Anestesiados por la reiteración de citas electorales, tras una primera campaña electoral en la que a juicio del Gobierno saliente todo debía girar en torno a la economía y enfrascados ahora en una segunda campaña en la que ya ni de propuestas económicas se debate, llevamos casi un año en que hablar de cualquier tipo de reforma suena a futurible lejano e hipotético.

Como quería Marx (Groucho), "Paren el mundo, que me bajo", eso parece haber decidido España. No solo el Gobierno, España en su conjunto. Hemos optado por hacer como que el mundo ha dejado de girar y quedar a la espera de que si no en 2016, al menos en 2017 o tal vez en 2019 tengamos un Gobierno que se atreva a llevarlas a cabo.

El pregonado milagro económico de Rajoy que apenas llega al nivel de mero lavado de cara, ha llevado a que nuestra deuda pública supere el 100% del Producto Interior Bruto y a que la Unión Europea esté en la obligación de sancionarnos, salvo que haga trampa como nosotros, porque nos estamos saltando año tras año los límites pactados del déficit de la contabilidad pública nacional.

Ante el panorama que se presenta, sin mayor impulso político que el de esperar la repetición de resultados electorales, no se sabe muy bien con qué objeto, ni más propuesta económica que no tocar nada, o en su defecto, tratar de dar una vuelta de tuerca más a la carga fiscal que soportamos los ciudadanos y que sobre todo asfixia a autónomos y pequeñas y medianas empresas, empiezan a sonar alarmas en voz alta entre los expertos y analistas internacionales y aún "sotto voce" en nuestro propio país.

No es extraño pues, que haya sido cuña de la misma madera, el presidente fundador del Partido Popular el que haya arremetido con precisión, claridad y contundencia contra el ya famoso "no hacer" de Rajoy debidamente condimentado por el "mal hacer" del ministro Montoro y el "hacer que hace" del escapista De Guindos.

Con el aparato rajoy-sorayista ocupado en fumigar cualquier rastro de liberalismo de las señas de identidad de su partido, ha tenido que salir el denostado Aznar a recordar a los que han abjurado del credo reformista que entre 1996 y el año 2000 España salió adelante con fuerza en una situación no mejor que la que teníamos hace cuatro años. Reduciendo el déficit por la vía del ajuste del gasto público, no por la de la subida de impuestos. Bajando estos para favorecer la inversión privada y la creación de empleo por quien lo puede y lo tiene que crear que, en contra de lo defendido por los socialistas de todos los partidos (Rodríguez Braun "dixit"), no son Montoro y el Estado, sino el sector privado.

Claro que eso era con el credo liberal que hoy ya no es el PP el partido que lo defiende.

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