El artista burgalés expone en la galería «Espacio 36» hasta principios de enero parte de su quehacer pictórico efectuado en los tres últimos años.

-Una vez más retorna a Zamora, la ciudad donde pasó parte de su infancia y juventud.

-Un artista que está en plena actividad suele exponer, al menos, una vez al año. En esta muestra titulada «Interiores», creo que sigo la misma línea de la anterior. Casi todos los cuadros los he hecho a partir de fotos, una de las características de mi obra, puesto que a raíz de una estancia en París en 1973 empecé a hacer exteriores a partir de instantáneas. Este mecanismo lo empleé luego cuando volví a hacer interiores y en este caso las obras están iluminadas con luz natural.

-La luz procedente del exterior y el predominio del rojo suponen una constante en la veintena de lienzos que presenta hasta el 5 de enero.

-El rojo es un color presente en toda mi producción, aunque en esta muestra también hay cuadros con tonos más fríos. En todas mis obras hago un tratamiento minucioso del color. Lo paso muy bien con ello e incluso he investigado sobre el asunto.

-¿Qué tiene el color para que le seduzca tanto?

-En la carrera no me enseñaron nada sobre el color. Tras concluir mi formación comencé a trabajar de profesor ayudante con un catedrático que sí sabía de teoría del color. Este compañero armonizaba y clavaba el color, lo que hizo que comenzara a interesarme verdaderamente por el tema. He profundizado de manera autodidacta en la ciencia del color. No pretendo competir con los físicos o los psicólogos, sino que lo llevo a mi terreno y fruto de mi esfuerzo es mi libro «El color de la pintura». La intuición en el color es fundamental y he conseguido racionalizarlo para transmitírselo a mis propios alumnos universitarios. Puede que alguien pinte magníficamente sin saber nada de fundamentos del color.

-Usted combina pintura realista con fotorrealista, pero ¿con cuál de los estilos está más cómodo?

-Son experiencias diferentes. Lo que muestro en Zamora son cuadros con una elaboración de mucha más tensión, más espontáneos y que desgastan más. Son obras que me llevan seis ó siete sesiones, mientras que en el fotorrealismo la producción es más prolongada en el tiempo porque se pinta en muchas capas. Alterno los dos estilos y tiendo más al fotorrealismo. En mi obra no creo que vaya a haber cambios porque a partir de los 60 años ningún artista efectúa grandes giros. En mi caso empecé con el abstracto, pero luego pasé al realismo. En los años 70 vi mucho arte conceptual en París que me produjo un gran impacto emocional y estuve a punto de dar un cambio. En la década de los 80, cuando el neoexpresionismo, viví cierta convulsión y me hice un poco expresionista, tendencia que posteriormente abandoné porque siempre se vuelve al realismo. Mi objetivo ahora es hacer las cosas bien.

-¿Es duro estar en la primera línea creativa?

-Cuesta mantenerse porque la sensibilidad va cambiando y las generaciones nuevas tienen otros gustos que puede que no encajen con lo que uno está haciendo. Realmente no sé si lo que hago gusta a los jóvenes. La moda se pasa, pero si uno ha defendido una postura con mucha fuerza, se mantiene. Las galerías a veces son muy exigentes a la hora de exponer, si un galerista no supone que va a obtener unos resultados, no se arriesga. Se la pueden jugar con un joven que tiene los precios bajos pero con un artista consagrado ya no se hace. Además, salen un montón de artistas cada año y en cualquier sitio ahora se monta una exposición. A mis alumnos ahora les recomiendo hacer las cosas bien e intentar desde el principio exponer en sala especializadas, dado que ya tendrán que bajar sus pretensiones. Esto ha sucedido siempre y no tiene nada que ver con la crisis actual.

Fresno de Losa, Burgos. 1944

Burgalés de nacimiento, pasó parte de su infancia y adolescencia en Zamora. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. En 1970 se inicia como profesor de Dibujo en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. En el año 1972 recibe una beca de la Fundación Juan March, lo que le permite continuar sus estudios en el extranjero. Su obra, cercana al hiperrealismo, tiene como punto de partida el lenguaje fotográfico. A mediados de los 80, Cuasante abandona el realismo fotográfico en favor de una pintura neoexpresionista basada en el dualismo luz-color. En la actualidad es catedrático de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. En 2007, recibió el premio Castilla y León de Las Artes.