La factura de la luz y el gas continúan su imparable escalada de precios; la electricidad cerró el 2017 con una subida del 4,6% en diciembre y el recibo del gas se prevé que aumente un 6% a lo largo de esta mensualidad. Ante esta situación, que confronta directamente con la capacidad de las familias para llegar a final de mes, muchos hogares, especialmente en el medio rural, han optado por cambiar su fuente de calor (gas, gasoil o electricidad) por métodos más tradicionales: la chimenea y la caldera de pellets o biomasa. No obstante, a pesar del ahorro, estas opciones energéticas quedan lejos de poder extenderse en un futuro por dos cuestiones fundamentalmente: la ausencia de espacio para almacenar los miles de kilos de madera y el engorro, así como el coste, de variar las instalaciones ordinarias por calderas o chimeneas.

Ramón Santa Inés, propietario de Servicios Forestales Paucar, señala la leña mantiene prácticamente "los mismos precios que hace ocho años". La empresa toresana comercia con tres productos: encina, pino y biomasa. En el caso de la encina en seco, el kilo se vende a 14 céntimos el kilo; el pino, de menor calidad y consumido más rápidamente por el fuego, alcanza los 10 céntimos el kilo de madera.

Un hogar medio que disponga de chimenea o caldera para quemar madera requiere de unos 1.000 kilos al mes para satisfacer sus necesidades energéticas, según informan desde Paucar. En consecuencia, un hogar requeriría de 5.000 kilos para cubrir los 5 meses de bajas temperaturas a lo largo del año. El ahorro frente a la calefacción de gasoil, gas o electricidad -según las estimaciones de Ramón Santa Inés- son de hasta 150 euros al mes. Aunque también es cierto que en las urbes la posibilidad de disponer de una chimenea, por ejemplo, no está a la altura del ciudadano medio.

Si bien parece que el uso de estos combustibles vegetales es más económico, las empresas madereras, al menos las de origen local, no están experimentando subidas ostensibles durante los últimos cursos. Un ejemplo de ello es la empresa de Ramón Santa Inés, que viene vendiendo de forma anual, sin grandes oscilaciones, unas 150 toneladas de madera desde hace varios años. Al contrario de lo que se pueda pensar, la época invernal no es el periodo donde más leña se vende. Los consumidores aprovechan el verano, cuando la madera se coge en verde y su precio es inferior, para proveerse de los kilos necesarios que les permitan capear los meses de frío.

Todo parece indicar que el mercado de la leña se encuentra anquilosado y limitado a un número muy reducido de personas, mayoritariamente pertenecientes al entorno rural. Sin embargo, empresas de fontanería del entorno local destacan que cada vez encuentran más demandas de instalaciones de calderas para quemar madera y de esta forma intentar paliar el dispendio que supone encender la calefacción cada día.

Siempre que se habla de la leña como productor de energía por combustión, aspectos como la contaminación o la deforestación son ineludibles. Ante esta situación, los comerciantes de productos madereros para producir energía acuden a los productos derivados de la madera, o procedentes de la limpieza de los bosques, que se conocen como biomasa.

Se trata en este caso de una energía renovable y no contaminante. En los últimos años se ha venido desarrollado en toda España un incipiente sector industrial que, mediante la trituración y compactación de los restos de madera, prepara lo que se denomina unos pellets o pequeños aglomerados que facilitan la comercialización y utilización de este combustible en casa. El pellet de madera ha demostrado que libera menos gases contaminantes que la leña. Esto se debe principalmente a que el contenido de agua no supera el 5% en estos conglomerados.