. Desde entonces la idea me fue rondando hasta que finalmente he podido hacerla realidad. Además, este tipo de relatos, en los que puedo jugar con la narrativa, enganchan más, quedan mejor grabados y llegan a un mayor número de personas lo que no sucede con las investigaciones históricas que muchas veces quedan reducidas al mundo de la etnografía.

-¿En sus relatos hace alusión a la boina del abuelo de la cual, hoy en día, muchos se avergüenzan?

-Es verdad. Actualmente la gente se avergüenza de la boina, del pantalón de pana, de su raíces. La pana se ha arrinconado para dar paso al traje y la corbata que se considera hoy en día lo políticamente correcto. Sin embargo, no entiendo cómo se pueden avergonzar de esas raíces. Fue el sudor de la pana lo que le ha permitido a mucha gente adquirir la situación social que tiene actualmente. Por eso yo reivindico su uso y no me avergüenzo. Con mi grupo de mascaradas fuimos a Braganza y yo di una conferencia vestido con pantalón de pana, un chaleco, una faja y la boina. Incluso recibí un premio y estreché la mano del presidente de Portugal y muchas otras autoridades vestido con el traje típico sayagués.

-¿Que tan cierto es eso de que «el sayagués modorro es»?

-En mi caso totalmente cierto. Si yo no fuera modorro no habría conseguido hacer todo lo que hecho. Porque soy autodidacta. Y, en general, ese modo de ser del sayagués le ha favorecido porque el éxito de la cultura, de las raíces que nos han llegado hasta hoy es porque, a pesar de contar sólo con un suelo pobre, a fuerza de seguir intentándolo, de ser modorro, el pueblo sayagués consiguió sobrevivir y salir adelante. No lo considero algo malo.

-¿Ha dicho usted que más que sangre le corre tinta por las venas así que supongo que seguirá escribiendo?

-Definitivamente. Tengo ya terminado un libro sobre la historia de la alfarería de Pereruela a lo largo de 6.000 años, desde el neolítico hasta la actualidad, además de muchos otros proyectos.

Pereruela de Sayago, 1954

Cursó la enseñanza primaria en su pueblo natal y luego partió hacia Cantabria donde pudo complementar sus estudios. Al vover a Sayago se dedicó a la construcción pero su interés por la cultura lo llevó a instruirse de manera autodidacta. En 1980 publicó su primer libro al que siguieron muchos otros, la mayoría relacionados con las Tierras de Sayago, su historia y sus gentes. Ha escrito para el Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», y colaborado con periódicos y revistas. Ha participado en programas de radio y es invitado frecuentemente a compartir sus conocimientos en charlas y conferencias.