Aludía hace poco en este diario el columnista Balbino Lozano a la calle zamorana Escuernavacas y aseguraba que el nombre podía ser un fenómeno lingüístico propio de la lengua leonesa. Estoy convencido de que así es. En la Tierra del Pan se ha usado habitualmente el verbo escornase por descornase. En el habla leonesa hay varias palabras para designar a una vaca que se ha roto un cuerno con el prefijo "es": "esmocha", "esmouca", "esmoucha" y "escorna". El Diccionario de la Lengua Española recoge el verbo descornar con el significado de quitar los cuernos a un animal y en el sentido figurado de entregarse denodadamente a la consecuencia de algo. En Navarra escornarse equivale a romperse la cabeza y trabajar mucho. En Toledo significa perder los cuernos y darse un golpe brusco.

El prefijo "es" por "des" tiene en muchos verbos un sentido de negación o inversión del significado de la palabra simple a la que va antepuesto y es muy habitual en otras zonas zamoranas y leonesas, como en los casos de esterronar, esformigar, esbarroncar, escabezar, esparramar.

Existen varias modalidades lingüísticas propias de la Tierra el Pan. Por ejemplo, se antepone la "a" (la llamada a- protética) en bastantes verbos: acambizar-cambizar; acribar-cribar; asobradar-sobradar; arrodear-rodear; se emplea de forma generalizada quedar por dejar; en el imperativo déjame, chócala, díselo, háblale, etc. se elimina la esdrújula y se transforma en aguda: "dejamé", "chocalá", "diseló", "hablalé", etc. En un recitado de sus poemas Claudio Rodríguez transforma también alguna esdrújula en aguda. Dice en el poema "Cantata del miedo": "abre esa puerta, cierralá...". Obviamente, en el texto está escrito "ciérrala"; es común el empleo del verbo caer como transitivo; así se dice "caíste el aceite" en vez de "se te cayó el aceite". Este mismo verbo lo emplea también Claudio Rodríguez como transitivo en "Don de la ebriedad": "porque no solo el viento las cae..." (se refiere a las hojas); algunas personas emplean el artículo delante del posesivo "mi": por ejemplo, "la mi casa", "las mis mantas". Esta construcción es muy frecuente en la Edad Media y en los romances. Baste como ejemplo el recogido por Ramón Menéndez Pidal en "Flor nueva de romances viejos": "...cuatrocientos sois los míos, / los que coméis el mi pan... / Aquí, aquí, los mis doscientos, / los que comedes mi pan...". Más conocido y actual es el "Romance de la loba parda", cantada por Joaquín Díaz en "Romances tradicionales", que empieza así: "Estando yo en la mi choza / pintando la mi cayada..."; son muy frecuentes los diminutivos terminados en "ico", como ajico, majico, tempranico, pequeñico, zapatico, menudico, guerrica, agustico, ganicas, etc. Tiene un significado de "muy" en expresiones como "vete agudico, hijo". Es muy habitual entre las mujeres de La Lampreana la exclamación: "Jesús, reinica soberana".

No existe en la Tierra del Pan un habla especial, pero tiene de singular mantener vivos algunos vocablos de raigambre asturleonesa. Lingüísticamente, se enmarca en la raya de la zona de transición del asturleonés y más concretamente en la del castellano con restos leoneses. De todos modos, es preciso recopilar y estudiar más a fondo nuestras hablas rurales, para que no caigan en el olvido palabras del pasado reciente. Inevitablemente, algunas palabras ya no se pronuncian, porque desapareció el objeto significante, como en el caso de los aperos y en las antiguas labores del campo. Pero muchas palabras zamorano-leonesas pueden y deben devolver al castellano su tersura y enjundia.

Además de las palabras, habría que recuperar los juegos tradicionales, con sus sabrosas canciones en el caso de los juegos de corro de las chicas, que tanto asombraron a Claudio Rodríguez, como en las tabas, la comba, el diablo o diábolo, las prendas, los nombres relacionados con la fauna y la flora, tan variados en cada pueblo.

Esto significa dos cosas: que en los pueblos no tenemos que avergonzarnos de usar nuestras palabras más genuinas y que debemos conservarlas, porque forman parte de nuestro patrimonio cultural más rico y peculiar, que no tiene nada de paleto, sino de muy alto rango, que supo divulgar con sabiduría literaria el periodista villalbero Pedro Álvarez y el vallisoletano universal Miguel Delibes. También lo hizo la santanderina Concha Espina en su magnífica novela "La esfinge maragata", publicada en 1914 y galardonada con el Premio Fastenrath de la Real Academia Española. Es una tarea ardua, porque hay gran variedad de palabras en cada pueblo para designar el mismo objeto; pero tampoco implica escornarse en el empeño.