Finalizar la restauración del retablo mayor de la iglesia de San Juan Bautista de Tagarabuena y recuperar cuatro aliceres policromados del monasterio del Sancti Spiritus. Con este objetivo se ha trasladado a la ciudad de Toro un grupo integrado por 40 alumnos de la Escuela Superior de Restauración y Conservación de Bienes Culturales de Madrid, para participar en una nueva campaña de verano, promovida por la Fundación González Allende y por su presidente, José Navarro Talegón.

Durante todo el mes de julio, los alumnos tendrán la oportunidad de poner en práctica las distintas técnicas aprendidas en las aulas y su trabajo servirá para culminar la restauración de dos de las obras comenzadas el pasado año. Tanto las esculturas de bulto redondo del retablo como los aliceres, han sido desmontados y trasladados a dependencias del palacio de Valparaíso, para ser rehabilitados por un grupo de alumnos, mientras otros restauradores se desplazan cada día a Tagarabuena para desarrollar esta campaña que, en esta ocasión, coordina Iván López después de que la profesora Pilar Sendra no haya podido desplazarse a Toro por motivos personales. Un año más el profesor Guillermo Fernández, se encarga de dirigir estas intervenciones, asistido por Navarro Talegón, quien destacó que la implicación de muchos de los alumnos que participaron en la campaña anterior y de los mismos rectores, así como la aplicación de procedimientos idénticos a los ya experimentados «con espléndidos resultados», garantizarán la homogeneidad de los acabados.

Sobre el retablo de Tagarabuena, el historiador local subrayó que es «descomunal» ya que alcanza los 13 metros de altura con «nueve largos» de ancho, medidas que hacen que este retablo sea, con toda probabilidad, el más grande de cuantos se conservan en la provincia. En la memoria técnica elaborada para preparar esta campaña se detalla como la estructura del retablo se puede considerar estable, siendo su alteración fundamental la suciedad acumulada y los repintes que se han fijado mediante la adición de barnizados de protección.

En cuanto a su aspecto, según este estudio, «se encuentra desvirtuado en opacidad y luminosidad, aportando al conjunto una sensación de homogeneidad que inhibe los contrastes entre la mazonería y los conjuntos, tanto pictóricos como escultóricos». El tratamiento que aplicarán los restauradores se basa en la elaboración de un estudio de solubilidades y consistencia de la policromía, la consolidación de las piezas con falta de consistencia material, la revisión de embarrotados de los paneles pictóricos o el tratamiento de fisuras de merma de madera.

Igualmente, en este retablo se trabajará en la consolidación estructural de piezas con pérdida de ensamble y de las policromías, la realización de catas de limpieza de repintes, la eliminación de suciedad y barnices oxidados o la reintegración volumétrica en aquellas zonas en las que se detecte desgaste o pérdida, así como de lagunas en las policromías. Además de consolidar la arquitectura del retablo, los alumnos recuperarán también durante el mes julio la custodia, los relieves del banco y la ocho grandes esculturas del ático.

Del retablo mayor de la iglesia de San Juan Bautista de Tagarabuena, Navarro Talegón destacó que luce un diseño muy ajustado a patrones clásicos aunque, en la ornamentación, «gana terreno el barroco». Este retablo pasó, según el historiador, «por vicisitudes muy complicadas». La adecuación de este conjunto fue contratado por la Iglesia con Tomás de Troas, un ensamblador extranjero que falleció antes de comenzar las obras. Tras su muerte, fue contratado, en 1603, Juan González, ensamblador zamorano que al igual que su antecesor, falleció antes de iniciar el trabajo encomendado.

Años más tarde, su viuda traspasa la obligación de construir el retablo a un yerno, Antonio López Fernández, quien se asoció para ejecutar la obra a un ensamblador de Salamanca, Antonio González Ramiro, a quien se puede atribuir parte del mérito de la «afortunada traza que luce el retablo». La escultura del retablo fue encomendada a Esteban de Rueda que murió antes de poder empezar a realizar el proyecto por lo que la obra fue traspasada a Juan Calleja. En este retablo también participaron el escultor zamorano Jerónimo García y el escultor salmantino Cristóbal de Honorato.

El historiador aseguró que la iglesia de Tagarabuena tiene orígenes románicos porque se conservan piedras con claras marcas de cantería y que fueron reutilizadas en alzados del templo actual que empezó a reconstruirse en el último tercio del siglo XVI y en 1675, Domingo Nieto recibió el encargo de las policromías del retablo. Durante esta campaña, los alumnos también procederán a la restauración de las pinturas gótico-mudéjares de cuatro aliceres de la serie de nueve expuesta en el museo del Sancti Spiritus.