Entre los 2.900 títulos nobiliarios españoles unos 200 deslumbran al resto del mundo por su origen, historia y tradición. Las distinciones, aglutinadas en manos de las nueve grandes casas de Alba, Alburquerque, Fernán Núñez, Infantado, Medinaceli, Medina Sidonia, Osuna, Peñaranda y Villahermosa, incluyen más de treinta ducados, todos con Grandeza de España, que son algo así como el "dream team" de los títulos nacionales y del resto de Europa.

Porque aunque en la España actual ser noble no conlleva privilegios legales, la mayor parte de las familias aristócratas defiende con uñas y dientes la pervivencia de sus honores a través de las generaciones. Ese especial cuidado en mantener los linajes vivos no se ha dado en otros países, donde, como en el caso de Francia y Italia, los títulos fueron abolidos legalmente al pasar de la monarquía a la república como sistema de gobierno.

En España habitan unos 2.205 nobles, de los que unos 400 poseen la distinción de Grandes de España, representada por el Consejo de la Diputación Permanente de la Grandeza de España. Trato aparte merecen los Borbón, dinastía real, con una serie de títulos propios que el rey concede de forma vitalicia, y que ostentan, entre otros, las infantas Pilar y Margarita, tías de Felipe VI y sus hermanas, las infantas Elena y Cristina. Los grandes sí conservan el tratamiento de excelentísimos señores, mientras que el resto de los titulados son ilustrísimos. La última gran prebenda, suprimida en 1984 por el primer Gobierno socialista presidido por Felipe González, fue el derecho a pasaporte diplomático que disfrutaba el ala más VIP de la nobleza.

Los títulos también fueron legalmente abolidos durante la II República. Se restauraron en 1947 con la promulgación de la ley de Sucesión, por la que Franco se arrogó, como regente de España, el derecho de reconocerlos y concederlos.

Hoy, en pleno siglo XXI, la fascinación que genera la nobleza quedó de relieve el pasado mes de noviembre, con el fallecimiento de Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba de Tormes, y una de las mujeres más populares y mediáticas del país. La sucederá su hijo Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo, hasta ahora duque de Huéscar, que esperará al menos un año, como es tradición entre los aristócratas españoles, para solicitar legalmente al Gobierno el título. La casa de Alba tiene origen en la corona de Castilla en el siglo XIV, cuando Enrique IV ennobleció a García Álvarez de Toledo. Entre sus miembros destacan personajes como Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el gran duque de Alba, líder militar al servicio de Carlos I y Felipe II, considerado por los historiadores como el mejor general de su época. Otra rama de la familia custodia el ducado de Peñaranda, en manos de Jacobo Hernando Fitz-James Stuart.

A los Medinaceli siempre se les ha considerado "rivales" de los Alba. Primero fueron condes, por merced de Enrique II de Castilla en 1368. Inauguró la lista Bernardo de Foix, conde de Foix, casado con Isabel de la Cerda, señora del Puerto de Santa María. Isabel la Católica elevó el condado en ducado y Carlos I les otorgó Grandeza de España. Forman parte del grupo de los llamados grandes de España de 1520, los primeros en obtener esta distinción del hijo de Felipe el Hermoso y Juana la Loca. En este grupo también se cuentan los ducados del Infantado y Medina Sidonia. En 2013 heredó el título Marco Hohenlohe Langenburg y Medina, aunque los personajes más conocidos de la familia son Rafael de Medina Abascal, XX Duque de Feria y XVII Marqués de Villalba, y su hermano Luis. El ducado de Osuna data de 1562 y su primer poseedor fue Pedro Téllez-Girón, político y militar, VI Señor de la ciudad de Osuna (Sevilla). Hoy lo ostenta Ángela María Téllez-Girón, dama elegante como pocas. Casi tanto como el actual duque de Villahermosa, Álvaro de Urzáiz.

La casa de Alburquerque la encabeza Juan Miguel Osorio y Bertrán de Lis, el XIX Duque, de 56 años, quien además ostenta otros títulos.

La casa con más solera es la de Medina Sidonia, liderada por Leoncio González de Gregorio, hijo de Isabel Álvarez de Toledo y Maura, conocida como la duquesa roja. Los infantados tratan de sobreponerse a la muerte, en 2012, en un accidente de aviación, de Íñigo de Arteaga, llamado a heredar el título de su padre, Íñigo de Arteaga y Martín.

Manuel Falcó y de Anchorena, duque de Fernán Núñez, es otro ejemplo de discreción. Y es que nobleza aún obliga.