Todos los caminos no llevan a Mérida, al menos a través de Zamora. Los últimos hallazgos de restos de la Vía de la Plata localizados por el investigador Isaac Moreno desvelan que el trazado original dejaba al margen las ciudades de Zamora y León, ya que discurría a partir de la capital salmantina. El especialista en ingeniría romana considera un «tinglado turístico» la promoción que se ha hecho de la Vía de la Plata, antigua vía romana que atravesaba Hispania de norte a sur, y comunicaba el territorio de los astures con la fértil Bética. Su denominación respondía a que se trataba de la calzada que conducía a los ricos yacimientos auríferos y argentíferos del noroeste hispano. Bajo su punto de vista, el actual corredor no tiene «ningún valor histórico», por lo que lo tachó de «irreal» y explicó que fue en el siglo XIX cuando los historiadores propusieron este trazado.

Tres catas al norte de la provincia salmantina, en dehesas apartadas de la civilización, en la zona de Topas y de la población de San Cristóbal del Monte, atestiguan que a partir de la localidad de Calzada de Valdunciel el viajero que recorre este corredor no contempla el mismo paisaje que los romanos hace dos milenios.

Ya se han localizado las lomas, elevadas sobre el terreno a unos 60 ó 80 centímetros, que forman las calzadas. Su estado de conservación es muy malo por lo que estos restos tan sólo son reconocibles para los ojos de investigadores como Isaac Moreno. Árboles y arbustos crecen sobre estas rutas que en pasado fueron testigo de un intenso tráfico.

En la provincia de Zamora se ha localizado mediante vuelos aéreos en avionetas su continuación. Aunque en muchos casos atraviesan fincas labradas, las gravas y materiales que se empleaban siguen dibujando estas vías milenarias en los campos de Castilla y León. La conocida como la «Iter ab Emérita Asturicam» partía al parecer desde las afueras de Salamanca capital (Salmantinca) hacia Villalazán (Zamora) por la derecha del actual corredor. Pasaba por la ciudad romana de Sibaria, más al norte por Ocello Duri (Villalazán) hasta Brigeco (Fuentes de Ropel), en la provincia zamorana.

En este punto un ramal se dirigía hacia la población de origen militar Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora) y desde aquí hasta Astorga para continuar casi ya paralelo al actual corredor por tierras bercianas y hacia la derecha a la capital leonesa (Legio VII) y la ciudad de Lancia –pasando por el río Órbigo. En esta comarca leonesa enlazaba las poblaciones de Interamnio y Bergido (Cacabelos), que da nombre a la zona. El otro de los corredores partía de Brigeco (Zamora) hacia Intercatia, al sur de la provincia de Palencia.

De esta forma, el norte peninsular, en concreto, Astorga también estaba conectada con Italia. La Vía Aquitana, que conectaba Milán y la capital maragata, permitía transportar hasta el norte de Italia el oro extraído en el yacimiento de Las Medulas (El Bierzo).

Castilla y León estaba surcada por un gran número de rutas romanas, de las que muchas se desconocen. El equipo de Isaac Moreno ha conseguido localizar cinco nuevos corredores que hasta la fecha no se habían estudiado. Los hallazgos se refieren a las vías que discurrían entre Salamanca y Ávila; Segovia y Tiermes, en Soria; desde esta población al Burgo de Osma (Uxama) y su conexión con Segisamone (Sasamón, Burgos), pasando por la ciudad de Clunia. También se ha constatado la existencia de una entre Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia) y Juliobriga (Reinosa, Cantabria).

Este exhaustivo informe, que se publicará en los próximos años, está financiado con 400.000 euros por la Junta de Castilla y en León e incluye fotografía aérea, ortofotografía, estudios arqueológicos y estudio de los materiales que emplearon los ingenieros romanos para la construcción de las calzadas.

La calzada tenía 145 centímetros de espesor, y 10,8 metros de ancha

La metodología de los trabajos para ejecutar la vía era minuciosa, según Moreno. El grupo de operarios principales estaba compuesto por el administrador de obras (curator operis), el contratista (maceps), el ingeniero (architectus), los obreros especializados y los albañiles. Las actuaciones comenzaban con el acondicionamiento del terreno. Para ello, utilizaban un «groma» y un «chorobates». El siguiente paso consistía en abrir dos surcos paralelos –separados a 12 metros- con un arado. Estas fosas permitían conocer las condiciones del subsuelo. Una vez preparado el fondo, se añadía una capa de arena de diez a 15 centímetros de espesor llamada «pavimentum» en la que se encajaban las piedras del «statumen» con un grosor que variaba dependiendo del estado del suelo. La aglomeración de las piedras se hacia con cal o arcilla. Después se colocaban sucesivas capas de distintos materiales hasta alcanzar entre 90 y 145 centímetros de espesor.